ESPECTáCULOS
› LEONOR MANSO E INGRID PELICORI ESTRENAN
“AHORA SOMOS TODOS NEGROS”, INSPIRADO EN EL 2001
“La poesía le agrega ardor al pensamiento”
Se trata de la primera obra inspirada en el 19 y 20 de diciembre de 2001, donde la poesía adquiere valor de crónica.
› Por Julián Gorodischer
Sienten otra vez “ese huracán que saca las cosas de raíz”. Así definen Ingrid Pelicori y Leonor Manso a las angustias y la incertidumbre del 19 y 20 de diciembre de 2001. La crisis reciente todavía resuena entre ellas dos y las lleva a generar un doble movimiento literario-teatral: revisaron la obra de escritoras contemporáneas (un amplio abanico de voces y tendencias estéticas, de Diana Bellessi a Andi Nachon) y las agruparon en un movimiento de poetas influidas por la realidad social. Lo de Pelicori y Manso es al mismo tiempo una obra de teatro (Ahora somos todos negros, en el C.C. de la Cooperación) y una crónica social. Sólo que “el pensamiento se emocionaliza –dice la Pelicori–, echa otra luz sobre una crisis y una pueblada que por ser recientes sólo pueden ser articulados por la poesía”.
Se empezaron a reunir en el 2004, con la vaga idea de hacer un espectáculo con poemas; trazaron un corpus que devuelve a la poesía a su contexto inmediato, que encuentra –como pocas veces en la historia reciente– a un artista comprometido con su tiempo. Las asesoró la coreógrafa Roxana Grinstein para encarnar esa palabra abstracta: la de Susana Villalba, que escribió los sucesos de diciembre en bares. Y la de Andi Nachon, que se dejó impresionar por la pobreza que quedó después en la guardia de un hospital de ojos –el Santa Lucía–, o describiendo la pobreza de madrugada en la avenida. Lo de Diana Bellessi fue el deseo incontenible de formular preguntas que perturban:
... ¿Mamita merecemos tanto digo?... La negrada sí que enseña/ día a día el trabajo cae/ y los niños en la patria/ mía no cejan de gritarme/ ahí en la oreja que no sé/ si yo o quién hablará/ de estos años si hay acaso/ verso que contenga. No, ahora somos todos negros/ Sí, ahora somos todos negros. (De If not I, If not you, Diana Bellessi.)
Cuenta Ingrid Pelicori que la investigación que llevaron a cabo agrupó temáticamente una “producción poética poderosa, de increíble calidad literaria. Como dice Diana Bellessi –sigue–, la pequeña voz del mundo que es la poesía logra que el pensamiento sobre lo reciente se emocionalice”. Así, los primeros versos que recibieron fueron los de Susana Villalba, nacidos de una materia tan árida como puede ser una asamblea legislativa o la dimisión de un presidente. Esa letra se inspiraba en cacerolazos, salidas a la calle, fábricas recuperadas, en una simbiosis con la realidad social que la poeta –argumenta ella misma (ver columna)– percibió desde la ventana de un bar, leyendo el 18 Brumario de Marx. Luego llegó el regalo de los versos inéditos de Diana Bellessi, uno de los cuales daría nombre a la obra. ¡Ahora somos todos negros!, leyeron las actrices en el poema If not I, If not you, y entendieron que junto con la debacle irrumpía el tiempo de sinceramiento. La obra que estrenan –coinciden– es la demostración de que el artista no puede eludir la realidad social. Así tomaron contacto, también, con la obra de Andi Nachon, imprevistamente tocada por la actualidad entre los escritores más jóvenes.
Leonor Manso: –La miseria aparece en todos lados, mirás por la ventana y pensás que dentro de muy poco vas a estar ahí. Lo más aterrador es ver a dónde llegamos: ahora somos todos negros. Ahora somos latinoamericanos en el peor sentido, en la miseria, en la falta de educación, de cultura, en la droga, en el alcohol y la falta de perspectiva.
Ingrid Pelicori: –El 19 y 20 de diciembre es un momento de emoción y de dolor que no terminan: un momento de explosión y de no saber luego qué hacer con el camino que se nos imponía. La mirada de las poetas oscila entre la ilusión y la desilusión. Bellessi se pregunta: Y si fuera ésta la revolución. Pero agrega: hermoso como una estrella fugaz cruzando el cielo. Sólo la poesía, en su ambigüedad, en su misterio, puede referirse a algo que racionalmente no está procesado.
19, 20 de diciembre de 2001/ No era en la pantalla, era en la esquina, en la puerta, tampoco era una guerra, el huracán ahora sí arrancando una raíz. Que no salía/ no hay, no estuvo nunca. El hongo vuelve a crecer en poco tiempo. Ni la tormenta continúa... (De 19, 20 de diciembre, Susana Villalba.)
“Los poemas que elegimos para interpretar van a fondo con el dolor –justifica Leonor Manso–; demuestran que no te podés escapar, son un principio para empezar a salir. Si no, es siempre vivir de una ilusión.” Compara la propuesta de Ahora somos todos negros con la experiencia de Teatro por la Identidad: esa conexión entre arte y contexto sucede pocas veces, cuando el teatro asume su responsabilidad hacia el espacio tiempo que rodea, cuando la realidad inmediata es más fuerte que las musas. En ese punto, la poesía o el teatro se acercan a la función de testimoniar, antes privativa de la crónica.
–¿Ahora es la poesía la que habla de la actualidad?
I.P.: –Pero es una poesía de enorme belleza, no es puro vómito. Nos sentimos muy expresadas aun sin tener una perspectiva racional sobre lo que nos pasa. Como si fuera pecado hoy dejarse arrebatar de belleza y no de pena, dice Bellessi. Aparece todo el tiempo la contradicción entre el estallido y el escepticismo. Señor –dice Villalba– recuérdamos el alma cada tanto, en tiempos más soleados, más amables en este año si es posible, y si es posible en esta vida. La poesía puede dar cuenta de algún efecto de la política, pero con la perplejidad que sólo la poesía puede reflejar.
L.M.: –Las poetas nos transportan a un movimiento social enorme que abarcó a toda la Argentina, no solamente a Buenos Aires. Nos permite volver a sentir la energía del que se vayan todos. Logra contar los sucesos, lo que quedó y su deriva más existencial: el nuevo lugar que ocupamos en el mundo, el diluvio, la limpieza que puede dejar el agua hasta pararnos después sobre lo que queda para preguntar: a ver ahora, no tenemos nada, ¿cómo sigue esta historia?
Madrugada en la avenida/ un chico, no más/ seis o siete años repite perfecto aquel/ ademán de malabar con botellas/ vacías de agua mineral. Niño/ en medio de la calle/ día/ insinuado a la frontera de esa/ nuestra avenida más/ ancha para el mundo. (De Madrugada en la avenida, Andi Nachon.)
Además, los poemas incluidos en Ahora somos todos negros poseen algunos rasgos comunes: no idealizan míticamente un movimiento de masas. Ponen en juego esa posible revolución con relación a la pobreza y el escepticismo que sobrevinieron. No se olvidan de poner el foco en lo que quedó, esa agonía. “Hablan también del hambre, de un momento bisagra en el que no se sabe si tocamos el cielo o el infierno, y hay un juego con lo religioso: la duda es en qué creer –dice Pelicori–. Y se preguntan sobre si todo este sinceramiento, esta caída tan profunda podría llegar a algo más humano, más justo, algo que sea un poco mejor.” No faltan menciones a la cosecha: las fábricas recuperadas, la movilización, el sinceramiento de una posición en el mundo...
–¿La poesía ilumina zonas de actualidad que no se conocían?
I.P.: –Nos organiza; la angustia se profundiza, pero también nos libera, en un proceso catártico. ¿Decadencia? Yo asocio la decadencia a lo inverso: a la ostentación. Lo verdaderamente decadente es aquel que se enriquece. Es obsceno en su riqueza mientras se empobrece el resto.
Una frase/ argentina: tengo miedo/ por el aire/ se reparten los buitres sus pedazos/ así vemos/ volar bajo/ carroñero el pico apuntando/ hacia los postes/ de luz donde en La Quiaca/ a los Cristos crucifican/ en hilera, véanlos/ esos hombres y mujeres... (De La metáfora, Diana Bellessi.)
Esta poesía que funciona como crónica es, a la vez, un retrato social y una historia biográfica personal de cada una de las mujeres participantes que vivieron la salida a la calle y la crisis desatada en diciembre del 2001. Las más jóvenes (Nachon, Paula Jiménez) y las mujeres con más trayectoria (Bellessi, Villalba) se unieron, por esta vez, en lo temático. En todas, hay una mirada que sale del mundo interior, que recorre las calles con la sorpresa de una añoranza encarnada (la movilización) o un nuevo marco urbano que desilusiona (la miseria). Esta poesía se escribe en el afuera, con el cuerpo en movimiento, con la vibración que da el presente vivido en conjunto, de la piel hacia afuera. Es, también, el relato de una experiencia que refleja a la mayoría. “Fueron a las asambleas, se desilusionaron, volvieron –describe Pelicori–. Sólo que ellas son poetas, y pudieron decirlo, conectaron con algo y lo expresaron con una belleza increíble.” El acontecimiento logró tender lazos comunes entre Diana Bellessi y Andi Nachon, la más experimentada y la más novel...
–¿Se unen, por tema, distintas tendencias poéticas?
L.M.: –Diana es una mujer de los ’70 y eso se nota en su poesía. Implica un dolor más antiguo, no habla con rodeos, y llega al sentimiento. Las más jóvenes también son directas: la poesía las libera, permite volver a hablar, a sentir el dolor y la esperanza en carne propia.
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