ESPECTáCULOS
› CENTENARES DE ASPIRANTES A SER “EL CANDIDATO DEL PUEBLO”
Un virtual Cabildo abierto televisivo
Una convocatoria en el Cabildo para aspirantes a participar en un reality político derivó en la presencia de más de 500 aspirantes. Hoy y mañana, los productores seguirán grabando allí, porque ayer no daban abasto.
› Por Julián Gorodischer
“En fila, sin salirse, avancen...”, dice el productor, y los 500 candidatos dan vuelta a la esquina, y entran al Cabildo bajo el lema Refundemos la Argentina, como se entusiasma uno de los primeros. En el edificio-emblema de la Nación, los valijeros, transexuales y mujeres mayores caminan con carpetones enormes y maquetas, con “doce proyectos de reactivación industrial” o un listado más modesto, pero convencidos de que pueden dar respuestas. “Quiero que en la escuela se dicte la materia Autoestima”, dice Raúl Machado, y el aplauso, entre burlón y de apoyo, es unánime. “Terminemos con la propiedad privada”, grita el acalorado “Fernández, Edgardo, su candidato”, y da el pie para que las propuestas se digan solas, una y otra más, en boca de aspirantes a estrellas de TV y diputados que surgirán de las próximas elecciones, todo a la vez. La tele les propone el brillo, pero también les recuerda lo que hace tiempo no practicaban: una forma de militancia.
En esta mañana de política al paso, el reality “El candidato” –que se emitirá por América, a partir del 22 de octubre, los domingos a las 20– convoca a decenas de voluntarios que se mueven en una zona entre el delirio y el servicio social. En este juego no hay premio: el ganador entre los cien finalistas será, apenas, candidato legítimo a diputado el año próximo. A todos los une el “que se vayan todos”, pero agregan un punteo más personal: que se termine la propiedad privada, que se prohíba el ingreso al Congreso de cualquier político de trayectoria, que la Argentina se convierta en otro país con otro nombre. Los extremistas concitan máxima atención y conocen de memoria las reglas de una aparición televisiva. “Soy el líder carismático –grita Raúl Machado, de bufanda de arco iris e impecable traje marrón–; soy el ganador desde el vamos. A mí me vota toda la nueva era; con el voto de los reikistas estoy salvado.” Un colectivero le dirige un “aguante, pibe”, y el mozo lo condena: “Te vi en lo de Mauro Viale, ladrón”. El mediático se defiende con estrofas de su “Cambalache” revisitado: “Uno aporta su talento, otro aporta su visión, tanto aporta un periodista, cocinero, maquinista, diputado o senador...”.
El repertorio de freaks voluntariosos es ilimitado. Alberto Giacomucci, “señor profesor de Historia”, quiere que “se terminen los contubernios, porque basta ya, señor, esto es imposible, que se calmen y gobiernen... o que se vayan todos y se acaben las listas sábana, que cada provincia envíe al Congreso un senador y un diputado...”. El profesor levanta el dedo y dice: “Yo acuso...”, dando el pie a las denuncias enfáticas de los otros candidatos. Ellos pronuncian sus reclamos contra todo y contra todos, y arriesgan soluciones sin noción de escala. El productor general del programa, Sebastián Meléndez, cuenta que de los 500 que vinieron se elegirán cien, y una selección posterior a cargo de un jurado de periodistas de América reducirá el número a 16 favorecidos. Después será la gente la que vaya podando la oferta hasta dar con el único ganador, mediante los modos propios del reality, elección telefónica anticipada y de alto impacto. Porque aquí, queda claro, los que sobresalen son ruidosos o brillantes, como Cristina Zimmermann, asediada por los movileros tras haber “asentado una queja contra un colado” en la fila de los candidatos. “A ver si empezamos una democracia nueva, haciendo valer nuestros derechos aquí mismo”, exclama. “Yo quiero trabajar en lo social y ayudar a mi Patria, pero primero voy a defender mi número en la cola...”
Territorio de pensadores callejeros y de aspirantes a divas, el Cabildo se convierte en foro o púlpito, según el usuario. Bárbara Garban, “cantante lírica educada en el Colón”, se dice “auspiciada por una línea aérea australiana”. Su idea de un programa de TV llamado “Argentina canta para el mundo” sería “la colecta perfecta para juntar fondos y cambiar de imagen internacional”. Su amiga Ariana Cano, transexual, la abraza. “Enlos travestis y los homosexuales es donde más latente está el arte”, asegura y las dos se alejan enumerando los idiomas que dominan.
“Voy a reconstruir las instituciones del Estado”, vocifera Carmen Capel. “Hay que dejar de robar por dos años y salvamos a la Argentina. El Estado es una casa: hay que vivir de lo que se gana. Y si se gana poco, como decía el General, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.” Uno menciona a Rodríguez Saá, y docenas se enojan. “Nadie tiene memoria”, enfatiza Gonzalo K. “Elogiaban a Menem y nos dejó en el paraíso: en pelotas y a los gritos.” Que todo se diga libremente, es la consigna en los alrededores del Cabildo, pero hay un límite: los políticos tradicionales de cualquier extracción. Ahí empiezan los insultos.
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