ESPECTáCULOS
› EL FESTIVAL DE TORONTO PRESENTA MAS DE 300 PELICULAS
Un paraíso para los cinéfilos
La muestra no es competitiva, pero sirve como un resumen de las novedades internacionales. El acontecimiento de la semana es el estreno de “Spider”, la nueva película del local David Cronenberg.
› Por Luciano Monteagudo
Comparado con los veteranos festivales europeos, que ya han superado el medio siglo de vida, el Toronto International Film Festival es todavía una muestra relativamente joven, pero que con 27 ediciones ininterrumpidas ya alcanzó hace tiempo la mayoría de edad. A pesar de no contar con una competencia oficial, Toronto se convirtió, por derecho propio, en una de las muestras más importantes del calendario cinematográfico internacional, a la altura de Cannes, Berlín y Venecia. Y esta edición 2002, que comenzó el jueves pasado y se extenderá hasta el próximo domingo, no hace sino confirmarlo, con 343 films de cincuenta países a lo largo y a lo ancho del mundo, empezando por los dueños de casa, por supuesto. Si la gala de apertura estuvo a cargo de Ararat –donde el realizador canadiense Atom Egoyan, de origen armenio, rastrea en sus raíces para recordar el genocidio de su pueblo a manos del Imperio Otomano–, el acontecimiento de esta semana en el festival es Spider, la nueva pesadilla de David Cronenberg.
El director de La mosca y Videodrome vuelve aquí al mundo de realidades paralelas que ya lo atormentaban en eXistenZ (1999), su film anterior, que en la Argentina solamente llegó a conocerse en video. No se trata ahora, sin embargo, de un futuro cercano, en el que ya no es posible distinguir el mundo real de su símil virtual. Basado en una novela de Patrick McGrath, Cronenberg hace de Spider un atormentado viaje por la mente de un esquizofrénico, un hombre encerrado en el traumático universo de su infancia. Apodado “Araña” precisamente por su peculiar tendencia a tejer a su alrededor inmensas telas con hilos y cuerdas, este personaje (a cargo del gran actor británico Ralph Fiennes) llega a Londres luego de haber sido dado de alta de una institución psiquiátrica. Como es habitual en Cronenberg, nada de lo que se ve sin embargo responde a una Londres enteramente real, como si la mirada hubiera sido desplazada hasta adoptar el punto de vista del protagonista, que no hace sino bucear en los terribles fantasmas de su memoria.
En el centro de Spider hay un caso freudiano típico, en el que el niño que alguna vez fue “Spider” creyó ver el asesinato de su madre (Miranda Richardson) a cargo de su propio padre (Gabriel Byrne). En un tour de force que recuerda al de Jeremy Irons en Pacto de amor, Fiennes está presente en la película en todos sus planos, aunque apenas si logra balbucear una y otra vez las mismas palabras desde su niñez, palabras que a su vez registra en una libreta, en la que sólo se pueden distinguir signos ilegibles, como si se tratara de una lengua olvidada. Pero Cronenberg tiene la inteligencia y la sutileza de evitar cualquier análisis psicológico de su personaje. Lo que le interesa al director canadiense no es precisamente el estudio de un caso clínico sino –como ya lo había hecho con William Burroughs en Festín desnudo (1991)– introducirse en el laberinto interior de su protagonista, un laberinto en donde el tan temido Minotauro no es otro que su propio yo.
Por supuesto, Spider no es el único punto alto de una muestra como la de Toronto, donde es posible no sólo encontrar lo mejor de otros festivales (como The Magdalene Sisters, de Peter Mullan; Oasis, de Lee Chang-don; y Far from Heaven, de Todd Haynes, premiadas apenas dos días atrás en Venecia) sino también un número cada vez más creciente de estrenos internacionales. Como todo gran festival, que para ser recorrido necesita de una hoja de ruta, Toronto también ha organizado su material en distintas secciones. Y las que más llaman la atención son “Masters” y “Visions”, en donde se puede encontrar una suerte de dream team del mejor cine actual. Aquí están los últimos films de los japoneses Takeshi Kitano (Dolls) y Shinji Tsukamoto (Snake of June), de los ingleses Ken Loach (Sweet Sixteen) y Mike Leigh (All or Nothing), de la francesa CatherineBreillat (Sex is Comedy), del iraní Abbas Kiarostami (10), del finlandés Aki Kaurimaki (The Man without a Past), del ruso Alexandr Sokurov (Russian Ark) y del gran documentalista norteamericano Frederick Wiseman (The Last Letter), entre otros realizadores consagrados.
Así como la muestra canadiense es capaz de atraer a los nombres más celebres del film d’art internacional, también hace lo propio con el star system de Hollywood y Europa, al que le dedica la sección “Gala”, en la que una docena de títulos aseguran la presencia por las calles de Toronto de Michelle Pfeiffer, Nick Nolte, Catherine Deneuve, Julianne Moore, Willem Dafoe, Pierce Brosnan y Robert Duvall, entre otras caras famosas que alimentan a los paparazzi. La sección más nutrida, como todos los años, es “Contemporary World Cinema”, un panorama exhaustivo, región por región, de todo lo que se está haciendo de bueno en el cine del mundo. Allí está la fuerte representación argentina, integrada por Un día de suerte, de Sandra Gugliotta, ganadora del Forum del Cine Joven de la Berlinale, en febrero pasado; Tan de repente, de Diego Lerman, que viene de llevarse el segundo premio en Locarno; y El bonaerense, de Pablo Trapero, que después de haber impactado fuera de competencia en Cannes se presentará en concurso en el Festival de Tesalónica, en noviembre.
En el inagotable Toronto hay muchas otras secciones dedicadas al cine coreano, al africano, al documental y al experimental, además de un panorama completo del último cine canadiense y un homenaje a Ramiro Puerta, que hasta su fallecimiento, el año pasado, fue uno de los principales impulsores del cine de América latina en Canadá y los Estados Unidos. Cantidad y calidad van de la mano en Toronto, donde más que nunca se evidencia ese viejo adagio de los cinéfilos anglosajones: So many films, so little time!