ESPECTáCULOS
Una historia de amor que se rompe en mil pedazos
El director de “Belleza americana” eligió un tono sombrío para relatar una historia de mafiosos que se apoya en las máscaras de Paul Newman, Tom Hanks y el siempre perverso Jude Law. La argentina “NS/NC”, en tanto, cuenta sus historias de vida a través de la larga destrucción de un piano.
› Por Martín Pérez
Justo ahí, bien en el centro de la trama del film de Fernando Musa, hay un piano. Un piano que será destruido en cámara lenta durante el transcurso de todo el metraje de NS/NC. Pero cuya destrucción, pese a ser casi la columna vertebral del film, es totalmente anecdótica. El piano no es lo importante. Es más: por más que se esfuercen, ninguno de sus protagonistas logrará transmitir alguna preocupación real por él. Hasta los exabruptos de su dueña previos al primer destrozo sonarán demasiado sospechosos. Sin embargo, ahí está el piano, rompiéndose durante todo un film que también intenta, demasiado cuidadosamente, que interesen los destinos de los amores que inútilmente se rompen y se construyen durante todo su metraje.
Segundo opus de la filmografía de Musa, NS/NC se nutre de una estrella televisiva en ascenso –ahora, un año después de su rodaje, ya decididamente “estrella” a secas– tal como lo había hecho en su ópera prima, Fuga de talentos. Si allí su cámara no podía apartarse ni un momento de Nicolás Cabré, esta vez es el turno de Mariano Martínez, cuya mirada seria y reflexiva –muy diferente de su expresividad televisiva– carga con el peso de un film que transcurre paso a paso. Construido en base a escenas exageradamente armadas, NS/NC arranca con dos amigos llevando a la novia de uno de ellos a la terminal de ómnibus. Ella se va, él la deja ir, y Joaquín (Mariano Martínez) filma y cuenta dicha partida. Y luego convence a su amigo para que lo acompañe a tomar una cerveza antes de que la historia cerrada segundos antes no haga más que volver a empezar.
Profunda pero avisando que va a ser profunda de la misma manera en que avisa cada vez que va a ser sensible, NS/NC quiere ser cine antes de demostrar ser capaz de serlo, y lo es detrás de una estructura por más que apele una y otra vez a lo espontáneo. Técnicamente irreprochable, el film de Musa es de una exagerada corrección, a la que se suman sus permanentes referencias cinematográficas. Vacío de tan lleno de calculados razonamientos de sus protagonistas, NS/NC se esconde detrás de pedazos de vidas tan cuidadosamente machucadas como ese piano que importa pero que en realidad no importa.
Así es como apela a la fascinación por un Hendler (25 Watts, Sábado) recién aparecido al cine rioplatense pero ya estereotipado, a un Martínez al que el cine prefiere introvertido y callado (tal como apareció en Sólo por hoy) y a una cinefilia inútil y sin vida. Tal vez porque no le puede pedir nada a la inmaculada historia de amor de su protagonista, a la que, por más que su director (y/o guionista) lo intente desesperadamente, es imposible insuflarle vida. No hay ni siquiera un guiño que vaya más allá del cálculo de un romance de comercial. Si hasta la exageradamente modulada voz de Karina Dalí (cuya filmografía está integrada por los trabajos locales más bizarros de la segunda mitad de la década del noventa, como Mar de amores o La edad del sol, el de Soledad) parece estar todo el tiempo más preocupada por cómo dice que por lo que dice.
Subdividiendo su trama en escenas con título propio, NS/NC es un film sobre el que pesa una permanente melancolía que, sin embargo, nunca alcanza a trasladarse a su cuidada imagen. Ni a su trama. Su resignada tristeza termina así hablando de la imposibilidad de alcanzarla, antes que de sus personajes o del film en sí. Que arranca con un amor que se termina pero que no hace más que comenzar, y termina narrando un romance que es todo comienzo pero que desde su primer gesto vacío ya está terminando. Así, NS/NC termina siendo un film que sí sabe, o al menos cree saber, pero que a pesar de eso nunca, pero nunca, contesta.