Sáb 21.05.2005

ESPECTáCULOS  › HOY SE CONOCERAN LOS PREMIOS

Todos piensan en la palma de oro

Three Times (Taiwán) fue lo mejor de ayer. Tommy Lee Jones debutó como director.

› Por Luciano Monteagudo

El mejor cine asiático dominó el tramo final de la competencia oficial del festival, aunque las fotos –y probablemente también alguno de los premios, que se conocerán a última hora de la tarde de hoy– fueron para el actor Tommy Lee Jones, por su primer largometraje como director. En un concurso oficial plagado de grandes nombres y con un envidiable nivel de calidad, superior al de Cannes del año pasado, el cineasta taiwanés Hou Hsiao-hsien entregó aquella que quizá sea la única, auténtica obra maestra del festival: Three Times, un film de una belleza conmovedora, organizado como un tríptico capaz de pintar tres pequeñas, delicadas historias de amor con un grado de sutileza y elegancia fuera de lo común.
Considerado como uno de los grandes maestros del cine mundial, desde que en 1989 ganó el León de Oro en Venecia con City of Sadness y en 1993 el Prix du Jury de Cannes por The Puppetmaster, Hou es casi desconocido en Argentina, salvo por la retrospectiva integral que le dedicó el Bafici en su edición del 2002. Aquí en la Croisette está considerado uno de “los abonados” al festival, aunque también lo es en el Lido de Venecia, donde el año pasado presentó otra cumbre, Café Lumière, un homenaje a su maestro Yasujiro Ozu, exhibido luego en marzo pasado en Mar del Plata.
Esos tres tiempos de los que habla el título de su nuevo film se inician en 1966, en la periferia de Taipei, en un salón de pool como los que frecuentaba el propio Hou en su juventud, en una operación proustiana, que busca recuperar aquellos momentos que quedaron fijados en su memoria. Es el denominado “Tiempo del amor”. Casi no hay argumento en este episodio: apenas un muchacho y una chica, acompañados por la música de la época (¿ecos del cine de Wong Kar Wai?), viviendo los que quizá sean los mejores momentos de sus vidas en ese refugio aislado del mundo exterior. Es tal la maestría de Hou que, con este material tan exiguo, logra un pequeño ballet planetario, con las bolas de colores y los rostros lunares de su pareja de actores bailando lentamente en la pantalla, gracias a movimientos de cámara casi imperceptibles, que son su marca de estilo.
Como si se tratara de un film acerca de la reencarnación, esos mismos actores –Shu Qi y Chang Chen, dos superestrellas del cine chino– reaparecen en 1911, para el “Tiempo de la libertad”, cuando el hombre piensa unirse al movimiento revolucionario que intenta liberar a Taiwán del imperio japonés y la mujer en ese amor que se le escapa, inexorablemente. Filmado también en un único ambiente interior, pero a la manera del cine mudo, con intertítulos en lugar de diálogos, es notable de qué manera este episodio consigue resucitar el arte y la sensibilidad del kammerspielfilm en general y de Murnau en particular. Finalmente, los mismos actores reviven en 2005 el “Tiempo de la juventud”, ahora sí en Taipei, que hablan de un mundo gris, insensiblemente apocalíptico.
Si Three Times es declaradamente un tríptico, Keuk jang jeon (Cuento de cine), del coreano Hong Sang-soo (Seúl, 1960), es un díptico tácito, desconcertante. Sang-soo hace un cine de una austeridad y un despojamiento absolutos, como lo vuelve a probar con esta doble historia especular, en la que la primera se refleja en la segunda. Una pareja de jóvenes vive su amor de manera traumática, trágica y decide suicidarse, pero hacia la mitad del film el espectador descubre que se trata de una película que está viendo la propia actriz, que luego vive una situación parecida con un amigo del director, que dice ser cineasta.
Un poco a la manera de La virgen desnudada por sus pretendientes (2000), que también invertía de manera sorprendente los puntos de vista, Hong Sang-soo sigue filmando una suerte de memoria colectiva sentimental de la juventud de su país y continúa sugiriendo que la mujer es el futuro delhombre. El suyo es un cine frágil, delicado, de esos que Cannes nunca deja de señalar, aunque muy difícilmente consigan la atención del jurado.
No es el caso de The Three Burials of Melquíades Estrada, el primer largometraje como director de Tommy Lee Jones, después de haber probado suerte con un telefilm, en 1995. Sólida, bien actuada, con un impecable acabado técnico (la fotografía es de Chris Menges) y un tema políticamente correcto, estos Tres entierros de Melquíades Estrada muy probablemente se vaya hoy del festival con algún premio en la mano. A partir de un guión del mexicano Guillermo Arriaga (autor del libreto de Amores perros), Tommy Lee Jones se sumerge en la frontera entre los Estados Unidos y México y desarrolla el relato de una amistad capaz de desafiar a la muerte. Un guardia fronterizo norteamericano (Barry Pepper) mata a un inmigrante ilegal mexicano, que era amigo de un ranchero de la zona (Jones). Y ante la negativa de sus compatriotas a hacer justicia, el ranchero desentierra el cuerpo del mexicano, secuestra al guardia fronterizo y lo obliga a ayudarlo a llevar el cadáver del otro lado del río Grande, para que descanse en la tierra donde nació. Una relación muy particular se irá estableciendo entre ambos mientras atraviesan esa no man’s land con los restos pestilentes del mexicano en la montura de sus caballos. Y Tommy Lee Jones prueba ser un director tan áspero como lo es como actor. En otras manos, el guión de Arriaga podría haber derrapado hacia un trasnochado realismo mágico, pero el protagonista de Hombres de negro mantiene firmes las riendas del proyecto –del que también es productor– y logra atravesar dignamente la frontera del otro lado de la cámara.

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