ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA AL ACTOR FAVIO POSCA
“Ahora estoy menos elitista”
Acaba de estrenar Alita de Posca, el quinto unipersonal que presenta en el Paseo La Plaza. Dice que no es “ni humorista ni comediante”, pero que su misión en este mundo es hacer que la gente se ría y se divierta.
› Por Emanuel Respighi
Favio Posca es una de esas personas a las que no les da lo mismo “cualquier cosa”. Desde la detallada concepción de sus espectáculos humorísticos hasta la manera en que decide andar por la vida, el showman cuida cada una de las cuestiones referidas a su estética. Es que en su vida, su estética moderna y prolija es todo un estilo. No es casualidad, entonces, que le proponga a la fotógrafa sacar determinadas fotos. “¡Pará! ¡Pará!”, dice. “¿No da para sacar una foto que dé idea de movimiento?”, pregunta el actor, con su cabellera ensortijada volando de un lado a otro y tirando una opción de foto tras otra. Pese a la dificultad de llevar a cabo sus creativas ideas, Posca lanza su peculiar carcajada. “Lo hago para desestructurarlos y hacerlos divertir un poco”, contemporiza. Y admite: “Lo que pasa es que no puedo dejar de pensar cada cosa que hago en términos estéticos”.
Showman de lengua filosa y verborragia frenética, Posca acaba de estrenar el quinto unipersonal que presenta en el paseo La Plaza (Corrientes 1660, jueves a las 22.45, viernes y sábados a la medianoche), luego de El perro que los parió, Boster Kirlok, Mamá esta presa y Lagarto blanco. En Alita de Posca, el actor vuelve al ruedo con una galería de criaturas deformes y marginadas, que van tomando vida a través de canciones compuestas por el mismo Posca, aunque arregladas y tocadas por Los látigos, Arbol y Capri. “Alita... es una síntesis de la esencia de lo que quiero hacer como artista. Tiene un power increíble. Es el show que más me costó elaborar. Fui muy exquisito, tanto en la gráfica como en la música y en lo teatral. Si bien yo siempre tuve una estética integral, este show me costó mucho más: no es lo mismo laburar con tres bandas musicales que con una”, reconoce en la entrevista con Página/12.
–El cuidado estético marca casi un estilo de vida. Es raro ver en cartelera un unipersonal con tanta producción como el suyo.
–Desde muy chico, cuando me propuse hacer un show solista, tuve claro que no me proponía hacer nada de lo que ya se había visto. Esa cosa de la falta de sorpresa o el apagón eterno para que el actor se cambie, nunca me cayó bien. Me costó saber qué quería hacer, conformar un estilo propio. Mis espectáculos son teatrales, pero con lenguaje cinematográfico. Eso es lo que condensa Alita de Posca. Tiene mucha ficción y a la vez más que nunca me propuse crear una narración cinematográfica más que teatral. El espectáculo le da preponderancia a la imagen. Creo que la gente flashea como nunca porque el discurso es otro.
–Pero el lenguaje que utiliza en sus obras, ¿no hace que muchas veces el espectador no logre comprender sus espectáculos de manera integral?
–Creo que, en este caso, el sentido del show se entiende. Reconozco que en otros shows no fue así, pero por eso digo que Alita de Posca condensa la esencia. Estoy menos elitista en el uso de determinados códigos, pero no por eso perdí la esencia ni el poder de la sorpresa. Me doy cuenta de eso porque en el espectáculo hay una gran catarsis de carcajadas. Obviamente, hay un montón de códigos que a algunos se les escapará. Pero en este show, a diferencia de otros, no pasó que se levantaran asustados ni que se quedaran afuera. En todo caso, se quedan afuera porque no hay más entradas (risas). Yo también entendí que si la gente me viene a ver, está bueno que se puedan ir con lo que vienen a buscar: diversión. Hablando de lo que hablo, metiéndome en la psiquis de esos personajes fallados de los que hablo, podría hacer teatro un poco más oscuro, dramático, pero no me interesa. Trato de rescatarle la risa a todo ese mundo, por la simple razón de que mi misión en este mundo es que la gente se divierta y se ría.
–¿Por qué ahora decidió apelar más a la risa que al drama? ¿Hubo algo en particular que lo hizo cambiar?
–No. Yo no me siento comediante. No soy ni humorista ni comediante. Soy un artista que genera humor a través de las historias que se cuentan, pero que no son graciosas de por sí. Rescato la risa de la falla, de donde no hay risa, rescato la flor del desierto, que no es lo que hace un humorista. Un humorista se basa en textos que lo llevan a un remate. Yo, en cambio, cuento historias patéticas, mundos extraños, y te hago reír. La gente no puede creer cómo se ríen de esos mundos sombríos. Creo que eso es lo difícil.
–Pareciera renegar de su lado de humorista.
–Nunca renegué de lo que soy. Tengo claro que voy por otro lado: todo el tiempo estoy cabalgando entre la ficción y la risa. Esta vez me vuelco más hacia la risa y la ficción. Mis mundos son totalmente oscuros y deformes. En un punto, Alita de Posca tiene que ver con eso: es una sola ala porque mis personajes son todos fallados y vuelan bajo. Pero hay una cosa en este show que lo hace diferente a los demás: todos los personajes disfrutan de sus vidas, se divierten con lo que son por más terribles que sean. Hay un hemipléjico, un travesti horrible, otro que es víctima de su propia madre, hay un adicto que no puede salir de su adicción... En este show hablo de las adicciones, de las fobias, de las deformidades físicas, pero ni desde el lado del humorista ni del humor negro. Hablo de un lado muy personal: saco la luz, transformada en risa, de estos personajes.
–En sus espectáculos no hay nada librado al azar o a la improvisación. ¿Es muy obsesivo?
–Nooooooo... Che (pregunta transformado), ¿qué tiene este café? ¿por qué esta mesa se mueve? (risas). Soy un poco obsesivo, tanto en la vida cotidiana como en lo profesional. Pero por suerte estoy tratando de liberarme cada día más, largar un poco la mente para liberar el espíritu. Estoy súper espiritual. Antes era un cabeza de piedra, muy tano. Estoy con la cabeza más abierta. Antes era más caprichoso, más malcriado.
–En síntesis: se está poniendo viejo...
–No, no pasa por los años: yo no tengo fecha de vencimiento. La juventud va por dentro. Tengo 38 años y me siento un pendejo. Es más: tengo más estado ahora que a los 15, cuando estaba todo el tiempo escabiado. Cuando empecé con el arte, empecé a darme cuenta de un montón de limitaciones y comencé a estudiar danza, clown, acrobacia, pantomima, canto.
–¿Se siente un autodidacta?
–No, en lo absoluto. Para encontrar mi propio estilo tuvo que estudiar mucho y hacer clásicos de Goldoni, Shakespeare... Hay que pulir diamantes para encontrar un estilo. No creo en los autodidactas. Decir que son autodidactas es medio cómodo. Hay que pelarse el culo. No hay otra. ¿’Tá bien?