ESPECTáCULOS
› CLAUDIA LAPACO, EN “DOBLE VIDA” Y EN “LA PROFESION DE LA SEÑORA WARREN”
“Me cansé de las buenas madres”
En Doble vida y en La profesión de la señora Warren, dirigida por Sergio Renán, Claudia Lapacó aborda desde diferentes lugares el tema de la prostitución. “Este tema plantea la hipocresía”, dice la actriz.
› Por Julián Gorodischer
¿Qué hay en común entre La profesión de la señora Warren ideada por Bernard Shaw y las prostitutas de Doble Vida? Cine, teatro y TV se ocupan de vidas de prostitutas/os ahora que el sexo pago se ha convertido en un fetiche narrativo. Si en 2004 la excusa para hablar de sexo en la tele fueron travestis y ambiguos simulados (en Los Roldán, Los secretos de papá & Co.), el reemplazo en 2005 es el cabaret de luxe atendido por Moria Casán, Gonzalo Valenzuela y Pamela David. ¿Qué atrae al productor de cine, TV y teatro volcado a la crónica del sexo por dinero? Las chicas de Doble vida alternan de corrido una y otra escena porno soft, y se ligan a las imágenes más típicas “para calentar”. La protagonista de La profesión de la señora Warren se inclinará por la dimensión política del oficio: será la reacción del individuo contra la moral puritana que encarna el poder.
A Claudia Lapacó le toca figurar en obra y programa ad hoc: en La profesión de la señora Warren será la madama retirada que se hizo rica gracias a su cadena de prostíbulos enfrentada a la moral victoriana de su época; en Doble vida, en la otra vereda, le tocará el rol de guardia de seguridad en un supermercado, espiando desde afuera el arribo de su nuera a la profesión. Repensando el tema, de recorrida por las aristas de la prostitución cuando se hace espectáculo, la Lapacó sentirá que, en cualquier caso, es menos un tema en sí mismo que un punto de partida. El sexo pago permite a la actriz acercarse a los residuos de la moral victoriana en nuestro tiempo, repensar la hipocresía detrás del pecador confesado, entender profundamente la dignidad del desclasado... “Detrás del tema de la prostitución –dice Lapacó– se plantea el comportamiento de los círculos del poder, los caminos del dinero y la corrupción.”
–Bernard Shaw pone énfasis en la “dignidad de la prostituta”.
–La señora Warren ejerce la prostitución y la defiende como si fuera algo maravilloso. No preferiría ni casarse con un obrero, ni trabajar en una fábrica o un bar, ni volver a la pobreza. Dice: ¿Por qué clase de madre me tienes?, cuando se le insinúa la posibilidad de renunciar a sus beneficios. ¿Cómo se podría mantener la dignidad muriéndose de hambre o en la esclavitud? Ella prefiere correrse de todo canon moral.
–Una moral sexual que siempre condenará el sexo pago...
–Yo me siento una persona moral, justa, pero en desacuerdo con las reglas de las religiones. No puedo entender que alguien digite lo que hay que hacer, que se extienda una idea de pecado. Uno tiene que tratar de ser bueno y generoso porque le tiene que nacer no ser cruel, ser solidario, tratar de ser una mejor persona. Cada uno debe pensar qué quiere hacer, cómo lo quiere hacer.
Las mujeres que representa Claudia Lapacó van más rápido que sus épocas. La señora Warren, desfasada de esa ideología de la Inglaterra victoriana, no comprende por qué merece la condena de su hija. ¿Por haberle asegurado estabilidad y recursos? Lo sexual no ingresa a su vida como peso o prédica, sino como vía para el desarrollo. Su coming out y militancia privada prefiguran una batalla moderna por los derechos de las trabajadoras sexuales que –según dice Elena Reynaga, presidenta de AMMAR (ver aparte)– la TV todavía no entendió. “Angela, mi personaje en Doble vida, le dice a su nuera (Romina Ricci) que le agradece porque sabe que sale a la calle para traer dinero a la casa –sigue Lapacó–. Es el personaje de toda mi carrera que me permite tocar otras aristas.” Si La profesión... se posiciona como una forma de denuncia (“déjenla vivir en paz”), el programa se alinea en un clásico machista: ratonearse con el gato, en imágenes de culos y tetas de Pamela David o Juanita Viale. La exacerbación o la condena, según Claudia Lapacó, provienen del mismo discurso represor. “Las diferentes religiones –dice– han impuesto una mirada sobre el mundo. La familia se nutre de eso. Lo terrible es el doble mensaje: pensar que uno está viviendo en pecado pero queriendo pecar al mismo tiempo.”
–Hablar de prostitución, entonces, es siempre remitir a la influencia del discurso ejemplarizador...
–Me parece terrible la educación religiosa en los chicos; afortunadamente no la he tenido. Yo creo en un ser superior, y ahí queda. Todas las noches rezo el Padrenuesto en francés sólo para agradecer lo que tengo. A mí me parece terrible estar prometiendo cosas si les dan otras, ese trueque. Uno tiene que hacer lo mejor que puede todo el tiempo, no por temor a un castigo. Uno trata de llevar una vida sana y está todo bien.
–Tanto Doble vida (para excitar) como La profesión... (para militar) proponen una mirada desprejuiciada sobre el sexo pago...
–Estar con alguien, poder acariciarlo, es algo tan bello que tenemos en la vida que nunca podría hacerlo pagando. La relación entre dos personas, aunque sea ocasional, tiene que nacer del interés por el otro.
–¿Suena revolucionario cuando lo que domina es el mercadeo de sexo?
–Está el dinero en el medio. La señora Warren dice a su hija, según la pluma de Shaw: también las chicas respetables están educadas para encontrar hombres ricos y casarse con ellos. El sexo está mercantilizado.
Después dirá, Lapacó, que a pesar de enfrentarse a la prostitución por partida doble, en ella hay una zona de disgusto. “Tal vez no es lo que más me gusta la desnudez descarnada, y pienso que es una suerte que no me toque a mí hacerlo por una cuestión de edad.” Dice que no sabe si podría, ella que ha besado unas pocas veces en Flores robadas en los jardines de Quilmes, animarse a la escena de alcoba. Claudia Lapacó se inclina por la seducción sugerida en un pedacito de nuca, una media que asoma debajo de la pollera larga. “Siempre recuerdo cuando en La lección de piano Harvey Keitel mira la nuca de ella y sólo ve dos centímetros de piel. Ahí hay un erotismo de lo sugerido que no se ve en otros desnudos. Un brazo expuesto me parece muy sexy. ¿Melancólico? Yo puedo erotizarme con cosas así muy simples, y los besos son lo más importante de una relación.”
–¿Por eso no besan las prostitutas?
–Por suerte no besan las prostitutas. Y los que besan en TV, ¿por qué abren tanto la boca, como un buzón? No por hacer cosas terribles van a transmitir más. Yo di muy pocos besos, y cuando los di fueron suaves, sentidos. La relación entre dos personas tiene que nacer del interés por el otro. Yo no podría, por ejemplo, meter el dinero en el medio.
Su única certeza, por estos días, es que no quiere hacer más de madre buena. Se cansó después de la última, su hippie tardía de Resistiré que identificó a tantas con sus blusitas hindúes y su morral. Ella soñaba con hacer en la TV un papel como los últimos de Leonor Manso o de Tina Serrano, y justo cuando ambas rechazaron, quién sabe por qué, el rol de Angela en Doble vida, llegó la Lapacó a hacerse cargo del asunto. ¿Su vanidad herida? ¡Para nada! Ella es una convencida de que la que tiene suerte no es la primera sino la última que llega: la que se lo queda. “A partir de esto, sí me van a ver con posibilidades de hacer otra cosa, ya no madres buenas, distinguidas. ¿No me digas que no es mucho más atractivo hacer un rol con varias facetas, patética, que hace reír aun en las escenas dramáticas? Yo no sé si esta mujer tiene un costado de perversión, pero sé que está desbordada entre su hijo cuadripléjico, su nuera, la hermana que viene embarazada a vivir con ellos. Hace tanto que no va a bailar, a tomarse unos vinitos....”