Dom 09.06.2002

ESPECTáCULOS

“Insistimos porque lo nuestro va en serio”

Alma y Vida, grupo clave del rock nacional de principios de la década del ‘70, regresó con un espectáculo en el que recorren todos sus clásicos. Según sus integrantes, este es un “reencuentro permanente con amigos de toda la vida. Tocamos y todavía nos sorprendemos”.

Por Cristian Vitale

Una larga zapada en clave de blues marca el fin de un ensayo previo a los próximos shows del viernes y sábado próximos en The Cavern, Paseo La Plaza. El regreso de Alma y Vida tomó forma este fin de semana y se continuará el próximo. Un regreso con el debido –e irónico– apunte cronológico, que viene directamente de uno de sus protagonistas. Mario Salvador, trompetista original de la banda que marcó una época dentro del rock nacional a principios de los setenta, observa a sus compañeros y dispara: “Acá, si sumás edades, llegás a 300 años... mirá si hay experiencia”. La respuesta de Carlos Villalba, el bajista, es inmediata: “Cómo será que tuvimos que poner a Marcelito –Baraj hijo– en batería para que el promedio no supere los 50...”. Los Alma y Vida no paran de reírse de cosas por el estilo, y conservan el ímpetu juvenil que tenían en aquellos días de “Don Quijote de barba y gabán” o “Mujer, gracias por tu llanto”. “Lo que ves acá es un lapso de reencuentro permanente con amigos de toda la vida. Tocamos, nos divertimos y todavía nos sorprendemos a la vez”, define Bernardo Baraj.
Hay bandas históricas del rock nacional que tocaron y se fueron (Invisible, Los Gatos, La Máquina de Hacer Pájaros), otras que regresaron una sola vez para congelar su historia allí (Almendra, Manal, Serú Girán, Los Abuelos) y otras... Siempre están volviendo. Más allá de diferencias estilísticas, Alma y Vida es, como Pedro y Pablo o Vox Dei, de esos pioneros cuyo retorno se torna cíclico. Aclara Baraj: “Desde la vuelta en el 2000, el grupo quedó armado. No hay una continuidad porque cada uno está con sus proyectos, pero el hecho de distanciarnos un rato no implica separarnos”. Formado a fines de los años ‘60, luego de que algunos de sus miembros acompañaran a Leonardo Favio y Sandro, Alma y Vida grabó su primer simple en el seminal sello Mandioca, en 1970, para luego despegar hacia una vertiginosa carrera que lo ubicó entre los mejores grupos de esa década. Cuatro buenos discos editados entre 1971 y 1974 le reservaron un lugar de preeminencia dentro del rock nacional, para ir diluyéndose tras la primera separación en 1976, cuando Mellino y Baraj decidieron dejar el grupo para encarar nuevos rumbos. Un prolongado lapso sin tocar juntos y el descrédito en el que habían caído ciertos grupos de la época durante la era new wave sumergieron a Alma y Vida en un ostracismo del cual intentaron salir con un esporádico regreso en 1991 –cuando editaron su último disco Nuevas Sensaciones– y aún lo siguen intentando. “Insistimos porque no componemos música para que la señora escuche mientras pasa la aspiradora, lo nuestro va en serio”, afirma Salvador.
–¿Van a presentar material nuevo?
Carlos Villalba: –Un instrumental de Baraj, cuyo título llevará el nombre del día que se toque en vivo: el viernes se llamará 14 de junio, y el sábado “8 de junio” y así.
–¿Por qué creen que se mantienen juntos, pese a los 33 años que los separan de sus comienzos?
Juan Barrueco: –Somos un grupo democrático, en el cual cada uno dice lo que piensa. Como en todo sistema democrático, las cosas son más lentas pero cuando se toma una determinación ésta tiene mucha más fuerza, porque cuenta con el aval del conjunto.
–¿No hay un líder, entonces, que tome esas decisiones?
J.B.: –Cuando estábamos en auge, las compañías grabadoras nos presionaban todo el tiempo para grabar rápido, pero nunca nos apuramos. “Hoy te queremos cantar” tenía tres letras y se votó por una. Todos elegimos.
–¿Qué características tendría un nuevo disco de Alma y Vida?
C.V.: –Como fue siempre, cada uno aportaría lo suyo. Mi idea es hacer algo más pesado, tipo Deep Purple con caños. Ese es mi palo.
Bernardo Baraj: –Reflejaría el paso del tiempo. Creo que en estos años evolucionamos y, a la hora de preparar un material nuevo, esto estaría implícito en los arreglos y en la concepción de los temas. Sería como un Alma y Vida aggiornado.
–Cuando menciona “evolución”, ¿en qué sentido lo hace?
B.B.: –El parámetro que tenemos ahora es que cada vez que la banda sube a un escenario suena contundente. En este sentido, creo que podemos superar nuestro pasado. Es cierto que los reencuentros marcan una distancia. El transcurrir del tiempo, por la experiencia de vida que sigue cada uno, separa a la gente. Te encontrás con una persona después de 20 años y pensás “ya no es lo mismo”. Con nosotros, eso no pasa.
C.V.: –Además, está el aporte de Marcelo Baraj. No es que Alberto –Hualde, el primer baterista– no pudiera hacerlo igual, sino que Marcelo es sangre fresca, tiene otra manera de pensar.
–Este país es muy distinto a aquel que ustedes vivieron cuando se formaron y se hicieron de un nombre, ¿qué reflexión podrían hacer acerca del contexto social y político que los rodea en el presente?
B.B.: –Aquel era un momento efervescente, de mucha lucha y con una generación combativa, de la cual desaparecieron 30 mil personas. Hoy estamos enrolados en la misma corriente ideológica. Los temas que tocamos reflejan ese espíritu y hoy tienen más vigencia que en los ‘70.
Mario Salvador: –Nuestra poesía es atemporal. Explica ambas épocas.
–¿Y musicalmente qué diferencias existen?
J.B.: –En el mundo, la música no ha cambiado. Yo sigo escuchando blues, un estilo antiquísimo, que uno conoce a través de BB King, Koko Taylor, etc. Nosotros siempre estuvimos en ese contexto, hemos tomado también cosas de Otis Redding, de Wilson Picket, de Chicago, todos artistas de raíces negras. No hay variación, nunca más aparecieron otros Beatles que provocaran algo diferente. Solamente existe el avance técnico, pero la música es la misma.
–¿Identificarían a Alma y Vida como un grupo de rock?
C.V.: –Convivimos músicos de distintas escuelas. Bernardo y Juan vienen del jazz, mientras que yo me identifico como un rockero. Igual es complicado definirnos como rockeros, más ahora que hay mucha fracción. Antes, ibas a un show de cuatro bandas y te quedabas toda la noche, aunque no fueran de tu palo.
Durante la entrevista con Página/12, Carlos Mellino permaneció solo en una mesa aparte, tomando cerveza y degustando unas empanadas. Sólo intervino, escueto, al final de la charla. Mientras sus compañeros permanecían discutiendo acerca de la grandeza de Piazzolla, la vigencia o no de Pugliese, la sensibilidad de Angel Vargas o el virtuosismo de Baker y Marsalis, el cantante se reservó para la última respuesta.
–¿Se imagina tocando con la misma energía dentro de 15 años?
–Hace 15 años que vengo imaginando lo mismo.

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