ESPECTáCULOS
› ¿QUE ES EL DEPARTAMENTO DE DESARROLLO
DE PROYECTOS DE PATAGONIK FILM GROUP?
Cómo fabricar otras “Nueve reinas”
Andrés Schaer y Raúl Rodríguez Peila cuentan las iniciativas de la “major” y dicen que “no se trata de hacer chorizos”.
› Por Horacio Bernades
¿Se profesionaliza la industria del cine argentino, sumida hasta ahora en un espontaneísmo que la pone, con demasiada frecuencia, al borde mismo de la chapucería? Tal vez sea un poco pronto para dar una respuesta terminante, y los antecedentes en este terreno aconsejan ser prudentes. Pero algún indicio hay. El más concreto pasa por la existencia de un Departamento de Desarrollo de Proyectos, que funciona desde hace un par de años en la órbita de Patagonik Film Group. Productora o coproductora de películas como Nueve reinas, El hijo de la novia, Patoruzito y Valentín, Patagonik es lo más parecido a una major con que cuenta la industria cinematográfica local. Imitando un modo de funcionamiento que suele ser rutina en industrias más desarrolladas, la responsabilidad de quienes se hallan al frente de ese departamento consiste en generar nuevas películas, supervisando cada una de las etapas del proyecto, desde el guión hasta la edición.
“Si bien no participamos estrictamente de todas sus etapas, la ópera prima de Sebastián Borenzstein, La suerte está echada, posiblemente sea la primera producida por Patagonik que refleja en buena medida nuestro trabajo”, aseguran Andrés Schaer y Raúl Rodríguez Peila, responsables del departamento en cuestión. Con estreno anunciado para dentro de un par de semanas, no habrá que esperar mucho para empezar a verificar los resultados de ese trabajo, que incluye, hasta la fecha, una media docena de otros proyectos, aún en etapa embrionaria. Graduado en la carrera de dirección de la Universidad del Cine, Schaer (32 años) conoció a Rodríguez Peila (a los 42 fue asistente de dirección en Eternas sonrisas de New Jersey, La peste y Plata quemada, entre otras) durante el rodaje de La puta y la ballena. Allí, ambos se desempeñaron como asistentes de dirección. Luego de eso, cada uno de ellos dirigió sendas películas producidas por el sello. Schaer codirigió Deuda junto a Jorge Lanata, mientras que Rodríguez Peila se puso al frente del producto de acción Peligrosa obsesión. Pero, sobre todo, prestaron trabajos de asesoría y consulta interna, hasta que los directivos de la empresa los pusieron al frente del departamento que dirigen desde 2003.
“Desarrollar un proyecto es algo que tiene cierta relación con lo que es la curaduría”, señalan ambos. “Se lo supervisa incluso desde antes del guión, desde la propia idea inicial, y se lo va siguiendo a lo largo de la preproducción, el rodaje y la posproducción, hasta el momento mismo en que llega a las salas. Eso no necesariamente quiere decir que el producto terminado sea hijo de uno: al tratarse del producto de una gran empresa, son muchas manos, opiniones y puntos de vista los que intervienen a lo largo del proceso.”
–¿Cómo fue que llegaron hasta el Departamento de Desarrollo de Proyectos de Patagonik?
Raúl Rodríguez Peila: –Primero nos propusimos como directores, pero enseguida advertimos que había un trabajo pendiente, que era el de organizar el cúmulo de guiones, los centenares que llegan permanentemente hasta una empresa como Patagonik, generalmente de gente que quiere dirigir sus propios guiones. Allí nos encontramos con que una de las cosas que sucede es que no siempre la persona que lo escribió es la más apropiada para dirigirlo. En ese caso, lo más conveniente es pasárselo a otro para que lo dirija. ¿Pero a quién, por qué, para qué? Todas esas son algunas de las preguntas que se hace, cotidianamente, la persona que se desempeña en un puesto como el nuestro.
Andrés Schaer: –A la vez, en la mayoría de los casos ese guión, por muy bueno que sea, necesita de otra mirada para que pueda pulirlo, mejorarlo, complejizarlo. Hay casos como el de Fabián Bielinsky, director de Nueve reinas y la inminente El aura, que trabaja su guión a lo largo de años, por lo cual ahí es poco lo que puede agregarse o aportarse. Pero eso no es lo más común. Y ojo que no estoy hablando sólo de desidia o ineficacia por parte de quien lo escribe. Escribir un guión es algo muy laborioso, insume tiempo y esfuerzo, y a lo largo de ese proceso es muy común que quien lo escribió se empantane, se bloquee o pierda perspectiva. Es allí donde la mirada de otro, que tenga conocimientos del tema, siempre va a ser beneficiosa.
–¿Es a eso a lo que se dedican, a “mejorar” guiones?
R. R. P.: –No sólo a eso. También es parte de nuestra responsabilidad coordinar las diferentes etapas de una película, sugerir posibles nombres de directores para cada trabajo, asesorar en relación con el elenco y la dirección artística y hasta pensar las estrategias de lanzamiento más adecuadas para cada película, algo que en el mercado argentino todavía está muy descuidado.
A. S.: –Una de las cosas que hacemos es un casting permanente de directores, que no necesariamente trabajan para Patagonik, pero en un futuro podrían llegar a hacerlo. Mantenemos entrevistas con cada uno y elaboramos un perfil de acuerdo a gustos, capacidades e intereses. De esa manera, cuando entre un nuevo guión a la empresa, ya contamos con la data para darle la mejor asignación posible, en caso de que nos parezca que el autor del libro no es el mejor candidato para dirigirlo.
–¿Los guiones a los que les dan curso son aquellos que responden a una narrativa tradicional?
R. R. P.: –No necesariamente. Nosotros aprobamos lo que nos parece bueno, responda o no a la estructura convencional en tres actos o no. Pero tampoco decidimos solos. Dentro de la empresa hay un departamento comercial, otro de finanzas y obviamente hay un cuerpo directivo, y puede ser que en alguna de esas instancias se rechace algún proyecto que nosotros elevamos, por no considerarlo viable. O lo contrario, que de pronto debamos supervisar un proyecto que en una de esas está muy “verde”, o que viene con problemas de fábrica y en una de esas después ya es difícil arreglarlo.
A. S.: –Nos interesa que quede claro que Patagonik no es necesariamente una máquina de hacer chorizos. De hecho, antes lo primero que se tenía en cuenta era la viabilidad comercial, y desde hace un tiempo eso cambió: ahora, lo que se prioriza es la evaluación artística de cada proyecto, y recién después viene lo comercial.
R. R. P.: –Actualmente, la política de Patagonik está dirigida a distintas líneas de producción. Se siguen considerando las propuestas más masivas o populares, pero también proyectos de carácter autoral. Esos son los que a nosotros más nos interesa desarrollar.
–Cuando hablan de “proyectos autorales”, ¿a qué se refieren?
R. R. P.: –A películas como Nueve reinas, El aura o La suerte está echada. Creemos que hay mucho para desarrollar en una zona que es la del cruce entre el cine de género y las inquietudes autorales. Pero sucede que en el cine argentino actual hay un enorme predominio del cine de autor, en desmedro del género. Es una lástima, porque el género facilita la comunicación con el público.
A. S.: –¿Quién hace cine de género actualmente en Argentina? Son muy pocos. Bielinsky, Campanella y pocos más. Muchas veces nos pasa que tenemos un buen guión de comedia, o para una película de acción, un policial, una de terror. Y no sabemos a quién dársela, porque faltan especialistas en el género. A su vez, vamos a convocar a un concurso de guiones, del cual surgirán nueve o diez premiados. Pero no es que los guiones premiados van a filmarse tal cual están. Van a ir a un taller de guión que durará un par de meses, y recién de ahí saldrán los tres ganadores. La idea es justamente la de trabajar cada guión. Porque un guión sólo puede darse por terminado cuando tiene mucho trabajo encima, cuando “se lo cagó bien a piñas” y dio muestras de que tiene aguante.