Vie 30.08.2002

ESPECTáCULOS

“Bésame mucho”, un juego teatral en que la clave es la diversión

La obra de Javier Daulte presenta a un grupo de policías similares a los de Adrián Suar, aunque enredados en una serie de equívocos.

› Por Cecilia Hopkins

“La determinación a priori de lo importante conlleva naturalmente una actitud didáctica, verticalista y dictatorial”, escribió Javier Daulte al explicar las razones por las cuales rechaza el teatro que se impone hablar sobre “cosas importantes”. El autor de las premiadas Criminal y Martha Stutz, entre otras, reivindica, en cambio, el hecho teatral entendido como juego, a condición de que permanezca consecuente a la serie de reglas que previamente haya sido establecida. Según su opinión, en el teatro alternativo actual abundan las obras “comprometidas” y de carácter paródico, pero no hay nada entre medio de ambas propuestas. Tal vez para llenar ese espacio vacío, en los límites del divertimento, plena de guiños cómplices e ironías, su obra presenta un elaborado mapa de situaciones disparatadas, tal como ocurre en Faros de color o Gore, esta última montada junto a estudiantes de teatro como tesis de fin de estudios, que sin embargo acaba de cumplir una exitosa gira por España.
La obra de Daulte repite obsesivamente una situación de asesinato, efectiva o potencial. Y Bésame mucho no es una excepción. En una dependencia policial, pilas de expedientes y viejos modelos de teléfonos y máquinas de escribir cubren los escritorios que a su vez atiborran la pequeña sala. Se aprietan unos junto a los otros, dejando apenas unos angostos corredores por donde los personajes transitan, a veces, a ritmo vertiginoso. Es que este grupo de diez efectivos policiales se destaca por su dinamismo y responsabilidad a la hora de efectuar sus tareas. Jóvenes en su gran mayoría, los oficiales acrecientan su capacitación con vistas a ofrecer un mejor rendimiento, totalmente dedicados a servir al prójimo.
Pero estos policías (que recuerdan bastante a los integrantes de las brigadas que Adrián Suar pone en la pantalla del 13 desde los tiempos de “Poliladron”) también se permiten unos instantes para reflexionar acerca de cuestiones de orden moral. ¿En qué consiste, esencialmente, un homicidio? ¿Será un acto que puede homologarse al simple asesinato? Si bien la pregunta no encuentra una respuesta cabal –ni siquiera un punto de vista más o menos original–, al menos le sirve al espectador para conocer a aquellos que hasta el momento venían funcionando casi como un personaje colectivo. En esa situación quedan individualizadas las dos mujeres policía alrededor de las cuales va a girar la historia.
Costa desea más que nada el amor de Paluzzi (Gloria Carrá y Soledad Cagnoni, en destacado trabajo). Y para lograrlo elabora un plan de espionaje en el que participarán dos de sus compañeros pero que, como una bola de nieve, terminará involucrando a otros. Los hilos de la trama se van complicando a causa de nimiedades, sentimientos de culpa, decepciones amorosas y delirios varios, dejando espacio para que se produzcan equívocos que toman la forma de verdaderos espejismos.
Los tiempos empeñados en el relato alcanzan un ritmo ajustado, aunque por momentos la acción se empeña en concentrarse en ciertos detalles secundarios y poco atractivos. Entonces los lazos de la intriga amenazan con aflojarse, hasta que un cambio de ángulo o un nuevo suceso apareceatizando el interés. Otras veces, el recurso elegido como auxiliar de la narración se instala durante un tiempo que va más allá de lo conveniente, como sucede en el momento de proyectarse las diapositivas que resumen el trabajo de inteligencia de los compañeros de Costa.

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