Lun 11.07.2005

ESPECTáCULOS  › LA RENGA ACTUO EL SABADO Y ANOCHE
EN LA CANCHA DE VELEZ

El rock ya no juega con fuego

Sin bengalas ni cohetes, el rocanrol volvió a tener su gran fiesta en un estadio. La banda de Mataderos desplegó su habitual energía, homenajeó a Pappo y a los pibes de Cromañón.

› Por Cristian Vitale

“Gracias chicos por no tirar bengalas ni cohetes.” Chizzo dijo –casi– una gran verdad: a ninguna de las 40 mil personas que poblaron la cancha de Vélez para ver el retorno de La Renga a los grandes estadios se le ocurrió jugar con fuego, a excepción de algún fan desfasado que lanzó un tres tiros al aire, ante la indiferencia de un resto concientizado, distinto y prudente. El contraste entre este recital –que prosiguió ayer– y el último fue notable, evidente y también algo extraño: aquel 4 de diciembre de 2004 en Huracán, poco antes de la tragedia, el cielo de Parque Patricios parecía perderse entre colores fuertes y vivaces: había sido algo así como la apoteosis bengalera del rock argentino. El sábado, en cambio, el cielo de Liniers se divisó claro toda la noche, sin colores ni humos de artificio, sólo con nubarrones púrpuras. Los músicos eran los mismos; los hinchas, claro, los mismos de siempre, pero algo había cambiado sin retorno. “Ven esta guitarra –gritó Chizzo antes de encarar Panic Show–, esta guitarra me la dio el padre de uno de los desaparecidos en Cromañón; le decían Terco.” Con la guitarra verde y un poco desvencijada del malogrado fan de Callejeros, el cantante, con voz cada vez más grave y rústica, pudrió a lo más aquel tema de La esquina del infinito para homenajear por extensión a todas las víctimas.
Con gestos de este tenor y la feliz resignación de no retrotraer el estado de cosas a la era pre-Cromañón, el trío se las ingenió para mantener la fidelidad de los suyos, acostumbrados a otro ritual pero convencidos de lo inconveniente del mismo. No hubo que lamentar nostálgicos pirotécnicos, el boca a boca volvió a funcionar a la perfección y la banda concretó su principal fin sin sobresaltos: darles una oportunidad a bandas que no pueden tocar por falta de lugares. Desde las 14 –algo que se repetía ayer con distintos nombres pero con el mismo espíritu– tuvieron su oportunidad seis bandas under –Fisurad2, Q’acelga? y Santuca, entre ellas– con hambre de mostrarse.
La Renga subió a escena una hora después de lo previsto –a las 19–, arrancó con Detonador de sueños y resolvió el set en casi tres horas y 32 temas demoledores por mayoría. Más allá de las alusiones directas o indirectas a Cromañón, dos matices adicionales agregaron originalidad al show: una heterodoxa conmemoración patria vinculada con el Día de la Independencia y un estreno en vivo –Viva Pappo– ejecutado dos veces, una con el guitarrista de Santuca y otra con la intervención de Luciano Napolitano, hijo del creador de Malas compañías. “No tengo más que agradecimiento”, expresó Luciano, en sintonía con el otro invitado de la noche: Ely, de Los Gardelitos, que también perdió a su padre rockero.
El minuto patrio había pasado mucho antes, sustentado por una popular habitada por minúsculas banderas celestes y blancas y la multitud que una y otra vez repitió viejas consignas antiimperialistas: “y ya lo ve / el que no salta es un inglés”. Chizzo alzó la guitarra, esperó que inflaran dos serpientes al fondo del escenario y anticipó una poderosísima versión de Vende patria clon. “No estuvimos practicando el Himno como algunos sugirieron por ahí; tomamos un tema del arcón de La Renga para referirnos a esta fecha.” El batallador himno rocanrolero grabado en el disco de la estrella (La Renga, 1998), remozado para la ocasión con interesantes arreglos de vientos al mando de Chiflo y Manu, cayó justo para conmemorar el 9 de Julio con tacto popular y sin rollos ilustrados.
Algunas dificultades de sonido en las primeras canciones; cierta rabieta de Chizzo cuando al arrancar Cuándo Vendrán alguien del público arrojó una zapatilla; Tete tocando sentado, parado, acostado y corriendo todo el tiempo, y Tanque, a quien el fan le perdona, por entrega, potencia y pasión algún destiempo eventual como el que el sábado mostró en Veneno. Pero lo más normal de todo fue el vigor de los clásicos, esos que, comolos buenos vinos, cuanto más añejos más placenteros. La conmoción que generan, por caso, Hablando de la libertad o Voy a bailar a la nave del olvido, garantizan la vigencia del feeling entre banda y público al menos de acá a varios años... un feeling innegablemente popular y genuino.

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