Lun 26.08.2002

ESPECTáCULOS  › “LA GRAN PROPUESTA” (TELEFE) Y “FANTASIAS” (CANAL 13)

Fiebres de sábado a la noche

La televisión aporta variantes para la “gente común”: ahora le da la posibilidad de aparecer
desnuda o de casarse en vivo y en directo.

› Por Julián Gorodischer

Cuando el sábado termina, la conclusión atañe a los dos estrenos de la semana, “La Gran Propuesta” y “Fantasías”: la gente desea cosas extrañas. Puede, como en el caso del programa de Canal 13, atribuir a un desnudo televisado su máxima fantasía erótica, hacer ostentación de exhibicionismo y asumir, como la gordita Gaby: “Quiero verme muy puta”. O puede, como sucede en Telefé, llorar de emoción con sólo pensar en lo que se viene después del ping pong de coincidencias: “Te doy este anillo para que todo el mundo sepa...”, dice un concursante, y Claribel Medina llora tras escuchar la confesión: casarse sí, pero “que todo el mundo sepa”, que el sábado termine de una vez por todas y unos cuantos famosos repentinos se vayan a dormir conformes por la misión cumplida. Si hasta ahora cumplir el sueño de entrar a la TV se lograba mediante unas pocas opciones (la vidriera del reality, la tribuna o el confesionario del talk show), acaba de inaugurarse una variante novedosa: la demanda de bienes y servicios.
“Fantasías” (sábados a las 22, por Canal 13) podría llevar el subtítulo: de cómo hacer un programa de TV con un solo recurso. Cuatro sesiones de fotos componen una emisión, y el resultado se justifica con el slogan promocionado: espiarás por la cerradura. La “gente común”, última obsesión de la tele en la era reality, pide que la fotografíen según criterios singulares: un hombre convertido en Marixa Balli, un muchacho como vampiro. “Ahora le toca a la gente”, dice la presentación, y aparece el catálogo de raros de este día: el travesti, la gordita, el transformista, la embarazada y la que se desnuda en cualquier parte. De los ocho del inicio, sólo cuatro obtienen su foto souvenir, y los fotógrafos (RoccaCherniavsky) arman el cuadro como para el almanaque “de qualité”: pocos rollos y estrías, muchos velos, blanco y negro, y retocado para el afiche de promoción.
A fin de cuentas esto es televisión, diría el manual de estilo, y hay que hacerlo “con buen gusto”, sentencia que cualquiera podría asumir tras el desnudo de la embarazada o el travesti. El “buen gusto” tranquiliza a los detractores, evita señalamientos inoportunos e instituye un marco apropiado para la TV: lo publicitario. Estratégico, el casting elude el dedo acusador (“sólo eliges modelitos”) e incorpora al obeso y la mamita sin resignar golpes de efecto: “Soy Juan”, revela Sol, el travesti, cuando el desnudo la toma sin tetas. Provocador, el casting de “Fantasías” elude el lugar común de los cuerpos bellos, pero no el de la foto bella. La gordita quiere “hacer de puta como las de Jack, el Destripador”, y la embarazada se imagina como Eva, y allí están, retocadas y armaditas, con una tela en el punto justo que alarmaría, con una pose más cercana a la contorsión, para disipar cualquier provocación.
La TV de “La Gran propuesta” (sábado a las 22 por Telefé, sin pretensiones de parecer o ser moderna, retrocede quince años en el tiempo para dar forma a un programa de concurso como los de antes, estudio gigante y más de dos horas que parecen no correr en el reloj, anestesiadas por distintas variantes para el lejano “El juego de los matrimonios”, que se daba por el mismo canal. Hay que coincidir y probar la compatibilidad, saber qué le gusta al otro y dar cuenta de los dos saberes que un aspirante a casado debería tener para ganarse la boda gratis: probarse en lo doméstico y lo televisivo. Por eso, las parejas, que primero se declaran las ganas de casarse de modo espectacular, con maridos que bajan de helicópteros o publican “el gran amor”, recitado y en pantalla gigante, tienen que dar cuenta de su cabal conocimiento del partenaire (¿cuál es su cantante preferido?).
Y después interactúan con el famoso de la casa, que esta vez es Gabriel Corrado. Habrá una mención reiterada al “serás mía para siempre” que corona una escena más allá de lo kitsch. Porque a la recarga de los tonospastel, al amor enunciado de mil maneras, aquí se agrega una variable más autóctona: darse un piquito de quince segundos y ganar la casa, porque “nos queremos mucho” (lo dijeron varias veces y quedó muy claro) pero, después, de algo hay que vivir. Ya lo dijo alguien hace tiempo, y seguro que no pensaba en “La Gran Propuesta”, pero tal vez sí anticipaba esta Argentina: “No se puede vivir del amor”.

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