Mié 10.07.2002

ESPECTáCULOS  › TARKOVSKI, RESNAIS, CHABROL Y OLIVEIRA EN EL COSMOS

Las últimas imágenes del naufragio

La “Semana de Preestrenos” incluye films de grandes directores, que se verán en video. ¿Es el canto del cisne para el cine de calidad?

› Por Horacio Bernades

Signo de los tiempos que corren para el cine de calidad en la Argentina, a partir de mañana el público porteño podrá ver películas inéditas de Andrei Tarkovski, Alain Resnais, Claude Chabrol, Manoel de Oliveira, Alain Tanner y Mohsen Makhmalbaf... pero no en fílmico, sino en video. Por una semana se extenderá, en el cine Cosmos, una semana de preestrenos en la que se exhibirán, en el sistema conocido como videoproyección, películas como Nostalgia (Tarkovski), El amor a muerte (Resnais), la versión-Chabrol de Madame Bovary, Party (Oliveira), Requiem (Tanner) y Un instante de inocencia (Makhmalbaf), además del film independiente estadounidense Claire Dolan, presentado en Cannes algunas ediciones atrás. El ciclo se iniciará en la sala más pequeña del Cosmos y se extenderá hasta el miércoles 17, contemplándose la posibilidad de que pase, a partir del jueves 18, a la sala uno de ese complejo (consultar funciones y horarios en cartelera).
Dado el abismo existente entre costos en dólares y réditos en pesos, estrenar ya no es negocio para casi nadie. Mucho menos para los distribuidores independientes. De allí que algunos hayan resuelto desensillar hasta que aclare. Tal el caso de Pascual Condito, distribuidor quintaesencial de cine de arte en la Argentina a partir del exitoso estreno de El sabor de la cereza. En lugar de seguir perdiendo plata, su distribuidora Primer Plano ha decidido quemar sus últimos cartuchos hasta que la situación económica se revierta. Buena parte de esos cartuchos compone esta semana de preestrenos, que paradójicamente tal vez nunca lleguen a estrenarse. Las películas que integran la semana se remontan hasta un Tarkovski de 1983 (Nostalgia) y un Resnais de 1984 (El amor a muerte) y llegan hasta un par de films más recientes, como Party, Un instante de inocencia (ambas de 1996), Requiem (1997) y Claire Dolan, del treintañero Lodge Kerrigan (1998).
Una somera guía de las películas a exhibirse debe arrancar necesariamente en el film de Tarkovski, penúltimo de su obra y primero realizado en el exilio. A comienzos de los 80, hacía rato que el cineasta de Solaris y Andrei Rublov tenía problemas para filmar y estrenar en su país (todavía la Unión Soviética). Una invitación de la RAI lo llevó a Italia, primer escalón de un exilio del que ya no volvería. Ubicada en Toscana, con guión coescrito por el eminente Tonino Guerra (colaborador habitual de Antonioni y eventual de Fellini y los hermanos Taviani) y fotografiada por el no menos excelso Giuseppe “Beppe” Lanci (iluminador de Kaos, El diablo en el cuerpo y Caro Diario, entre otras), Nostalgia rebosa tintes autobiográficos. En la ficción, un estudioso ruso busca en Italia los rastros de un artista del siglo XVIII, pero sólo un extraño místico (el bergmaniano Erland Josephson) le proporcionará las claves para mitigar su melancolía por la tierra perdida. Exquisita, dolida y trascendental, Nostalgia es un Tarkovski auténtico, la perla que faltaba para completar su corona.
El amor a muerte permitirá empezar a llenar otro casillero largamente descuidado por la cartelera local, como es la filmografía de Alain Resnais entre Mi tío de América (1980) y Conozco la canción (1996). Con guión de Jean Gruault –frecuente colaborador de François Truffaut– y la presencia de un grupo de actores que de allí en más pasarían a formar su troupe estable, el realizador de Hiroshima, mon amour se entrega aquí a uno de su frecuentes juegos con la memoria y otros laberintos, a partir de un enigmático suceso. Un hombre (Pierre Arditi) cae inconsciente, un médico diagnostica su muerte, su mujer (Sabine Azema) ruega un milagro y éste parece producirse. De allí en más, no será fácil saber si el médico falló en el diagnóstico, si en cambio tuvo lugar una extraña resucitación o la mujer amada trocó realidad por fantasías. En tren de completar filmografías, la Madame Bovary de Claude Chabrol ofrecerá la posibilidad de agregar la pieza faltante a la colaboración del realizador con su actriz fetiche, Isabelle Huppert. Ejercicio de fidelidad literaria, la versión-Chabrol de la obra de Flaubert es –junto con la de Jean Renoir en 1934– la más literal de una novela que cuenta con notorias rendiciones cinematográficas, a cargo del estadounidense Vincente Minnelli (1949), el argentino Carlos Schlieper (1947) y el portugués Manoel de Oliveira (El valle de Abraham, 1993). Del propio Oliveira se verá en este ciclo Party, típico ejemplar de dandysmo mundano y conversacional del nonagenario realizador, en el que dos parejas (Michel Piccoli & Irene Papas; los portugueses Leonor de Silveira & Luiz Miguel Cintra) se entregan a una serie de juegos de seducción, que quieren ser cortesanos pero se van poniendo densos.
Un instante de inocencia permitirá tener una nueva perspectiva de la obra del iraní Mohsen Makhmalbaf, conocido aquí por películas como Gabbeh, El silencio y Kandahar. Inmediatamente anterior a todas ellas, Un instante de inocencia muestra a Makhmalbaf en pleno diálogo con Abbas Kiarostami. Si en Primer plano éste introducía a un falsificador que se hacía pasar por Makhmalbaf, en Un instante de inocencia el propio Makhmalbaf se pone en escena a sí mismo, como el cineasta que filma un episodio de cuando era un combatiente anti-Sha. Como suele ocurrir en el cine iraní, la película despliega un juego de espejos que Makhmalbaf rocía con humor y ligereza. Espejos y espejismos son también la materia de Requiem, uno de los films más recientes del suizo Alain Tanner, el de Los años luz, Messidor y El hombre que perdió su sombra. Un escritor persigue, en Lisboa, el fantasma del poeta Fernando Pessoa, dando en el camino con otros espectros: el de su padre, un viejo amigo y el amor de su vida.
Una ciudad y sus fantasmas marcan, a su manera, el itinerario de Claire Dolan, donde una call girl de lujo (la irlandesa Katrin Cartlidge) navega en el vacío de la Nueva York contemporánea, poblada de esterilidad emocional, lugares impersonales e imágenes ilusorias. No lo serán, seguramente, las imágenes que se desplieguen durante una semana en la pantalla del Cosmos, en lo que promete ser un canto del cisne para la exhibición de cine de calidad en la Argentina.

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