ESPECTáCULOS
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La ficha
El de Silvio Rodríguez es uno de los pocos nombres símbolo que conserva la comunidad artística, de esos cuya mención alude a muchas cosas más que a una obra o una trayectoria personal. Para muchos argentinos, sus actuaciones en vivo quedaron definitivamente ligadas a aquellas que dio a comienzos de la recuperación democrática, cuando vinieron con Pablo Milanés para dar un par de funciones y terminaron haciendo quince. Otra especial fue en el estadio de Ferro, en 1997, en un homenaje al Che. Pero el recuerdo más cercano es el del emotivo concierto que dio el año pasado ante una multitud en la Plaza de Mayo, sólo con su voz y su guitarra, enfundado en una gorra con visera que casi le tapaba la cara.
Quizá la mayor virtud artística de la carrera del fundador de la Nueva Trova Cubana sea, justamente, la de haber sabido sortear ese lugar de nombre-símbolo que a Silvio “le causa sarpullido” de sólo pensarlo. Uno a uno, supo ir moldeando sus discos en otra dirección que aquella que le exigiría el bronce, en una búsqueda artística que no siempre satisfizo a los fans de “una que sepamos todos”. Primero fueron obras solitarias, de guitarra y voz. Le si-guió Expedición, donde dio un viraje hacia el formato sinfónico. Por último, Cita con ángeles, despojado y bello, cargado de la urgencia que reclaman los tiempos presentes.
Nota madre
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