Las vacaciones de invierno han dejado de ser un período del calendario lectivo para transformarse en una tradición del entretenimiento. Las calles de la ciudad comienzan a poblarse de madres cargadas de camperas y niños, chicos con globos, abuelas temblorosas apretando fuerte las manos de sus nietos y cochecitos de todos los tamaños. Según el presupuesto disponible y el clima posible, cada niño tendrá una variedad de propuestas diferente. Semejante movimiento infantil no pasa inadvertido para todos aquellos que pueden obtener una ganancia económica. Desde el pochoclero que resistirá el frío en la puerta de los cines, hasta los productores que invierten miles en las superproducciones de la avenida Corrientes, todos espe-ran que los niños dejen sus ganancias y los tientan con coloridas ofertas que despiertan el deseo o el capricho. El movimiento teatral que se desata en la ciudad de Buenos Aires durante estas dos semanas es sorprendente. Se habla de 120 a 150 propuestas diferentes sólo en salas teatrales. Aquellos que trabajamos en el teatro para niños no dejamos de sentirnos molestos por esta irrupción comercial que, lejos de considerar al niño como un espectador en formación, apunta al bolsillo de los adultos. Y no es que nos moleste la competencia, sino la sensación de que estas propuestas oportunistas tiran por tierra el lento trabajo que muchos grupos realizan durante el año para jerarquizar el teatro para niños y encontrar nuevos caminos para llegar a ellos. Así y todo, este movimiento nos señala una tendencia altamente positiva. A pesar de las sucesivas crisis, la cultura y especialmente el teatro siguen ocupando el primer puesto a la hora de elegir un entretenimiento para nuestros hijos. Este movimiento responde a nuestra fuerte tradición cultural y prepara, sin duda, a las nuevas generaciones para continuar en la misma línea. La sociedad toda, durante estos quince días, está sosteniendo y enriqueciendo su cultura y los adultos tenemos no poca responsabilidad a la hora de elegir.

* Dramaturga, autora de Chiches.