La manera de relacionarse con el ambiente, el medio, el negocio, ¿cambió en algo en el paso de la cosa gigantesca a esto más controlado?
Poly: –No ha cambiado, porque para los grandes eventos o estos pequeños, una se mueve de una manera particular. Decidiendo el lugar, quién va a hacer la producción, cómo...
–Respecto de ese lugar, ¿tenía una capacidad organizativa y encontró la manera de aplicarlo? ¿Cómo se fue desarrollando?
Poly: –Lo que más me gusta es trabajar en grupo. Ocupar un rol, claro y preciso, en un grupo donde cada uno tiene el suyo. El mío era organizar en función del grupo. El mejor mérito era que la banda pudiera hacer lo suyo tranquilamente. Haber vivido mucho en comunidad me llevó a la situación de administrar, contener, desde un lugar importante, pero sé cuál es mi rol. Nunca voy a estar arriba del escenario.
–¿Le costó mucho ganar el respeto del afuera?
Poly: –Nunca impongo, busco cómplices para incorporar al grupo. Así es como trabajamos con muy pocos productores. Acá puedo organizar yo. Cuando vamos al interior recurro a algún productor de la zona, pero son amigos. No es un negocio, es ir a comer, conocernos. Trabajamos con los mismos productores desde hace veinte años. Me cuesta incorporar nuevos.
Skay: –Hay mucho chanta.
–Llama la atención que se siga estafando a músicos, como si no se hubiese estafado a suficientes ...
Poly: –Es una elección. A veces los músicos son crédulos, esperan estar amparados por algo. Buscan compañías, algún productor... pero no pasa tanto con los grupos nuevos. Trabajan de modo independiente. La época cambió: no hay compañías que compren los masters...
Skay: –Encarar un viaje por tu cuenta siempre da miedo y hay que laburar mucho más. Entonces aparece un gordo que te dice “yo te soluciono todo pibe, vení”. Cada uno tiene que recibir los cachetazos suficientes para encontrar su camino. Hay gente que se siente cómoda en esa estructura, que no le molesta que le determinen cuándo y cómo grabar. Y tienen todo el derecho si están cómodos.