La relación que desde hace un tiempo se estableció entre Casero y el público es muy particular. El “loquito” que hacía un humor inentendible para la tribu adolescente se convirtió –Vulnerables y Culpables mediante– en un actor hecho y derecho para la gente. “Lo que pasa –argumenta el actor– es que el humorista es un ser que tiene que ponerse en un lugar en donde no tema que le peguen. Mí única pretensión como humorista es la de reírme del hombre como elemento pensante. Igualmente, más que humorista me considero un artista de varieté: hago de todo y lo que se me canta. Y el que no me entiende que se cague.”
–¿Haciendo qué cosa sentiría que se traiciona a sí mismo, que no es totalmente auténtico?
–Yo puedo ser absolutamente no auténtico que la gente se da cuenta que no estoy siendo auténtico. Cuando no soy auténtico la gente dice “mirá este hijo de puta lo que está haciendo”. Forma parte de un juego en el cual la gente es muy cómplice mía. Tengo mucha suerte de tener tanto cariño. Tengo una complicidad con el público muy profunda, que llega al alma. Hasta hay madres que me traen al teatro a los hijos de 14 o 15 años y me piden que lo cuide. Pero también otros que me dicen “vos criaste a este chico con todas esas cosas raras: hacete cargo”. Y el pibe habla como yo y piensa como el doctor Vaporeso. ¡Va bien! ¿Qué más quiere?