A los 19 años, cuando Daulte comenzaba a estudiar dramaturgia con Ricardo Monti, uno de los alumnos avanzados del maestro estrenaba su primera obra, Chau, Misterix. Consultado por Página/12, Mauricio Kartum pone en contexto la obra de Daulte: “La nueva dramaturgia argentina ha incorporado en los últimos años uno de sus procedimientos más fructíferos: el de crear sus obras, sus personajes y situaciones, partiendo desde los cuerpos y los caracteres mismos de los actores de un grupo que los ofrece allí como objeto, modelo y signo. Un dispositivo de enormes posibilidades pero que exige a su autor-director un verdadero acto de composición: el de armonizar en un todo orgánico el incontable volumen semiótico y sintáctico que supone esto de escribir ya no sólo en un papel, sino sobre el inestable soporte de un espacio, y el de unos cuerpos emocionados que lo surcan. Es verdad que la experiencia no es inédita –Tito Cossa ha escrito algunas de sus obras con un mecanismo parecido y Bartís lo ha convertido en sello de la extraordinaria calidad de sus producciones– pero algunos excelentes espectáculos de los últimos años han conseguido elevarla a la categoría de género. Desde Gore, estrenada en el 2000, hasta la fecha, Daulte se ha constituido –junto a Federico León, Rafael Spregelburg y Daniel Veronese– en uno de sus cultores más solventes y creativos. Ver un espectáculo de Javier es siempre una experiencia regocijante: lo insólito de sus tramas, la frescura con la que maneja los géneros más bizarros sin concederle al facilismo de la parodia y ese extraordinario concierto de las actuaciones en el que los actores despegan por momentos de aquel mecanismo tradicional de actuar haciendo de para ejercer ese otro más perturbador y ritual de hacerlo siendo”.