Sáb 23.07.2005

ESPECTáCULOS  › LOS AMADOS, EL GRUPO ROMANTICO EN GIRA INTERMINABLE

“A veces uno se pone kitsch”

En su nuevo espectáculo, Besitos de coco, el grupo fundado por Alejandro “El Chino” Viola hace uso de su cóctel habitual para concentrarse en los pretextos para romper una pareja.

› Por Silvina Friera

El caballero onda galán romántico latino de los años ’50 –jopo producido para la ocasión y bigotito anchoa– ingresa a la sala con su banda de apologistas de lo kitsch en gira interminable por el mundo. “Qué maravilla, no pensaba estar otra vez en la Argentina”, dice El Chino, infatigable mensajero del amor, un optimista por naturaleza, galante, ingenuo, conquistador, que se aloja en un lujosísimo hotel del barrio de Constitución. “Esta noche se van más enamorados que nunca”, amenaza, “o cambian de pareja”. Lo acompañan el contrabajista puertorriqueño Tito Richard Junquera; “el poeta de las cuerdas”, Cristino Alberó; la tecladista Raquelita, una joven que sólo habla en hebreo y que El Chino conoció en uno de sus periplos por un kibbutz nicaragüense; el trompetista guatemalteco Malvino Santoro y el ex doble de riesgo Pocholo Santamaría, devenido percusionista del grupo. Los Amados presentan todos los viernes a las 21 y los sábados a las 0 en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565) su nuevo espectáculo Besitos de coco, un cóctel picaresco amoroso de ritmos tropicales: bolero, cha cha cha, rumba, hasta animándose con un rock and roll de Elvis Presley. “Aguante lo kitsch”, debe pensar más de un espectador, al borde de las lágrimas o del ataque de risa, cuando escucha frases como “el amor no correspondido toma al alma como picaflor desplumado”.
El ideólogo de este grupo teatral-musical es Alejandro Viola, alias El Chino. A fines de los años ’80, Viola, licenciado en Comunicación Social, tenía una pequeña agencia de publicidad con dos amigos y estudiaba teatro. Entusiasmado con la llegada de las películas de Pedro Almodóvar, imaginaba cómo sería si tuviera una banda de música rara. En 1989 llegó la oportunidad de pasar de la imaginación a la realidad: una compañera del grupo de teatro lo invitó a su cumpleaños y le pidió que, junto con sus dos amigos, prepare un sketch. “Se nos ocurrió hacer una serenata, pero no vestidos de civil sino de serenateros. Ahí apareció la idea de tres hermanos músicos que llegan de una gira interminable y hacen un show decadente trayendo su mensaje de amor. No tenían que ser argentinos sino de algún lugar de Latinoamérica, como escapados de una telenovela”, recuerda Viola en la entrevista con Página/12. A partir de este debut casual comenzaron a llamarlos para otras fiestas.
En 1991 se anotaron como El Trío Los Amados en la Segunda Bienal de Arte Joven. Los tres amigos, que tenían como referente estético al Lalo Mir de Radio Bangkok, le llevaron una carpeta con fotos de los shows. “Lalo, que es una genialidad de tipo, nos dijo que fuéramos a la semana siguiente y empezó a anunciar que llegaba un grupo latinoamericano de música tropical. Y aparecimos en la radio, vestidos de Amados”, señala Viola. A partir de ahí, Lalo apadrinó al grupo y actuó como presentador en los shows de El Dorado. “Eso provocó una expectativa fuerte y cuando llegamos a la Bienal tocamos en Puerto Madero, y salimos de un barco oxidado, a cien metros, saludando.” Pronto pegaron el gran salto a la pantalla grande: en la misma semana estuvieron de gira en los programas de Susana Giménez, Moria Casán y Xuxa. Este aluvión mediático no cambió el bajo perfil que hace 16 años cultiva el grupo. Los Amados, cuenta Viola, compartieron una noche inolvidable en Cemento con Los Twist y Los Auténticos Decadentes. “Muchos pensaron que el Chino era Pipo Cipolatti disfrazado. Era un público pesado, algunos nos escupieron, otros se divirtieron.”
–¿Cómo define la estética del grupo?
–Es una estética kitsch moderna que no está anclada en los ’50. La telenovela, que a veces parece un discurso kitsch, está anclada en una realidad. Puede parecer ridícula por lo romántica de la relación de la pareja protagónica, pero eso no está tan lejos de lo que somos nosotros. A veces uno se pone kitsch. Hace 13 años que estoy casado, pero cada vez que tenemos una cena íntima pienso en poner las velas y me encanta, y cumplimos un aniversario y le llevo flores (risas). A todos nos gusta conquistar con dos copas de vino tinto y una cena y no con la frialdad o la pose de “yo no soy kitsch, no hago nada de eso”.
–¿De qué aspectos de la relación de pareja se ríen Los Amados?
–Hay cosas que me gusta tratar a través de la risa, cierto tipo de violencia que hay entre las parejas cuando se descalifica a la otra persona como si fuera normal, no sólo en la intimidad sino delante de otros: que alguno haga una escena porque es celoso o celosa es medio irrespetuoso, en nombre del amor no me lo banco. En este show hablamos mucho de los pretextos para romper una pareja, los problemas para comunicarse y los discursos obvios, que todos los usamos, como “el no te merezco”. Eso es burdo: los hombres tenemos más problemas para comunicarnos y decir lo que sentimos.
–¿Quién es el Chino Amado? ¿Cómo construyó a ese héroe romántico?
–El Chino tiene un aire de familia: mi viejo era igual, se peinaba con un jopo alto en los ’60, usaba bigotes y le gustaba cantar. El personaje es altamente romántico y no conoce la doble intención. Es ingenuo, pero a la vez ha sido muy conquistador y ha tenido un amor en cada puerto. Pero también se parece a los galanes latinos de los teleteatros y a los personajes románticos de los ’50, como Los Panchos o Cuco Sánchez. En las telenovelas nuevas aparecen los que fueron galanes como padres o abuelos, todos aggiornados, teñidos de rojizo y estirados, porque hace 20 años vivieron su momento de gloria. Esto es lo que pasa con Los Amados: ellos creen que están en su momento de gloria, que el público los está esperando en cada lugar. Y esos personajes reúnen una serie de cosas kitsch que tiene el mundo artístico, que es esa soledad y esa necesidad de pensar que el público siempre está preguntando por nosotros.
–En unas de las funciones de Pecar de pensamiento, el año pasado, cuando sacó a una mujer a bailar, su pareja reaccionó mal. ¿Tuvo problemas en este sentido?
–A mí me da mucha risa. ¿Usted vio cómo estoy vestido? (Risas.) ¡Con un saco con flores, con un jopo y bigote puedo conquistar a tu mujer! Reaccionó mal, pero no me pegó ni me dijo nada. Resulta que un amigo mío que estaba filmando conocía al tipo. Cuando yo volví al escenario le dijo a mi amigo: “Le voy a romper la cara”. Mi amigo le planteó: “¿No te diste cuenta de que es una joda?”. Y el tipo no entraba en razones: “Qué joda, cómo la va a levantar, ¿no ves que está conmigo?”.
–¿Reivindica el humor ingenuo y un tanto naïf?
–Claro que sí, ¿sabe por qué? La ingenuidad me sirve para mostrar que las parejas discuten sobre la grasa de la milanesa y que no vale la pena hacerlo (risas).

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