Jue 14.07.2005

ESPECTáCULOS  › TANGHETTO PRESENTA “EMIGRANTE” EN EL ATENEO

La máquina del tango

Max Masri y Diego Velázquez prefieren evitar el lugar común de presentarse como precursores del tango electrónico, aunque advierten: “En la escena hay bienintencionados y oportunistas”.

› Por Karina Micheletto

Definitivamente instalado como un subgénero que ya tiene batea propia en las disquerías, el tango electrónico sigue ganando territorio en la escena de la música local. Los primeros fueron Gotan Project, desde Francia (aunque Santaolalla y su Bajofondo Tango Club les peleen la punta asegurando que tuvieron ideas simultáneas). Entre los que tienen ganado un nombre y cierto público fiel está Tanghetto, gestado como un proyecto experimental de estudio por Diego Velázquez en guitarras y sintetizadores y Max Masri en programación y sintetizadores, y corporizado luego en un sexteto que incluye piano, batería, violoncello, bandoneón y violín chino. Hoy a las 21 el grupo presentará Emigrante, su primer disco, en el teatro ND/Ateneo (Paraguay 918).
Cuando algo funciona, se sabe, hay muchos dispuestos a sumarse. Habrá que prestar atención a lo que pasa con el tango electrónico, al que algunos saludan como el futuro del tango hoy, y otros oponen una mueca de desconfianza. “Es peligroso –admite Diego Velázquez–. Hay dos tipos de artistas que se meten: los que sienten ganas de experimentar y les interesa, y los que tienen cierto grado de oportunismo. Igual, unos y otros decantan enseguida.”
Por lo pronto, es interesante lo que pasa con Tanghetto: su primer disco vendió 20.000 copias, una cifra nada despreciable para un proyecto independiente, y encima de música instrumental. Con ese disco fueron nominados al Grammy Latino (“Fue grosso estar en la entrega con tipos como Santana o ir a una fiesta en Los Angeles con todas las celebridades y escuchar que pasaban nuestra música”, cuentan). Tanghetto no tiene un circuito de lugares para presentaciones demasiado claro (de hecho, alternan entre la escena electrónica y las milongas más jóvenes donde, desde Cromañón para acá, no tocan grupos en vivo) y, sin embargo, venden mucho y hasta tienen un grupo de seguidores que se hizo oír, por ejemplo, en el último festival de tango. Como un factor importante a la hora de la difusión, ellos apuntan, como muchos, a los dueños de las disquerías, esas que todavía quedan en pie por fuera de las grandes cadenas. “Gente que además de vender discos escucha música, le gusta lo que hacemos, se copa y la pasa en su negocio. Así es como muchos nos conocieron y compraron nuestros discos”, aseguran los Tanghetto.
–¿Un grupo de tango electrónico con fans?
Diego Velázquez: –Hay gente que nos sigue, y bienvenido sea, aunque no es algo que esperábamos. De repente, nos vimos enfrascados en un fenómeno mundial. Hay una revalorización de lo local como una reacción frente a lo global. Y terminan creándose dialectos especiales con los que nos podemos entender todos, lo que en lingüística se llama lingua franca.
–Entre tantos electrotangueros, ¿qué los distingue a ustedes?
Max Masri: –Tiene que ver con la melodía. Lo que hacemos tiene estructura de canciones, a pesar de que es música instrumental. No nos quedamos en la idea de música de fondo.
D. V.: –Además, en nuestros espectáculos presentamos un tema que atraviesa todo el show, y en cada canción hay un concepto que se va sumando. Con este disco, por ejemplo, abrimos con un tema que se llama Inmigrante, que habla de los que llegaron buscando un futuro a este país, y terminamos con Emigrante, donde la inmigración cambia de signo.
–Supongo que lo tienen que explicar.
–Y, sí. De hecho, en el disco, para cada tema hay un texto. Hay tres cosas que apoyan en vivo el mensaje: una, muy importante, es la palabra, o determinadas palabras que generan imágenes mentales fuertes. Otra es la imagen: hay un VJ que va improvisando con imágenes sobre una pantalla, con lo cual lo suyo tiene algo de interpretación. Y el tercer canal es la danza.
–Ustedes hablan de bienintencionados y oportunistas dentro del tango electrónico. Para quien no conoce la escena, ustedes pueden quedar encasillados en cualquier grupo.
D. V.: –Es cuestión de que nos escuchen. Además, nuestro grupo, como Bajofondo, Narcotango o San Telmo Lounge, ya tiene un nombre instalado.
–¿Ustedes también se presentan como “primera camada”?
D. V.: –No, para nada. De hecho es algo que se le ocurrió a bastante gente antes que a nosotros. Venimos tocando, tenemos un nombre. Eso es todo.
Cuando tenía quince años, Masri tomó clases de improvisación con Virgilio Expósito, de quien aprendió, dice, la importancia de la amplitud. “El era reconocido en el tango, pero no tenía prejuicios para hacer bossa nova o jazz, no estaba limitado.” Y eso es para destacar, viniendo de un músico de tango, destaca Velázquez. “Los bailarines son menos prejuiciosos, aceptan las nuevas corrientes con más amplitud. Los músicos son más difíciles. En el tango, la extrema derecha está en la música”, lanza, como un slogan provocador. “Igual, acá, sin querer, se armó como una escena de tango electrónico, y eso es bueno, porque en el mundo, cuando esto pasa, genera un estilo fijo”, agrega Masri. “Y en Buenos Aires, la gente ve que es algo genuino, porque todos mamamos tango, de una forma u otra. Muchos jóvenes o extranjeros conocen al tango a través de la electrónica, y terminan investigando para atrás. Eso habla de que algo estamos aportando al tango.”

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