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“El nuevo cine político sirve hoy para volver a abrir un debate”
› Por Mariano Blejman
Por primera vez aparecen historias audiovisuales de hombres comunes que tomaron las armas como una herramienta de cambio social y ahora se animan a contarlo frente a cámara. Hablan, sobre todo, las bases militantes sin sus jefes como interlocutores. En la sección “Huellas de lo real”, Adrián Jaime –asentado en Córdoba, recién mudado a Buenos Aires– presenta Los perros; Gabriel Corvi y Gustavo de Jesús llegan con Errepé, ambos sobre el movimiento guerrillero del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Por otro lado, Paula Bassi y Diego Pauli muestran en Prohibido dormir la movilización en Trelew posterior a los fusilamientos de presos políticos en agosto del ’72. Convocados por Página/12, reflexionan sobre el rol político que el cine juega en este país. “Sirve para abrir debates”, concuerdan los tres. Pero algo más une a las realizaciones: se alejan de las entrevistas a los grandes próceres de la guerrilla y los primeros dos trabajos acentúan la mirada sobre los movimientos armados.
Errepé –jueves 18.30 y viernes 17.00 en Abasto– cuenta la historia del ERP a través de un grupo de sobrevivientes, enfrenta discursos y pone de manifiesto la discusión sobre el pasado con gran sinceridad. En la película habla Luis Matini, a la cabeza del movimiento con la muerte de Mario Santucho, pero también están los militantes de base de Tucumán y Santiago del Estero, todavía lejos de conseguir un lugar en la historia. A partir del film, se genera una discusión sobre los errores políticos del pasado pocas veces visto en lenguaje audiovisual. “Se habla por primera vez de la guerrilla, de la lucha armada. El protagonista no es el torturado, ni el desaparecido, es el guerrillero”, dice Corvi a Página/12.
Esta radicalización de la propuesta enfrenta el bombardeo mediático de una generación con menemismo crónico. Tal es la decisión política de Errepé que ni Enrique Gorriarán Merlo participa. “Porque era difícil entrevistarlo y queríamos mostrar militantes menos conocidos. La presencia de Gorriarán iba a condicionar al espectador”, opina Corvi. La sensación era que el relato de la resistencia había quedado en manos de Montoneros y que poco se sabía sobre el ERP. Para Corvi el cine político sirve para enfrentar “el brutal manejo que hacen los medios”. Y dice no imaginarse su película en cines comerciales, sino en “espacios alternativos, centros culturales, barriales y universidades”. Para Corvi los documentales clásicos sobre derechos humanos ponen el acento en la víctima, pero no explican las intenciones reales de los grupos armados.
El fin de las ideologías es una idea que Angel Gutiérrez, santiagueño, ex militante del ERP, probablemente nunca tuvo en su cabeza. Ese testimonio tangencial en Errepé es central en Los perros –el próximo miércoles a las 22 y el viernes 23 a las 23 en Abasto– de Adrián Jaime, quien recibió balazos y amenazas por su film. Jaime acompaña al militante por el país que transitó en su juventud y complementa la visión de Errepé. Relata la densidad de un pasado adormecido en su propia memoria hasta que los hechos se lo llevan por delante. “La gente que no aparece públicamente es de niveles sociales bajos. Para ellos la militancia fue lo mejor de sus vidas”, cuenta Jaime. El director quiere meterse en la cabeza militante que quería transformar “las cosas para bien”.
“Nuestra generación es la más dañada: somos los que menos sabemos y encima no vivimos nada”, dice Jaime, de 33 años. “No sé si los pibes de ahora saben más, pero tampoco saben menos”, opina. El director hizo antes el documental Tosco, sobre Agustín Tosco; conoce el paño de aquellos que plantan la cámara para marcar una mirada ideológica. “Nuestra generación tiene el peso de la reconciliación. No podemos hacernos los boludos. Porque lo que sucede hoy tiene que ver con nuestra resistencia”, señala. “La gente se asombra con lo que pasó, algunos dicen que durante el menemismo no hubo resistencia. Y es mentir: hubo una gran resistencia frente a una población que miraba para otro lado. En muchos casos, el menemismo fue peor que la dictadura”, dice Jaime.
Ninguno de los tres trabajos se plantea profundamente un cine explicativo, una mirada que se entienda for export. Hay demasiado para decir como para pensar el afuera. “Se complica si no se sabe mucho de la guerrilla o sobre lo que pasó después”, dice Paula Bassi, directora de Prohibido dormir. Ella nació en Trelew y vive en Buenos Aires. El otro director, Diego Pauli, nació en Buenos Aires y vive en Trelew. Se dará este domingo a las 22.30 y el domingo 25 a las 13.30. La historia es posterior a los fusilamientos de 1972. “El 11 de octubre se llevaron 16 personas a la cárcel de Devoto”, cuenta Bassi. Eran apoderados locales de los presos políticos. Entonces Trelew se levantó contra el encarcelamiento de algunos ciudadanos. “El movimiento solidario fue impresionante.”
Se tomó el teatro, hubo manifestaciones, dos paros totales y un estado de comuna que Trelew no volvió a vivir más.
Según Bassi, el cine político aporta a la discusión. Muchos de los entrevistados para Prohibido... hablaron por primera vez y se enfrentaron a un pueblo que apenas conocía su pasado. “Muchos entrevistados, cuando veían la película sentían que estaban cerrando su historia. Los jóvenes vieron testimonios de gente que jamás contó su rol en épocas de revueltas populares”, dice Bassi. A partir del documental, los debates se expandieron por la ciudad patagónica. El peso de la tragedia de Prohibido... está, curiosamente, en su “final feliz”: en 1972 los 16 presos volvieron al pueblo, libres, a los 15 días. Cuatro años después, reaparecieron los secuestros y las torturas. Pero esa es otra historia.
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