ESPECTáCULOS
“Busco la máquina teatral que esconde cada canción”
El actor, autor y director teatral Alejandro Tantanian estrena mañana un espectáculo en el que se dedica a la música, con una variedad de estilos que abreva en un tema común: las lágrimas.
› Por Diego Fischerman
En 1604, el inglés John Dowland, laudista y compositor al servicio de Christian IV de Dinamarca, publicó una obra genial. Las Lachrimae or Seven Tears, una colección de pavanas estructuradas alrededor de la canción “Flow my Tears”, escritas para seis voces instrumentales (un grupo de violas da gamba o de violines de distintos registros) son, al mismo tiempo, una de las cumbres de la historia de la música de cámara y de una especialidad del arte inglés: la melancolía. Alejandro Tantanian, autor y director teatral, recordado entre otras cosas por su trabajo en Máquina Hamlet (otro rey dinamarqués), por el guión de Liederkreis, la última ópera de Gerardo Gandini, y por su Proyecto Brecht, también elige las lágrimas. En un flujo dowlandiano las recorre desde el propio autor inglés –la maravillosa “In Darkness let me Dwell”– hasta “Somos”, de Mario Clavell, pasando por pequeñas joyas de la tristeza como “Desencuentro” de Troilo y Castillo, “For no one” de Paul McCartney o el aria “Una furtiva lágrima” de Gaetano Donizetti.
El espectáculo, que se estrena este domingo 8 a las 20.30, se llama, claro, de lágrimas, y allí Tantanian, además de ser el responsable de la concepción escénica, canta. El lugar, como casi no podría ser de otra manera –por esas cosas del vino triste y de las hermandades entre lágrimas y alcohol–, es el Club del Vino (José A. Cabrera 4737). “Mis comienzos, en realidad, son musicales”, cuenta Tantanian a Página/12. “Esta obra, aparentemente atípica en mi carrera, se sitúa en un camino que está trazado por mi trabajo con Kurt Weill y Bertolt Brecht, hace unos cinco años en la Scala de San Telmo, por el espectáculo que hicimos en Babilonia para los cien años de Weill, con Szuchmacher, Veronese y El Periférico, entre otros, y por una búsqueda que tiene que ver con tratar de encontrar la máquina teatral que se esconde en cada canción. Este es un trabajo sobre los textos, simplemente. La única diferencia con otros textos es que éstos están cantados.”
Acompañado por un grupo que incluye a Iván Barenboim en vientos y guitarra; Pablo Bronzini en piano, acordeón y guitarra; Miguel Rausch en percusión y guitarra (ellos dos son, además, los directores y arregladores musicales) y Laura Sánchez en cello, Tantanian cuenta, en de lágrimas, con el vestuario de Oria Puppo y el diseño de luces de Pablo Estévez. “Hay un eje temático”, cuenta. “Pero la idea, más allá de ese recorrido dramático permitido por un cierto registro común, es la de posibilitar el máximo eclecticismo y la máxima libertad. Las emociones básicas que sustentan los textos son siempre las mismas, pero en esa especie de tratado acerca de cómo fueron abordadas esas emociones a lo largo del transcurso de los tiempos hay un espacio que me interesa sobremanera y es el de ir, incluso, hacia el humor. Por otra parte, hay también una diversidad en la cuestión musical. No todas las canciones cuentan con el mismo tipo de arreglos. En algunos casos el acompañamiento es muy lineal, sumamente adelgazado; apenas se trata de seguir a la melodía tal como es originalmente. En otros, el tratamiento es muy rico, muy elaborado y la canción se transforma bastante desde lo que podría considerarse su estado originario.”
En ese espacio de variedad estilística, tanto en la naturaleza de las canciones elegidas como en los desarrollos que esas canciones reciben, Tantanian piensa que “la unidad está dada por lo teatral, la coherencia pasa por allí. Lo que une, además de la temática, es mi presencia y la manera en que encaro el espectáculo. La elección de las canciones, aun en su diversidad, contiene un elemento de unidad muy importante. Es posible que esa unidad no sea consciente, pero está dada, sencillamente, porque todos esos textos y esas músicas me son afines. Es curioso, pero pienso mi presencia en este espectáculo, que es absolutamente musical y donde yo soy el cantante, como la de un actor y no como la de un músico. Miaproximación a estas canciones es la de un actor. Pero, por otra parte, de alguna manera cierro un ciclo que tiene que ver con la presencia que la música había tenido siempre para mí en mi trabajo teatral. Incluso como autor, en un momento, cuando surgió el desafío de escribir el libreto de la obra de Gandini, me di cuenta de que, hasta ese momento, había estado escribiendo libretos de ópera sin saberlo. Y que cierto gesto de escritura que aparecía siempre, con textos predominantemente líricos, poéticos, tenía su razón de ser en la ópera: de lágrimas produce una especie de clausura de ese gesto, de esa manera de encarar la escritura. Con Liederkreis empezó a cristalizarse una cierta manera de entender los textos y con este espectáculo es como si dijera: ‘Hasta aquí llegué’. Es claro, lo próximo será otra cosa”.