ESPECTáCULOS
› “SICARIOS: MENSAJEROS DE LA MUERTE”, POR INFINITO
Historias de jóvenes viejos
El documental que se verá hoy desde las 22 indaga en la compleja situación social que empuja a miles de adolescentes colombianos a convertirse en asesinos a sueldo de diferentes organizaciones.
Por Emanuel Respighi
La utilización de parte de ciertas organizaciones mafiosas de niños o adolescentes para que realicen tareas non sanctas es un recurso viejo por el mundo, por más que haya conciencias culposas que luzcan como asombradas cuando salen a la luz casos muy fuertes. Un ejemplo paradigmático es el de los sicarios, los chicos y adolescentes colombianos que matan por una determinada suma de dinero. ¿Quiénes están realmente detrás de los homicidios? ¿Cómo funcionan estas organizaciones criminales? ¿Qué relaciones tienen con el poder político? ¿Qué intereses se tejen en la clandestinidad? Estos son algunos de los interrogantes que intenta develar el documental “Sicarios: mensajeros de la muerte”, que se emitirá esta noche a las 22 por Infinito.
Realizado en su totalidad en Colombia, en el marco del segmento “Infinito Complots”, el documental indaga la manera de operar de los grupos de sicarios y bucea en los motivos que llevan a chicos de entre 10 y 25 años a involucrarse con la mafia, la guerrilla urbana o el narcotráfico. Si bien en los últimos años es inevitable asociar a los sicarios con Colombia, numerosos periodistas especializados y miembros de seguridad que hablan en el documental no dudan en afirmar que el sicariado es una profesión antigua, utilizada por el crimen organizado desde siempre. “Su génesis es histórica y mundial: siempre se ha acudido a jóvenes asesinos contratados a sueldo”, explica el periodista colombiano Ramón Jimeno, que cita los ejemplos de La cosa nostra en Italia, o el mecanismo de captación de jóvenes utilizado por Al Capone.
Sin embargo, debido a la ola de violencia que durante las últimas dos décadas generó el narcotráfico, el especial ubica su mirada sobre los sicarios colombianos. Los diferentes carteles de la droga han extendido el uso de adolescentes para matar, subrayan los realizadores: políticos, jueces, personajes públicos y cientos de policías han caído víctimas de jóvenes entrenados para un oficio que, a su vez, les garantiza dinero fácil y una vida de aventuras.
Pero si bien todos señalan a Pablo Escobar Gaviria, el jefe del cartel de Medellín hasta que fue abatido en 1993 por las fuerzas armadas, como el principal diseñador de esta estrategia, los especialistas consideran que el problema de fondo es otro. “El narcotráfico potenció en su máxima expresión los males que ya traía la historia colombiana, colmada de ilegalidad e impunidad”, puntualiza el sociólogo Alonso Salazar. “Se asienta sobre formas de violencias preexistentes como el paramilitarismo y la guerrilla, aprovechándose de las zonas en las que no hay presencia del Estado. Las pocas oportunidades de los jóvenes, la pobreza y el abandono son las principales causas de la captación de jóvenes para el sicariado”.
María Emma Mejía, ex asesora presidencial, describe la situación con crudeza: “El Estado tiene una gran responsabilidad. Su ausencia es una de las principales causas de la emergencia de los sicarios. Con un Estado fuerte, los jóvenes no se hubieran entregado ni a los narcos ni a la guerrilla. Los jóvenes necesitaban que alguien les diera una oportunidad. Y como no se las dio el Estado, y sí se las ofreció el narcotráfico, hoy sufrimos la pérdida de una generación entera”.