Mar 26.07.2005

ESPECTáCULOS  › JEAN FRANÇOIS CASANOVAS, EDUARDO
SOLA, LA ESENCIA DE CAVIAR Y “¡TE ODIO!”

“La nuestra es una transformación teatral”

En una época en la que el travestismo se volvió moneda corriente, el nuevo espectáculo del grupo sigue sorprendiendo. El dúo creador afirma que no busca la simple confusión, y se diferencia: “La silicona no es un truco de escena”.

› Por Cecilia Hopkins

Desde principios de los ’80, el grupo Caviar que lidera Jean François Casanovas es sinónimo de transformismo, fonomímica y sofisticación. Conformados por una decena de números musicales, sus espectáculos se presentan desde hace varios años en La Casona del Teatro (Corrientes 1975), basados en la exhumación irónica de diversas épocas y ritmos musicales. El refinado vestuario determina el espíritu de cada cuadro: peinados encumbrados, profundos escotes y tacos altísimos hablan de las referencias estéticas del grupo, anteriores a 1960. “Encontrar una vuelta humorística a las cosas es nuestra forma de quitarle solemnidad a todo”, define Casanovas en una entrevista con Página/12 a raíz de su reciente estreno de ¡Te odio!, el último espectáculo de Caviar, creado junto a Eduardo Solá, también presente en la entrevista.
Bailarín clásico, también concertista de piano, Solá ingresó al grupo hace 5 años: “La carrera del pianista es muy solitaria, así que tengo la suerte de resumir en Caviar todo lo que me gusta hacer”, dice. Los acompañan Daniel Busato y Diego Moyano: el primero se especializa en poner el cuerpo a las mujeres infartantes del show (una es Marilyn; la otra, una vedette que va cubriéndose de plumas, cantando en playback un tema de la italiana Gabriela Ferri); el segundo no se traviste sino que aporta al espectáculo un ambiguo toque masculino mientras baila o realiza muestras de acrobacia, sin apelar al humor. En cambio, el único momento en que la dupla Casanovas-Solá no busca el efecto cómico es durante el homenaje que rinden a Edith Piaf, fusionando música en vivo y fonomímica. Los espectáculos de Caviar siempre se estructuran en una sucesión de pantallazos vertiginosos. Casanovas nunca buscó desarrollar una historia vertebradora, a pesar de que el propio Manuel Puig, un año antes de su muerte, había escrito una obra especialmente dedicada al grupo: “Era la vida de una costurera y un cartero al que él sumó un embrollo con espías, bien a su estilo –cuenta el director–, pero aquel momento sociopolítico hoy ya no tiene vigencia y ahora no tendríamos cómo definir los cambios del guión”.
–¿Cómo hace Caviar para preparar un espectáculo nuevo? ¿Las reuniones se parecen a las de un grupo de creativos publicitarios?
Jean François Casanovas: –Es algo así, pero sin lo periódico de los encuentros. Cuando nos surge la necesidad vital de preparar un nuevo espectáculo se empiezan a sumar temas musicales, textos de películas. Buscamos crear contrapuntos, contrastes entre la idea de lo masivo y lo elitista. Como una cantante que interpreta una canción patriótica popular, pero con voz engolada, en el Colón y apoyada en una columna griega. Buscamos crear esa sensación de estar meando fuera del tarro.
Eduardo Solá: –Como presentar a alguien que le habla al pueblo de la pobreza y la necesidad, con una enorme pulsera de brillantes.
–El vestuario define cada una de las escenas. Las ropas, o un accesorio, ¿funcionan como disparador de la imaginación?
J. F. C.: –El estilo de la ropa es un buen vehículo para desarrollar las historias. El vestuario debe ser una bofetada visual: lujoso y de buena confección, nunca berreta, siempre acorde al nombre del grupo. Es parte de lo que el público espera de nosotros... pero es lo último que aparece.
E. S.: –Porque puede pasar que no nos sirva para los movimientos que queremos realizar en escena, así que primero vienen las ideas y la coreografía y después pensamos cómo vamos a vestirnos... para no parecer momias de lujo.
–¿Cómo seleccionan el material de películas?
J. F. C.: –Siempre dije que soy un reciclador de voces muertas. Encontramos en películas dramáticas bocadillos imperdibles, a veces porque están mal traducidas. En este espectáculo hay voces de películas de actrices como Bette Davis, Joan Crawford, Isabel Sarli y Libertad Lamarque.
E. S.: –Tenemos guardado mucho material y lo sacamos a relucir en el momento que haga falta. Pegamos los fragmentos en edición, armamos una historia nueva, una especie de Frankenstein.
–¿Cómo definirían los cambios que aparecen en esta nueva obra, con relación a las anteriores?
J. F. C.: –¡Te odio! está más concentrado en la actuación, en el carácter de los personajes y el humor. También hay menos coreografías que en los anteriores.
–La aparición de un actor que no realiza transformismo en escena es otro de los cambios importantes.
J. F. C.: –Eso forma parte de unas pautas visuales elegidas adrede. Este hombre parece un atleta ruso, pero en versión compacta: buscamos una imagen de macho lampiño y menos alto que todas las mujeres que lo rodean.
–¿Por qué creen que sigue causando impacto el truco de presentar en escena a una supermujer que, en realidad, es un hombre?
J. F. C.: –Nosotros buscamos provocar a conciencia esa sensación en los espectadores. Construir un cuerpo artificial femenino. Que el público sepa que es un hombre y que, aunque no tenga afinidad sexual con lo masculino, le termine gustando. Para calentar la atmósfera, para ratonear, para eso lo ponemos.
E. S.: –También hay algo de caricatura en la representación de esa vedette por parte de un hombre, como si fuera una chica Divito...
–¿No les juega en contra lo naturalizado que está el travestismo hoy en día?
J. F. C.: –Lo que nosotros hacemos no está hecho para confundir a la persona que está mirando. La transformación nuestra es teatral. La silicona, en cambio, no es un truco de escena. No voy a dar nombres porque no me gusta hacer promoción a nadie... pero esos personajes que pululan en la farándula, en la televisión y en los escenarios, por lo general, no tienen talento teatral.
–¿Cuáles son los aportes de Caviar al espectáculo local?
E. S.: –Caviar se va renovando, siempre buscamos nuevas ideas... y siempre existe el riesgo del robo...
J. F. C.: –Lo nuestro es una mezcla de teatro y music hall. Caviar se caracteriza por la velocidad de la transformación, la idea de estar viendo cine en vivo y por la enorme personalidad de sus intérpretes: no son sólo buenos actores y bailarines sino personajes en sí mismos... somos freaks, somos gente que no encaja en lo convencional.
–¿Qué es lo que espera hacer Caviar alguna vez?
J. F. C.: –Poner Romeo y Julieta es algo que me gustaría...
E. S.: –Claro que, en estilo Caviar, esa obra duraría diez minutos.
J. F. C.: –Sí, porque nos interesa mostrar el caracú del asunto, el extracto: nosotros somos más del caldito que de la olla de puchero.

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