Sáb 04.05.2002

ESPECTáCULOS • SUBNOTA  › OPINION

El operativo demolición

Por Liliana Herrero y Horacio González

Vidas privadas es una película de nuestro amigo Fito Páez estrenada hace nueve días. Las críticas de algunos diarios de alcance nacional no le fueron favorables. Nada que pueda motivar comentarios asombrados o merecer consideraciones especiales. Es una contingencia que debe ser asumida; no es bueno callar satisfecho ante críticas complacientes y luego pegar un grito airado si no son benignas. Por otro lado, sabemos que la crítica de cine en los periódicos hace su trabajo en condiciones difíciles, influida por situaciones no ligadas enteramente a la significación intrínseca de las obras. Tampoco cabe ninguna sorpresa aquí, porque es evidente que nunca es fácil escindir las obras de las circunstancias políticas, económicas o sociales, tanto como de los humores colectivos momentáneos o de los inevitables derechos del gusto personal o la subjetividad.
Pese a ello, y a veces gracias a ello, todos tenemos que festejar que exista en el país una activa crítica de cine, de espectáculos o de literatura. En ciertas épocas, la crítica señaló tendencias y elevó su reflexión hacia los problemas generales de la época. Existieron y por suerte siguen existiendo en la Argentina revistas de crítica de cine concebidas como ámbitos muy calificados de reflexión sobre el arte y los conflictos contemporáneos. Además, todos reclamamos a la crítica como apoyo imprescindible de las obras y también es evidente que en numerosas oportunidades, una crítica precisa se incorpora al juego de las obras con una interpretación que será parte de una necesaria discusión cultural o de una iluminación que las propias obras no habían imaginado.
Sin embargo, la mayoría de las críticas que ha recibido Vidas privadas asombran por su encarnizamiento y de alguna manera por su intolerancia. No se señalan en tales críticas elementos propiamente vinculados con las decisiones estéticas que mantienen vivo al film Vidas privadas, no se discuten sus implicaciones culturales y políticas ni se detienen en su economía narrativa más que un breve instante, necesario para mandarla al cadalso so pena de “incoherencias de tono”.
Las críticas a las que nos referimos van de la calculada indulgencia a la mordacidad hiriente, del intento de burla a la empresa lisa y llana de destrucción. No nos han convencido; creemos que Vidas privadas es una película madura y compleja que ofrece tantos ángulos para el debate artístico como político. Debe ser discutida, no destrozada. Por eso, como amigos del director de Vidas privadas queremos llamar la atención sobre esta situación. La película debe ser vista y para ello queremos invitar a nuestros amigos que trasciendan la malla de injurias que la ha cercado. No somos apologistas ni personas llevadas por nuestra amistad a cerrar los ojos frente al necesario juicio crítico. Queremos, al contrario, que ese juicio se establezca en situaciones de libertad de opinión. Para eso es necesario ver Vidas privadas, dar el paso que nos lleve al interior de las salas de cine, más allá del operativo de demolición que incomprensiblemente algunos pusieron en marcha.

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