Vie 31.05.2002

ESPECTáCULOS

Fassbinder en un formato inédito

La señal Europa, Europa estrena mañana “Berlín Alexanderplatz”, un monumental telefilm del realizador alemán dividido en trece episodios.

› Por Luciano Monteagudo

Cuando hacia 1980, dos años antes de su muerte repentina, Rainer Werner Fassbinder tuvo la oportunidad de rodar para la televisión alemana su versión de Berlín Alexanderplatz, la famosa novela de Alfred Döblin, ya era un cineasta consagrado, no sólo en su país sino también en el plano internacional. Desde fines de los ‘60, cuando estalló ese movimiento que se conoció como “Nuevo Cine Alemán” (un conjunto heterogéneo, que también reuniría en sus filas a Werner Herzog y Wim Wenders), Fassbinder, rodeado de un grupo fiel de amigos y colaboradores, surgido del Action Theater que él mismo había fundado, venía filmando frenéticamente, a un ritmo de tres o cuatro largos por año. Inspirado tanto por la nouvelle vague francesa como por los desatados melodramas que imaginó para Hollywood su compatriota Douglas Sirk, Fassbinder había logrado construir un cuerpo de obra tan prolífico como singular, donde cada nuevo film parecía un capítulo más de su impiadosa lectura de la sociedad alemana de posguerra. Katzelmacher, Dioses de la peste, El frutero de las cuatro estaciones, Las lágrimas amargas de Petra von Kant, La angustia corroe el alma, La ley del más fuerte son algunos de los muchos títulos memorables que jalonaron su cine hasta llegar a El matrimonio de María Braun (1978) que, sin ser necesariamente su mejor film, fue sin duda aquel que obtuvo mayor trascendencia y le abrió las puertas a presupuestos más generosos de los que había dispuesto hasta ese momento.
Los abundantes medios que Fassbinder dispuso entonces para llevar a la pantalla Berlín Alexanderplatz no los utilizó, sin embargo, para regodearse con la recreación de las calles de la ciudad hacia 1928, que es cuando transcurre la novela de Döblin, sino para volcarla en toda su extensión. Quince horas de película, divididas en trece capítulos más un epílogo, fue el resultado de su traslación. Por una parte, Fassbinder sabía que no podía competir con el valor documental de la sintética versión anterior, filmada en 1931 por Phil Jutzi en escenarios naturales de esa populosa barriada obrera (luego convertida en el centro de la capital de la ex Alemania Democrática). Y por otro, su voluntad de concentrarse casi exclusivamente en interiores respondía no sólo a la opresiva, claustrofóbica tendencia de su cine sino también a una necesidad precisamente interior, de recogimiento, en la medida en que el texto de Döblin fue, según propia confesión, fundamental en su vida y su obra.
“Mi propia vida, en una parte importante y tal vez más decisiva de lo que puedo imaginar hoy, habría tomado un rumbo distinto (ríanse si quieren) del que tomó luego de que Berlín Alexanderplatz entrara en mi cabeza, en todo mi cuerpo y en mi alma”, reconoció Fassbinder, que leyó la novela por primera vez a los 14 años. “Yo, y creo que todo lector, estaba constantemente obligado a volverme sobre mí mismo, sobre mi propia realidad, sobre mi análisis de la realidad. Una exigencia que le impondría a toda obra de arte. Berlín Alexanderplatz me ayudó a reconocer esta exigencia respecto del arte, a formularla y, sobre todo, a ponerla en práctica en mi propio trabajo. Había encontrado una obra que no solo es una ayuda para vivir, sino que ayuda a elaborar lo teórico sin ser teórica; que obliga a actitudes morales sin ser moral; que ayuda a aceptar lo banal como esencial, como sagrado, sin ser banal ni sagrada.”
El film de Fassbinder –porque Berlín... debe ser considerado como tal, en la medida en que no responde a ninguno de los habituales condicionamientos de la TV sino que los desafía– sigue fielmente la ordalía moral del protagonista de la novela, Franz Biberkopf (encarnado por Gunther Lamprecht, una figura que parece arrancada de un óleo de Georg Grosz). Recién salido de la cárcel, a la que fue por haber asesinado en un rapto de furia a su amante, Franz irá conociendo las distintas estaciones de un infierno terrenal. No por nada el primer capítulo del film se titula literalmente “Comienza el castigo”. La miseria, el desempleo, la humillación persiguen al bueno, cariñoso, iracundo, brutal Biberkopf. Pero sobre todo lo persigue la traición. No importa que sus mujeres –a cargo nada menos que de Hanna Schygulla y Barbara Sukowa– lo amen y lo cuiden, a su manera (son prostitutas). Franz será traicionado una y otra vez, especialmente por quien se dice su amigo, Reinhold (Gottfried John, a quien reconocerán los admiradores del cine de Doris Dörrie).
“Maldito sea quien confía en los hombres”, repite una y otra vez Franz, mientras trata de sobreponerse a los golpes de una vida donde impera la ley del más fuerte, hasta que termina en un manicomio. Cuando sale, parece finalmente convertido en alguien “racional”, aunque ha dejado de ser él mismo. Consiguió empleo en una fábrica, donde puede sentirse uno más entre tantos. Y de fondo se escucha el crujido del huevo de la serpiente: los primeros himnos nazis.
Berlín Alexanderplatz comenzará a exhibirse por la señal Europa, Europa (canal 30 de CableVisión; 34 de Telecentro; 43 de Sky) todos los sábados de junio a partir de mañana, siempre a las 22.

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