ESPECTáCULOS
› “UN OSO ROJO”, DE ADRIAN CAETANO, ELOGIADA EN CANNES
“Un país en descomposición social”
Después de las excelentes críticas que cosechó en Cannes El bonaerense, de Pablo Trapero, le llegó el turno a Un oso rojo, de Israel Adrián Caetano, exhibido en las postrimerías del festival francés, el más importante del mundo, que concluyó el domingo. Exhibida en la sección no competitiva “Quincena de los realizadores”, el film de Caetano, producido por Lita Stantic y protagonizado por Julio Chávez y Soledad Villamil, llegó a Cannes luego de que el año pasado Bolivia obtuviera allí el Premio de la Semana de la Crítica. Para el crítico Thomas Sontinel, del vespertino Le Monde, “el joven realizador argentino ha elegido el mundo del hampa y del clasicismo (...). Caetano, que hasta aquí estaba enmarcado en el campo de verismo social, se somete dócilmente a las reglas del film de género. Pero no se trata de una rendición. El país que descubre el personaje central a su salida de la cárcel está asolado por la crisis y la descomposición social. Caetano les hace su lugar a los humildes, que encuentran en este ángel de la muerte, encarnado con una fuerte presencia y una pizca de humor por Julio Chávez, un héroe vengador, versión sanguinaria de Robin Hood”.
El film de Caetano, a quien la revista británica Moving Pictures comparó con algunos trabajos de John Cassavetes, narra el reencuentro del “Oso” (que compone Chávez) con la dura realidad. Después de siete años de prisión por haber matado a un policía en un asalto frustrado, el “Oso” comprueba que su mujer (Villamil) y su pequeña hija han reconstruido su vida con otro hombre (Luis Machín), un desocupado aturdido por el alcohol y las deudas. Hay algún viejo patrón (el ilusionista René Lavand) que todavía le debe plata al “Oso”, pero como los billetes tardan en llegar acepta participar de un robo que debería ser perfecto. Pero no lo es.
Según el crítico Philippe Azoury, del matutino Libération, “el Oso es aquí un hombre y tiene sangre en las manos”. Para Azoury, el film recuerda “al primer Tarantino, sin el brillo de Perros de la calle, pero sin algunos de los tics insoportables del norteamericano”. Y agrega entusiasmado: “Uno encuentra, sobre todo hacia el final de L’Ours rouge, una escena absolutamente magnífica, un duelo a la manera Eastwood, donde el Oso es empujado a desquitarse, él solo contra todos, justo cuando las balas le escasean. Atrás, la banda de sonido entona el Himno nacional argentino, otorgándole al film una dimensión épica”.