Por M. P.

Tres astronautas argentinos a la deriva por el espacio. Y no se trata de cualquier clase de astronautas, sino de los que sólo pueden encarnar actores como Alejandra Flechner, Gabriel Goity y Alejandro Urdapilleta. Con una historia lamentablemente tan a la deriva como la nave en la que están atrapados sus protagonistas, ayer se presentó Adiós querida luna, de Fernando Spiner, una de las dos películas argentinas incluidas en la competencia oficial (repite hoy a las 15.30, en la sala Colón).
Decididamente grotesca antes que de género, la película de Spiner puede presentarse como una anti-Solaris, que se burla de lo existencial para pasar revista a lo argentino, y en la que no hay demasiada tela que cortar más allá de un planteo inicial que funciona apenas como punto de partida. Cada uno de sus protagonistas –al trío inicial hay que sumarle a Horacio Fontova– tendrá su parlamento memorable, pero el tedio (espacial y argumental) terminará apropiándose de un trabajo que podría ser un brillante sketch televisivo pero termina estirándose hasta rozar lo intolerable. Y eso a pesar de una producción y unos efectos especiales impecables, y de que el hilarante y puteador epílogo dialogado a cargo de Goity y Urdapilleta seguramente quedará en la memoria como de lo mejor del festival.