Dom 02.06.2002

ESPECTáCULOS  › EL PROXIMO JUEVES SE ESTRENA “ALI”, LA PELICULA SOBRE EL GRAN BOXEADOR NEGRO

La leyenda del “más grande” llega a la pantalla

Con Michael Mann (“El informante”) a cargo de la dirección, y Will Smith en el papel de Muhammad Alí, desembarca en Buenos Aire. el film que Hollywood le debía a uno de los mitos deportivos y raciales más importantes del siglo XX.

› Por Horacio Bernades

No es raro que Spike Lee haya soñado con el proyecto, porque la figura central parecía fabricada a su medida: una de las grandes celebridades afroamericanas del siglo XX, que logra reinar sobre la sociedad blanca a base de la más pura autodeterminación, agallas y talento. Y encima se da el lujo de enfrentar al poder, reivindicando el costado más combativo de la negritud y declarándole la guerra al Estado. Se diría que ese personaje debería ser una creación de Spike Lee si no fuera porque existió en realidad, completando su reinado mucho antes de que el realizador de Malcolm X hubiera siquiera empuñado por primera vez una cámara. El personaje en cuestión es, claro, Muhammad Alí, quien además de haber sido tres veces campeón del mundo peso pesado y convencer al mundo entero de que en verdad era lo que él mismo proclamó desde joven (“soy el más grande”) tuvo el coraje de ponerse en el ojo mismo del huracán político y cultural, en plenos Años de la Revolución: la década del 60.
Además de ello, Alí desafió primero y le torció finalmente el brazo al mismísimo gobierno de los Estados Unidos, que quiso mandarlo a combatir a Vietnam y no pudo. Así como no pudo Spike Lee filmar su vida: sin el realizador de Haz lo correcto detrás, Alí se estrenó en Estados Unidos en diciembre del año pasado, y el jueves próximo llegará a los cines de Argentina. Ante la bronca de Lee, que no dejó de manifestar que Alí no era un proyecto para un cineasta blanco: Michael Mann –quien luego de Fuego contra fuego y El informante, contaba con amplio crédito en Hollywood– resultó el hombre aprobado por la Sony para hacerse cargo de un proyecto que daba vueltas desde comienzos de los 90, y no siempre con la brújula bien orientada. En algún momento se habló de Barry Sonnenfeld (realizador de Hombres de negro y Jim West), pero cuando éste se fue a filmar la segunda parte de Hombres de negro, Mann “heredó” el proyecto y al actor fetiche de Sonnenfeld, Will Smith. Su pasado de comediante ligero, sin embargo, despertaba dudas sobre las aptitudes que expusiera para encarnar a uno de los grandes mitos del siglo pasado.
Pero Smith se calzó los guantes, investigó al dedillo todo lo que tuviera que ver con Alí, entrenó durante meses a las órdenes del mismísimo Angelo Dundee (coach de toda la vida del tricampeón del mundo), peleó hasta el cansancio con boxeadores profesionales, engordó veinte kilos y modeló su musculatura hasta que –en la que se coincide en señalar como “la” actuación de su vida– llegó a ser Alí. Una actuación sin dobles, vale destacar: las trompadas que se intercambian en cada pelea, y que Mann filmó con varias cámaras (entre ellas una VHS minúscula que los contrincantes llevaban adherida al cuerpo, y que permite escenas de una vividez inusitada) son golpes que el propio Smith dio y recibió, y en los que lo único prohibido era pegar a la cabeza. De allí para abajo, nadie tiraba golpes al aire.
“Si lo hubiera tenido a los 20 años, podría haber hecho de él un campeón”, dijo Angelo Dundee refiriéndose a Smith y sus cualidades pugilísticas. En uno de esos sorprendentes casos de mímesis que Hollywood produce de tanto en tanto, en Alí Smith (nominado al Oscar por su actuación) bailotea como Alí, pega como Alí, habla como Alí, camina como Alí y abre la bocaza como Alí. Tanta identificación no debería sorprender demasiado. Antes de ser actor, Smith fue rapero. Y antes del hip hop, Alí no hizo más que anticipar su métrica y su intención, con esos célebres desafíos en verso, previos a cada pelea. Pero además ¿qué otra cosa fue Alí, inventor de la autopromoción deportiva, showman de sí mismo y bailarín del ring, sino un comediante ligero?
Con guión escrito a cuatro manos junto a Eric Roth, coguionista de El informante, la película de Mann –en la que cumplen roles destacados un irreconocible John Voight como el periodista deportivo Howard Cosell, Mario Van Peebles como Malcolm X y Nona Gaye, hija del padre del soul Marvin Gaye, como la segunda esposa de Alí– cubre un período de diez años. El film arranca aquel 25 de febrero de 1964, cuando Alí vence a Sonny Liston y se consagra por primera vez campeón del mundo, y concluye el 30 de octubre de 1974, día del famoso combate en Zaire contra George Foreman, cuando recuperó la corona por primera vez (cuatro años más tarde lo haría de nuevo, frente a Leon Spinks). Entre un momento de gloria y otro, sus dos primeros matrimonios (estuvo casado tantas veces como fue campeón del mundo), su acercamiento y posteriores roces con el líder de la Nación del Islam Elijah Muhammad, su ruptura con Malcolm X y expulsión de la Nación del Islam, una de sus tres peleas contra Frazier, el desigual combate frente a Floyd Patterson (no se incluye aquel memorable para los argentinos, en la que Ringo Bonavena lo enfrentó, por momentos, de igual a igual), la negativa a prestar servicio en Vietnam y consecuente condena a prisión, el retiro de la corona de campeón por parte de la Asociación Mundial de Boxeo y el regreso, tras cuatro años de inactividad, en 1971. Todo, compactado en 158 minutos de película.
Aunque en la última parte del film asoman ya los primeros síntomas de decadencia física, la película termina con Alí bien instalado en el lugar de mito. Quedan fuera las peleas posteriores a 1974, desdibujadas a fuerza de clinchs, maniobras defensivas y repliegues, así como algunas humillantes derrotas de los últimos años. Queda afuera, también, el Alí actual, con habla y los movimientos afectados por el mal de Parkinson. “No estaba interesado en contar esta historia como un docudrama o una idealización de Muhammad Alí”, señaló Michael Mann, hasta ahora reconocido como estilista de la acción (suya fue la creación de División Miami en los ochenta). “Idealizar a Alí sería mermar su humanidad. Lo despojaría de las inconsistencias y errores que nos hace ser quienes somos, así como su verdadero valor y compromiso para sobresalir como hombre y como atleta.”
Si se siguen con atención los créditos finales de la película se notará que el nombre del productor ejecutivo, Howard Bingham, es el mismo que el de uno de los personajes, el fotógrafo amigo de Alí. No se trata de una coincidencia: son la misma persona. Como fotógrafo personal, Bingham estuvo al lado de Alí durante treinta años, y ahora sirvió de puente directo entre la producción y el hombre. A quien no parecen haberle disgustado los resultados: ya vio la película seis veces.

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