Justo un año después de haber debutado como sede de la Fiesta Nacional del Teatro, la ciudad santafesina de Rafaela estrenó festival propio. Situada a 98 kilómetros de la capital provincial, esta población de raigambre piamontesa tuvo acceso a un promedio de cuatro espectáculos por jornada, a un precio simbólico. La programación hizo foco en el teatro independiente de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Capital. Siguiendo de cerca el modelo de los encuentros anuales organizados por el Instituto Nacional del Teatro, hubo talleres de escritura y actuación, una charla-reportaje (la invitada fue Griselda Gambaro) y una reunión de periodistas y críticos con el público, con el objeto de contrastar impresiones sobre los espectáculos. Abrió la fiesta la obra de Mauricio Kartum La Madonnita, obra que, junto a La Señora Macbeth, de la misma Gambaro (con Cristina Banegas en el rol protagónico) figuraba en la agenda de todos los rafaelinos.
A pesar de no disponer de información precisa acerca de las otras obras, todos los días entre las 19 y las 23 hubo público dispuesto a entrar a las salas. Arrabalera, mujeres que trabajan, unipersonal de Mónica Cabrera, debió agregar una función a pedido de los que quedaron sin ver su colección bizarra de personajes femeninos en trance de sobrevivir según sus propias reglas. Aunque la mayor parte de las obras ofrecidas desarrollaron registros ligados al humor, no solamente aquellas obtuvieron el apoyo del público. También fueron elogiadas La música, de Marguerite Duras, con dirección de Silvio Lang –los últimos momentos de la separación de una pareja que puede verse todavía en La Carbonera, Bolívar 998)– y Los cuadros de Marija, de la croata Lidia Schehuemann Hodak, con dirección de la cordobesa Cheté Cavagliatto, sobre la violencia a la que está expuesta la mujer, en tiempos de guerra. Entre los espectáculos porteños, Cercano Oriente, creación de Alejandro Catalán y Luis Machín (sigue en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960) y Sigo mintiendo, de Mariana Chaud, interesaron por su planteo imaginativo: el primero en el plano del enigma inesperado (un hombre entra en una dimensión desconocida al introducirse en una caja de cartón), el segundo, por su irrupción de lo irracional en una situación cotidiana, el festejo de un cumpleaños. “Para mí era la visión de la Argentina de estos últimos años: la mentira, la perversión y el absurdo junto a las actividades de la vida diaria”, sintetizó un asistente la charla entre críticos y público. La obra a la que hacía alusión era Hotel melancólico, con dirección de Mariela Asensio (también sigue en La Carbonera).
Otras dos obras que se ganaron aplausos fueron Afuera, de Gustavo Tarrío y el Grupo Sanguíneo, sincronizadísimo devenir de las alternativas de una fiesta, narrado desde la terraza (puede verse en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549), y Shangay, de José María Muscari, otra historia de desencuentros amorosos. Por otra parte, fue muy apreciado el aporte del teatro independiente de Rosario. Dedicado al público más joven, Entrenalaire logró amainar los ánimos revoltosos de los chicos que copaban el cine teatro Belgrano. Con dirección de Gerardo Agudo, los intérpretes de Nang (Teatro en movimiento) y Kumulus Limbus realizaron un collage de números circenses sobre un fondo de inspirados dibujos animados al que se sumó música en vivo. Por su parte, ya presentada en el Congreso de la Lengua celebrado en Rosario el año pasado, la obra de Jorge Dunster (ver aparte) Una (siempre fuimos tan vulnerables) expuso varios momentos en la vida de las decrépitas hermanas Gierbrich, interpretadas por los excelentes Sergio Escobar y Horacio Sansivero, conocidos trasformistas rosarinos.