ESPECTáCULOS
› EL LUNA PARK VUELVE A SER EL TEMPLO ROCKERO DE OTROS AÑOS, DESPUES DE LARGAS TEMPORADAS DE AUSENCIA
Los grandes éxitos de un estadio para pesos pesados
Los recientes shows de Charly García y Ratones Paranoicos ratificaron la reanudación de un romance con historia sinuosa. En Corrientes y Bouchard se vivieron jornadas gloriosas y otras no tanto: desde el “rompan todo” de Billy Bond y La Pesada hasta la despedida de Sui Generis, pasando por el escándalo de Quiet Riot.
› Por Roque Casciero
Carlos Monzón. Liza Minnelli. Guillermo Vilas. Frank Sinatra. Nadia Comanecci. Víctor Galíndez. Tom Jones. En el hall del Luna Park pueden encontrarse retratos de estos artistas y deportistas de renombre, todos ilustres visitantes del estadio de Corrientes y Bouchard. Sin embargo, aunque no fueron pocos los rockeros que decidieron “bailar el rock del rico Luna Park” (Patricio Rey dixit), no hay en todo el lugar una mísera fotito que recuerde su paso. Es que a Juan Carlos “Tito” Lectoure, por décadas dueño y señor del estadio, no le gustaba nada el rock. “Una vez hicimos un recital y rompieron todo. Desde entonces digo que no”, recordó hace un par de años. La situación comenzó a cambiar bastante antes del fallecimiento de Lectoure. Esteban Livera, sobrino y mano derecha de “Tito” (y actual coordinador general del Luna Park), fue de los que insistieron para que el estadio volviera a abrirse al rock. Y ahora que las visitas de artistas extranjeros aparecen como utopías, devaluación mediante, el Luna volvió a programar con regularidad shows de rockeros locales. Después de las fechas de los Ratones Paranoicos y del doblete exitoso de Charly García, ya hay programados conciertos de Los Piojos para el 19 y 20 de este mes. A todas luces, el rock y el Luna Park empiezan a escribir un capítulo nuevo en su tormentoso romance.
La inauguración del Luna, en febrero de 1932, fue matizada con bailes de carnaval, y la irreemplazable participación de orquestas de la guardia vieja del tango. Para su construcción, los amigos Ismael Pace y José Lectoure habían empeñado hasta las joyas de sus familias. El alquiler mensual del terreno baldío, que pertenecía al ferrocarril Pacífico, les costaba 700 pesos. Las tribunas y el techado completo quedaron listos el 9 de julio de 1934. Desde el comienzo, el estadio se identificó con el boxeo, aunque por ahí pasaron las orquestas de Francisco Canaro, Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese, entre otros, y hubo mundiales de básquet y voley bajo su techo. Por el Luna pasaron también una reunión nazi (en plena Segunda Guerra Mundial) y el Papa Juan Pablo II, el ballet, la pelea entre Karadagián y el Capitán Piluso, el Circo de Moscú, espectáculos de patinaje sobre hielo, y hasta los velorios de Carlos Gardel, Julio Sosa, Oscar “Ringo” Bonavena y Pascual Pérez. A fines de los años ‘80, Tito Lectoure decidió cerrar el Luna al boxeo porque esa actividad le generaba pérdidas. Sin embargo, pese a los años que transcurrieron, el estadio todavía conserva la mística de los combates de Monzón, Gatica, Acavallo y Nicolino, entre muchos otros.
El Luna Park no tiene la tradición rockera de Obras Sanitarias, durante mucho tiempo considerado el “templo del rock”. Pero en el estadio del Bajo tuvieron lugar verdaderos hitos de la historia del género. En 1970, se realizó allí un festival en el que confluyeron los tres primeros grandes del rock argentino: Manal, Almendra y Los Gatos. Esa noche también actuaron Engranaje, Los Mentales, Facundo Cabral y Vox Dei. “Fue un concierto grandioso, espectacular”, recuerda el periodista Alfredo Rosso. “Ver a Los Gatos fue una experiencia muy fuerte, porque Ciro (Fogliatta) estrenaba el órgano Hammond y porque en esa época estaba Pappo como guitarrista.” Dos años más tarde, La Pesada del Rock and Roll protagonizó en el Luna Park el primer gran escándalo del rock argentino. Fue el 20 de octubre de 1972: además del grupo liderado por Billy Bond, esa noche también debían tocar Color Humano, Pescado Rabioso, Litto Nebbia, Pappo’s Blues y Aquelarre. El estadio estaba colmado por unas diez mil personas y a Bond se le ocurrió invitar a pasarse a las plateas a quienes estaban en las populares. Lo que siguió fue una batalla campal, en la que el cantante no tuvo mejor idea que decir “rompan todo”. Le hicieron caso: el estadio quedó casi destruido y hubo cientos de detenidos. Al día siguiente, el periódico Así tituló: “Hordas hippies arrasaron el Luna Park”.
En 1973, Carlos Santana hizo una de sus tres presentaciones porteñas en el Luna Park. Fue un concierto que permaneció en la memoria de losrockeros pioneros, porque era la primera vez que una gran estrella del género pisaba la Argentina. Sin embargo, el Luna seguía cerrado para el rock local. Quienes cambiaron la historia fueron Charly García y Nito Mestre, con la despedida de Sui Generis. Las 11 mil localidades que se pusieron en venta para el show del 5 de setiembre de 1975 se agotaron dos semanas antes del show, así que se agregaron otras tres mil. Como también se vendieron enseguida, se sumó otra función para esa misma noche. En total, 26.500 personas le dijeron adiós al dúo. El evento quedó registrado en un disco doble en vivo y en una película.
Charly García volvió varias veces al Luna Park: el 11 de noviembre de 1977 organizó el Festival del Amor, en el que se grabó el disco Música del alma (nunca reeditado en cd). Con el dinero recaudado en el show, García y David Lebón se instalaron en Buzios, Brasil, donde le dieron forma a Serú Girán. El debut en vivo de ese grupo fue también en el Luna, en el Festival de la Genética Humana, junto a Horizonte y los brasileños Casa Das Maquinas. La del 28 de julio de 1978 no fue una de las noches más gloriosas de García y compañía: el público no comprendió la propuesta el cuarteto y comenzó a pedir temas viejos de Charly, como “El blues del levante”. Según una crónica del diario La Opinión, Serú era lo peor que había en la Argentina y sus cantantes tenían “voces homosexuales”. Por supuesto, después la historia fue otra para el cuarteto, al que se llegó a llamar “Los Beatles criollos”. En diciembre de 1983, Charly García presentó con cuatro shows en el Luna su disco Clics Modernos, que marcaba un radical cambio de estilo para el músico (y para el rock local) y se gardelizó el 25 de mayo de 1985 para mostrar ahí mismo el impresionante Piano Bar. Además de García, por el escenario del Luna pasaron rockeros como Invisible, Los Abuelos De La Nada, Spinetta Jade, Andrés Calamaro, Divididos, León Gieco, Crucis, Pastoral, Soluna, Miguel Mateos/Zas (que presentó el disco en vivo Rockas vivas con cinco funciones), Viuda e Hijas de Roque Enroll y Los Fabulosos Cadillacs. También, claro, numerosos artistas de música popular, desde Víctor Heredia a Mercedes Sosa.
El incidente que permaneció en la memoria de Lectoure se produjo en 1984, con la visita de Quiet Riot. El grupo estadounidense de hard rock se presentó el 19 de abril de 1985 y fue un combate sin ring. Esa noche, los asistentes arrancaron 138 butacas de madera maciza, que se convirtieron en misiles platea-campo, y destrozaron las rejas de separación. Así se lo describió un vocero del Luna al diario La Nación: “En un momento dado, mientras se arrojaban botellas y otros objetos contundentes, un grupo de jóvenes vestidos con camperas de cuero y muñequeras con tachas punzantes rompieron un portón y derribaron un par de torres de sonido cercanas al escenario, donde los músicos continuaban con su presentación”. El título de la nota fue: “Hubo disturbios en un recital de rock pesado” y ahí también se desestimó la versión de que una chica había sido violada durante el show.
La lista de luminarias rockeras internacionales que se presentaron en el Luna Park es apabullante: Oasis, Blur, Red Hot Chilli Peppers, James Brown, Alanis Morisette, The Offspring, Björk, Deep Purple, Mark Knopfler, Weather Report, A-ha, Jamiroquai, Jeff Beck, B.B. King, Morrisey y, hace poco, los resucitados INXS, entre otros. Con el cambio desventajoso, es poco probable que se sumen nombres de peso a este repaso, aunque siempre cabe esperar tiempos mejores. Mientras tanto, quienes harán temblar al septuagenario Luna Park (y a su siempre deficiente acústica) serán las grandes bestias pop de la Argentina, con sus rituales paganos de banderas, bengalas y cantos. Una nueva escenografía para un estadio que ya es una leyenda.