Jue 03.04.2003

ESPECTáCULOS • SUBNOTA

Pateando el tablero

–¿No se lo digas a nadie tiene como fin último la risa, o es una invitación a repensar ciertos prejuicios relacionados con la sexualidad?
–Las dos cosas. Pretendo que se rían de mí, o conmigo, pero el trasfondo del monólogo que represento tiene mucho de crítica social. Es un desafío risueño también a ciertas instituciones –la Iglesia, el Opus Dei–, y una defensa implícita de la libertad individual. Patear el tablero es saludable en ese marco: yo lo pateé cuando estuvo en juego mi felicidad.
–Que se rían de usted o con usted no es lo mismo. ¿Siente la risa de la gente como una burla o como la certeza de que se reconocen de algún modo en las contradicciones y miserias?
–Lo segundo, sí. Yo me río de mis desafueros sexuales, de mi matrimonio y de mi relación con mis padres. Alguna vez esas mismas tensiones me llevaron a un intento de suicidio. Hoy me puedo reír.
–¿El humor fue el salvoconducto para liberar la angustia?
–Por supuesto que sí. Por supuesto que cuando a los 18 años descubrí que me atraían los chicos, no me dio risa, me sentí el más desdichado del mundo, fue devastador. Siempre hay formas alternativas de procesar el dolor.

Nota madre

Subnotas

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