ESPECTáCULOS
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Pionero de la concientización
Se llamaba Pedro Zamora. Nació en Cuba en 1972 y, un día, quiso ser parte de un nuevo programa de telerrealidad antes de la era del reality show, una extraña propuesta de convivencia forzada entre jóvenes que MTV puso en el aire en 1995 con el nombre de Real World. Fue una patada al corazón de la moralina media estadounidense, con escenas de alcoba, raptos de histeria de las chicas, violencia de un skinhead obligado a convivir con Pedro, homosexual y enfermo de sida. Fue, en materia de campañas de sensibilización, la de mejor llegada, sin slogans ni mensajes explícitos, sólo ofreciendo un retrato íntimo de Pedro, solidario y buena persona. Pedro Zamora fue la antítesis del participante del Gran Hermano, más editado y con mayor poder de trascendencia, recordado aún cinco años después de la aparición. En Real World enfatizaba que su enfermedad adquiría, de pronto, significado y propósito. Y llegaron, en simultáneo, los pedidos para que diera charlas y conferencias en escuelas, en repentina coordinación entre la TV y las aulas que no se repitió otras veces.
Hablaba explícitamente: decía con todas las letras que había adquirido el virus por tener sexo sin protección y sabía que no llegaría a los 30 años. Real World permitió que su mensaje llegara a millones de personas, considerado por los especialistas como un ejemplo de educación sanitaria. En la tele mostró todo: incluso su relación afectiva con Sean Sasser, educador sanitario. La pantalla mostró una ceremonia de intercambio de anillos entre Pedro y Sean, antes de la unión civil, anticipando tendencias en varios campos a la vez. Poco antes de su muerte intervino el propio presidente Bill Clinton para que sus hermanos pudieran emigrar de Cuba para estar a su lado. El ídolo enfermo generaba guardias en el canal y el hospital, exigía la participación del poder político y anticipaba una consagración de ídolos repentinos que llegaría hasta nuestros días.
Nota madre
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