ESPECTáCULOS
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Baile de importación
“Buenos Aires, desde hace 10 años quería volver. Ahora que estoy acá, vengo a darles una paliza.” Esa fue la carta de introducción del DJ colombiano Erick Morillo, quien fue recibido por una Arena 1 tan rebosante que se extendía hasta fuera de su recinto. Pasó del funky house al progressive y del techno a una puesta más rockera. Intercaló hits de otros con algunos pasajes de su disco My World. Antes de Morillo, preciosa fue la performance de Paul Woolford y, luego de Erick, Darren Emerson se convirtió en un difusor de éxitos –el histeriqueo al que recurrió para debutar con Born Slippy, de su autoría junto con sus ex camaradas de Underworld, fue erizante–. El maravilloso cierre de esa carpa estuvo a cargo del techno Ewan Pearson. En la Arena 2, su santidad Jeff Mills tenía en una mano las bandejas y en la otra al público. Los juntó e hizo lo que quiso con ambos. Vertiginosos beats del más exquisito Detroit techno y minimal techno, creados a su imagen y semejanza, dejaron sentado por qué es uno de las puntas de lanza del género y por qué fue además uno de los mejores actos de esta edición de Creamfields. Exigente, pidió 35 mil euros, un hotel seis estrellas y dos guardaespaldas. Tras su set, todo eso lo vale. En la Metrodance Lounge, The Glimmer Twins dieron cátedra del más inteligente dance de la noche. Historia viva, pasaron del post punk con matices pisteros a un left-field house de factura belga. En la Alternative Beats Arena, el nü break y el funky break fueron la constante. Cosmos pasó del hip hop a Franz Ferdinand, Dub Pistols tuvo que remontar una dura cuesta que a medias lograron y los impecables Plump DJs demostraron por qué son lo mejor de la tendencia en estos momentos. Punto a destacar: los hiphopers ingleses Shystie pudieron levantar, a son de freestyle y carisma, un concierto caracterizado por los problemas técnicos.
Nota madre
Subnotas