ESPECTáCULOS
› “EL REINADO DE FUEGO”, DE ROB BOWMAN, UNA DE AVENTURAS FUTURISTAS
Los dragones van a dominar el mundo
› Por Martín Pérez
El film de Rob Bowman lo tiene todo. Una buena historia, vibrantes protagónicos y un mito alrededor. Un mito volador, de hecho, llamado dragón. Si, ese animal mitológico al que el cine nunca debe haber hecho más verosímil que en El reinado del fuego, un film que logra hacerse creíble y conquistar a los espectadores ávidos de acción, sobre todo a los conocedores de los pliegues, secretos y gratuidades del género. Que son los que más sufrirán una segunda mitad tal vez a la altura del limitado presupuesto, pero no de la vibrante historia construida por Bowman durante la primera.
Director televisivo de cierta fama en su medio, y responsable de la versión cinematográfica de Los expedientes secretos X, la historia que cuenta Bowman es la de un futuro en el que los dragones dominarán la tierra, tal como lo han hecho antes. Lejos de ser apenas unas criaturas mitológicas, los dragones de Bowman fueron los responsables de haber exterminado a los dinosaurios. Y, a su vez, de generar la primera glaciación al enfriar la tierra llenando la atmósfera con toda esa ceniza que producen sus hábitos ciertamente fumadores. Desaparecidos durante largo tiempo, ahora han regresado a reclamar lo que es suyo. Es decir: todo. ¿Todo? No, porque hay una aldea que resiste tercamente las llamas invasoras. Un campamento subterráneo, en el que una comunidad organizada sobrevive al mando de un líder llamado Quinn, e interpretado por Christian Bale (Velvet Goldmine, Psicópata americano).
Testigo casual del comienzo de esta nueva y terrible era parida a imagen y semejanza de los paisajes apocalípticos de Mad Max y/o Terminator, Quinn supo ser un niño que regresaba al regazo de su madre todos los días tras la escuela. Claro que su madre no era un ama de casa cualquiera, sino una operaria en una construcción subterránea en Londres. Allí fue donde Quinn vio antes que el resto del mundo el despertar del primer dragón. Ante semejante poder sólo es posible resistir. Y eso es lo que hace Quinn con sus semejantes, todos ellos heroicos y sufrientes. Hasta que llega alguien que eligió pelear en vez de resistir. Un enorme y tatuado capitán Ahab en busca de su gran dragón blanco, un matadragones llamado Van Zan, encarnado de manera heroica por el otrora chico bonito Matthew McConaughey. Que demostrará de manera eficiente y heroica cómo se mata un dragón, para enfrentar la euforia de los sobrevivientes con la tristeza de quien sabe que su tarea será casi imposible.
Heroica, oscura y con un crescendo de acción y personajes francamente irresistible, El reinado... es un film que sabe de lo que habla, que construye meticulosamente su propio mito sin descuidar detalle. Allí están los niños de Quinn observando atentos antes de ir a dormir cómo, ante la luz de las velas, dos espadachines representan, como si fuera un clásico, la lucha entre Darth Vader y Luke Skywalker de El imperio contraataca. Y pidiendo a gritos Tiburón o El rey león. No faltan tampoco las luchas por comida, entre voluntad y necesidad. Y el miedo ante los extraños, porque ante semejante panorama, todo extraño es un enemigo en potencia. Pero,principalmente, allí están también, Quinn y Van Zan, testosterónicos como dioses paganos y atrapados en sus respectivos destinos.
Hay un antiguo dicho que reza algo así como “nunca convoques monstruos que no puedas dominar”. Monstruos que en este caso son dragones, y no deja de sorprender que justamente Bowman haya pisado ese palito. Porque semejante construcción mítica se derrumba cuando debe buscar un desenlace. Todo ese cuidado y el respeto por el material, su historia y sus protagonistas desaparece en un final que obedece a una fórmula antes que a su propio destino. Por eso la decepción. Porque El reinado... promete demasiado, pero lo que termina dando es demasiado poco. Como si se les hubiese acabado las ganas o el dinero antes de tiempo. Por desgracia para quienes se entusiasmaron con los dragones, su Apocalipsis y sus héroes.