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El baile y las piedras
Hace seis años que Marin y su compañía (Ulises Alvarez, Manuel Chabanis, Teresa Cunha, Isaías Jáuregui, Sylvie Pavito, Ennio Sammarco, Dominique Ubre, Brigitte Valverde) trabajan con una comunidad pobre, Rillieux-la-Pape, donde crearon un Centro Coreográfico Nacional. “No es fácil, a veces los chicos nos tiran con piedras”, comenta Marin.
–¿Cómo es su experiencia en ese barrio donde se combina el afecto con la agresión?
–Ahora no nos tiran piedras todos los días, porque se trabaja cotidianamente. Tenemos relación con la gente que vive allí, estamos en contacto con niños y adolescentes. Veíamos a los adolescentes en el barrio, pero ellos no venían a vernos. Decidimos ir a las escuelas y establecimos una relación directa. Respecto de la danza, hacemos ensayos públicos, discusiones con la gente, proponemos películas y después generamos un debate sobre temas que pueden interesar a personas que viven en la marginalidad. No entramos con la danza, sino que en las escuelas, gracias a las profesoras de francés, de gimnasia o de música, nos contactamos con los chicos. Entramos con las palabras, hablamos con la gente. Cuando les dices “danza” no quieren saber nada. Sin embargo, cuando nos ven bailar descubren un mundo que no sabían que existía, porque la única referencia que tienen del arte es la TV.
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