ESPECTáCULOS
› “FRAGMENTOS DE AMORES DESESPERADOS”
García Lorca vuelve a subir a escena, con letra y música
El director Miguel Wahren cuenta el sentido de la obra, que acerca una nueva visión de Yerma y de Bodas de sangre.
› Por Karina Micheletto
Hay obras especialmente aptas para ser revisitadas. Pasan los años y siempre tienen nuevas cosas para decir, se visten de otras formas, cambian de aires. Eso es lo que las eleva a la categoría de clásicos, claro. El universo de Federico García Lorca siempre fue materia rica para reactualizaciones de distinto tipo. Esa fuerza expresiva del poeta granadino es puesta en escena en Fragmentos de amores desesperados, una obra que acerca una nueva visión de Yerma y de Bodas de sangre. Lo hace desde el teatro pero también desde la música, en forma de aires flamencos fusionados con ritmos latinoamericanos. Dirigida por Miguel Wahren (quien también es músico y compuso las canciones de la obra; además es actor, maestro pastelero y, en sus ratos libres... médico pediatra), la obra se presenta los sábados de junio a las 21 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.
Fragmentos... se sostiene en primer término sobre el trabajo de Montse Ruano, la actriz encargada de interpretar con su voz y con su cuerpo cada una de las canciones especialmente compuestas para la puesta. La otra voz es la de Peche Estévez, el cantante de Buenos Aires Negro, el más hard rock de los grupos tangueros. Y también está la de Claudio González, todo un descubrimiento. Los que caminan la calle Florida probablemente ubiquen a este cantante callejero que interpreta bellas melodías desde su silla de ruedas. La base musical se completa con Ricardo Culotta en bajo y trompeta (también integrante de Buenos Aires Negro), Fidel Guigui en aerófonos, Hugo Núñez en percusión, Juan Rivero en piano y teclados, Pablo Trosman en guitarra, charango y voz, además de la dirección musical del espectáculo.
Wahren cuenta que ésta es la tercera obra de este tipo que compone. También tiene escritos, aunque aún no estrenados, una cantata basada en distintos libros de Juan Ramón Jiménez, titulada ¿Y la rosa...?, en la que se van narrando las historias de tres mujeres que amaron al escritor en la vida real (una monja, una escultora y una poetisa). Y otra sobre una historia de amor que Wahren descubrió oculta en una poesía de Gabriela Mistral, de título extendido: Romelio y Lucila, una cantata de amor y desamor, un ensueño doloroso. El compositor, actor y multioficio cuenta que después de esto empezó a componer música sobre poesías sueltas de Lorca, que le salían rápidamente, como dictadas por alguien. “Agarré las obras completas de Lorca, abrí en Yerma y me salió una canción, y después me corría otra, y otra”, recuerda. Entonces tuvo un lugar para seguir buscando. Como socio de la SGA (una suerte de Argentores y Sadaic juntos en España) fue mandando a España cada tema para que fuera autorizado. Finalmente la obra recibió el auspicio honorífico de la Consejería Cultural de España y el aval de Manuel Fernández Montesinos, sobrino y heredero de Federico García Lorca.
¿Por qué Yerma y Bodas de sangre? “Son textos a los que no les falta ni les sobra nada. Además, siempre me gustó Lorca como referencia. Lo veo como un adulto con un niño a flor de piel, se le nota esa sensibilidad muy especial, con mucho aporte lúdico a pesar del dramatismo con que escribió sus tragedias”, explica Wahren. “Yo me identifico con esa parte, de hecho mi acercamiento al teatro es más por el lado del juego que por el de una cosa teórica e intelectualizada. Y Lorca también fue un músico que no se desarrolló lo suficiente, como yo”, completa.
Los temas de Fragmentos de amores desesperados recorren ritmos españoles pero también exploran el folklore latinoamericano. Hay zamba, baguala, joropo, una suerte de chacarera que sobre el final gana aires flamencos. Además de esta obra, Wahren sigue presentando junto a otro grupo de actores Teatro a la hora de los postres, una obra de teatro ambulante que ya lleva más de cien funciones hechas en casas de familia, agasajando a cumpleañeros con una puesta sorpresa. Y todo alrededor, claro, de una torta de cumpleaños.