ESPECTáCULOS
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La Feria y yo
Por Daniel Freidemberg
Como las fiestas de fin de año o la llegada de la primavera, la Feria es algo que a uno le ocurre cada doce meses, le sobreviene, no hay modo de no pasar por eso, no importa si como la condena a soportar un trance fastidioso o la promesa de algo que vale la pena vivir. Con fastidio o alguna agradable expectativa, me veo maldiciendo el tránsito de Buenos Aires, chapoteando barro (me suele tocar feria con lluvia), deambulando entre puestos donde están los mismos libros que el resto del año veo en las librerías, buscando alguna sorpresa en los stands extranjeros, saludando a alguien conocido, asombrándome o sintiéndome ratificado al ver qué colas impresionantes se forman para actos a los que uno sólo asistiría para cubrir una nota bien paga, o asistiendo, en una de ésas, a un debate interesantísimo, probablemente en una sala semivacía. Entro a la Feria como entro a la ciudad y al mundo, con curiosidad y desconfianza, como a un lugar tan ajeno como mío, como lo vengo haciendo desde hace treinta años. Aunque algo, en los últimos tres o cuatro, siento que le falta: el aroma a choripán que llegaba desde el fondo, con la oscuridad del cielo del Río de la Plata y el ruido del tren.
* Poeta, director de Diario de poesía.
Nota madre
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