Jue 11.07.2002

ESPECTáCULOS

“Ya no hay mucho lugar en el medio de la calle”

El conductor Quique Pesoa explica la lógica del programa “En la vereda” que, concebido como un espacio integral dedicado a los vecinos, llena de contenido la mañana de Radio de la Ciudad.

› Por Oscar Ranzani

Nacido en Rosario en 1950, Quique Pesoa lleva la radio en la sangre, o al menos eso parece. Responsable de ciclos históricos como “La oreja” (Radio Rivadavia) y “Como en casa” (Radio del Plata), actualmente conduce “En la vereda”, un programa clave en la levantada que Radio de la Ciudad (AM1110) ha experimentado en las mediciones de rating. “En la vereda” va de 9 a 12.30 y es casi como un mundo: se trata de un programa integral destinado a los vecinos, que Pesoa comparte con un calificado equipo de columnistas, como Mario Wainfeld en política nacional, Pedro Brieguer en política internacional, Leonardo Moledo en ciencia y tecnología, Roberto Navarro en economía y Rómulo Berruti en cine y teatro, entre otros. “Yo trabajo en un medio donde como nunca estoy absolutamente suelto y tranquilo”, cuenta sobre su relación con la emisora. “A mí nadie me dice qué tengo qué hacer, qué tengo que decir ni me recomienda qué camino tomar. Ni siquiera lo que antes llamábamos una reconvención amistosa.”
–¿Cómo analiza el rol de los medios en la cobertura de la masacre de los piqueteros? ¿El poder de los medios fue más fuerte que el poder político?
–No lo sé, no estoy seguro. Lo que sí creo es que hay como un “mostrar la hilacha”, como un definir de qué lado se está. Y esto creo que es importante para la gente que consume medios. Coyunturas como esta dividen aguas y eso es positivo para la gente. No ya para la investigación, para la Justicia, para develar la incógnitas o para saber dónde están los hijos de puta, los asesinos. No solamente para eso sino que se va estableciendo con claridad de qué lado está cada medio, cada periodista. Ya no hay mucho lugar en el medio de la calle: estás allá o acá.
–¿Cuál es, entonces, el papel de los medios frente a los nuevos movimientos políticos populares como las asambleas, los cacerolazos y los piquetes?
–Esto de mostrar las hilachas es como tener una especie de canilla: quién le da más pelota, quién le da menos. Basta hacer un pasaje por el dial o por los canales, por los sistemas informativos tipo TN o Crónica TV. Cada uno tiene una especie de intenciómetro. En el caso nuestro se dio no solamente porque ideológicamente estamos más cerca de esa gente que de los estamentos de gobierno sino porque se trata de una radio que está dedicada a los vecinos. Y entonces, siendo una radio dedicada a los vecinos y de los vecinos, mal podríamos hacernos los zonzos con las cosas que ellos hacen y protagonizan. También tratamos de no pintar la realidad de rosa y decir que lo de las asambleas es fantástico. Somos críticos porque me da la sensación que si nos ponemos a elogiar el movimiento de las asambleas no les estamos haciendo ningún favor.
–¿Pueden los medios contribuir a reconstruir el tejido social?
–En tanto y en cuanto asuman su responsabilidad educativa. Por ejemplo, en el caso de la televisión, siempre sostengo que cada mensaje enviado es un misil ideológico. Los mensajes son absorbidos por aquel que está viendo como si fuera una esponja. Y, en este sentido, la tele debería tener una responsabilidad educativa muy grande. Digo educativa-formativa, educativa informativa. Mezclo un poco todo porque creo que todo aquello que modifica la estructura de pensamiento es educativo, suma. Desde este punto de vista, hasta que los medios de comunicación en general no asuman su responsabilidad educativa no creo que sean muy útiles para restañar heridas.
–La fragmentación ¿ atenta contra esta posibilidad?
–Exactamente, porque está muy bien lo del pluralismo ideológico, es fantástico, pero también te hace perder especificidad en los mensajes. La derecha argentina entiende muy bien de qué estoy hablando. La izquierda se fragmenta con facilidad y entra a discutir. El otro día un vecino decía: “La izquierda todavía está discutiendo sobre Trotsky, Marx o Lenin”. En cambio, la derecha tiene un plan tan perfecto que amenaza por ahí fragmentarse pero a la hora de ponerse a trabajar todos se ponen a hacerlo con el mismo objetivo. Son claros en ese sentido. Será que la claridad no es atributo de la izquierda, será que la izquierda debe ser de esta manera, será que no debe ser gobierno y sí debe ser oposición, y será que debe fortalecerse en la oposición. Pero, en un momento dado, hay que parar la pelota y decir “a ver si armamos un plan y, entonces, nos dejamos de tantos pluralismos democráticos y nos volvemos un poco más específicos”. No cerrados, no fachos, sino más específicos en el mensaje.
–En la última década, mientras se abrió el camino para la consolidación de los multimedios surgió una enorme cantidad de medios alternativos. ¿Los considera una vía interesante y legítima frente al poder hegemónico?
–Sí, siempre y cuando de verdad se transformen en alternativos y no en meros pequeños medios que intentan parecerse a los grandes para hacer buenos negocios. Si esos medios en un momento dado dejan de ser pequeños como no tienen un proyecto propio o alternativo, van a ser como los grandes medios. Y si ellos pudiesen ser multimedios, se relamerían y lo serían. Entonces, serían interesantes si fuesen verdaderamente alternativos. En un congreso de periodismo latinoamericano y caribeño al que fui invitado el año pasado en Cuba y donde tuve la suerte de conocer a Fidel Castro, pude decir, delante de él inclusive, que nuestro mensaje que tenía un rico contenido cada vez tiene menos forma graciosa de ser dicho. Graciosa en el buen sentido. Nos olvidamos de las formas de tanto discutir los fondos. Pero el packaging lo hace la derecha para mandar por ese equipaje el mensaje que quiere.
–La radio como servicio, ¿permite construir un ámbito de participación?
–Depende de qué radio hablemos, de cuál sea el plan de la emisora en que hacés tu programa. Es posible construir cosas desde la radio: aportar, apoyar, formar, empujar, propiciar, ayudar, hacer de nexo. No necesitás ser infalible para hacer esto. Lo hacés desde tu subjetividad, con tus aciertos y errores. Le puse a mi programa “En la vereda” para decir que caminamos por esta vereda y no la otra. A mí no me gusta invitar al que camina en la otra vereda. Entonces, no digo que hago un programa pluralista, abierto a todas las iniciativas. No, las pelotas. Hay cosas que no admito, y ahí es donde pongo mi carga subjetiva y digo “este hijo de una gran puta no camina por mi vereda”. Y entonces, no camina en este programa. Repito: a mí no me gusta darle espacio al que camina por la otra vereda. Me puse específico: exijo esto, quiero esto, elijo esto porque puedo hacerlo.

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