LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
¿Dónde está lo real? ¿Dónde lo virtual? Interroga Pablo Castillo a propósito de debates recientes sobre los medios de comunicación y su lugar de mediación.
› Por Pablo Castillo *
La confusión sobre dónde comienza lo real y termina lo virtual es más un problema de articulación que de límites objetivos. Y esto es válido tanto para pensar la situación de los sujetos con los medios de comunicación masivos concentrados, como para analizar la sensación que cada uno de nosotros experimenta cada día frente a su computadora y con todo lo que allí se despliega: desde el Facebook hasta la videoconferencia, desde el chat hasta el sexo virtual.
Los comunicadores diremos que en todo caso de lo que se trata es de dilucidar el tipo de mediaciones que se ponen en juego en esos actos. En qué lugar lo tecnológico funciona como soporte de determinadas prácticas, facilitando la visibilidad a ciertos discursos y ocultando o invisibilizando otros.
Sin embargo, ese razonamiento al que a primera vista estaríamos tentados en suscribir tranquiliza, pero no desmonta totalmente el malentendido.
Sigue habiendo allí un guiño a seguir pensando la tecnología como un lugar privilegiado para la producción de sentidos, que no nos termina de convencer. Y, en eso de considerarnos tributarios de la teoría crítica en términos conceptuales pero funcionalistas desde las prácticas, los comunicadores también tenemos una larga experiencia.
Tal vez, si entendemos lo tecnológico como un actor, al que habrá que prestarle atención pero que adquirirá un sentido u otro inscripto en una cadena de significantes culturales, nunca como dato suelto, descontextualizado, aislado, sin intencionalidad, estaremos más cerca de aproximarnos a interpelar los nuevos encuadres que nos proponen. Quizás, con menos de novedosos que lo que nosotros mismos imaginamos o les otorgamos prematuramente.
Desde esta perspectiva, la referencia presidencial a diferenciar el país real del virtual debe ser leída e interpelada desde las coordenadas que le dan sentido político a la frase; más allá de dar cuenta de otras aproximaciones posibles a la construcción de los distintos imaginarios que la sostienen. Y en este punto, la disputa conflictiva del poder y los modos en que los sujetos perciben esa tensión es una dimensión fundamental del problema. Con su descripción fenomenológica solamente no alcanza.
Si no, que lo diga Freud. “No saben que les traemos la peste” es una de las expresiones más resonantes y polisémicas que habitan el mundo psi. Refiere a los efectos que tuvo la popularización del psicoanálisis en tierras estadounidenses y habría sido dicha por el padre del psicoanálisis a Jung en medio de un viaje que hicieron juntos en 1909, a ese país.
Como sostiene Elisabeth Roudinesco, parece que el psiquiatra suizo, no se sabe bien porque extraño sortilegio, reservó esa parte de su conversación con Freud para compartirla solamente con Lacan. Quien, a su vez, cuarenta y cinco años después en una conferencia dictada en Viena, decidió hacerla pública.
Que luego Jung no mencione esa cita en sus memorias o que ninguno de los tantos historiadores que el movimiento psicoanalítico supo congregar a lo largo de su fecundo y productivo recorrido haya registrado ese momento ¿tiene alguna importancia?
¿Cómo deben leerse lo real y lo virtual en ese episodio? ¿Cómo juegan lo dicho y lo no dicho, lo cierto y lo incierto en la configuración de una determinada posición? En los últimos días, hubo cuestionamientos –desde universos ideológicos disímiles, entre propios y extraños– sobre la legitimidad de la convocatoria a Plaza de Mayo realizada desde el Facebook por televidentes de un programa de la tele, 6 en el 7 a las 8, que paradójicamente va de lunes a jueves a las 9 y los domingos cuando el fútbol para todos lo permite.
Cualquiera que partiera del sentido común debería desconfiar de un programa que te miente ya desde el título. Pero como esa mentira se sostiene desde una verdad irrefutable, y sobre todo esperanzadora –el éxito de la propuesta hizo que los programadores del canal la pusieran en el prime time– esas modificaciones fueron naturalizadas. Ni siquiera sus más acérrimos críticos se detuvieron en ese aspecto.
¿Dónde está lo real? ¿Dónde lo virtual? ¿Dónde se conforman las intersecciones y las paralelas? ¿En lo institucional? ¿En las palabras de la mandataria? ¿En los recodos que deja lo tecnológico? ¿En los intercambios conversacionales? ¿En la periferia de los discursos? ¿En la centralidad de la Plaza?
* Psicólogo. Magíster en Planificación de Procesos Comunicacionales UNLP.
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