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Esos toques y retoques
› Por Mariana Carbajal
El último número de la revista Gente tiene como principal título de tapa “El nuevo cuerpo y la nueva cara de Moria”, ilustrado con una foto de la diva, divina, rejuvenecida. “Espléndida tres días después de haberse operado”, enfatiza el segundo título más destacado de la publicación y a continuación se enumeran todos los “retoques” que se acaba de hacer Moria a lo largo y ancho de su cuerpo, desde el rostro hasta las rodillas. Una semana y media atrás una avalancha femenina –más de un centenar de mujeres en pocas horas– colapsaba los teléfonos de un hospital público de La Plata en respuesta a un pedido de pacientes voluntarias para ser intervenidas gratuitamente en un congreso para entrenamiento de especialistas. Ambos ejemplos (una revista de actualidad que se vende por revelar los secretos quirúrgicos de un ícono argentino y la desesperación de mujeres comunes, de carne y hueso, por acceder al quirófano con fines estéticos) no son más que un reflejo de la extendida gerontofobia y el valor social que hoy tiene la belleza y la juventud extrema, fenómenos alimentados precisamente desde ciertos medios, con infinitas fotos de mujeres perfectas (retocadas por el Photoshop). De ahí, a un exitoso reality show que exacerbe el efecto del bisturí no hay ni un paso.
El peligro es, finalmente, la banalización de la cirugía plástica, creerse que es como ir a la peluquería y teñirse el pelo, el mismo efecto que buscan ciertos cirujanos en sus consultorios para tentar a las pacientes/clientes a un número mayor de intervenciones (optativas), sin advertirles claramente sobre los riesgos que implica una operación. En una especialidad que las obras sociales no cubren (sí, algunos planes de prepagas), todo sea por facturar.
* Periodista, autora de La seducción permanente. Verdades y mentiras de la cirugía estética (Editorial Sudamericana).
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