LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Carlos Valle pide hacer memoria y recupera la trayectoria de la comunicación popular y alternativa, con la finalidad de iluminar el presente y el futuro que se abre a partir de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
› Por Carlos Valle *
Las perspectivas de pluralidad, diversificación y efectiva libertad de expresión que propone la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual reclaman que volvamos a atesorar el aporte que ha significado la llamada comunicación popular o comunicación alternativa en América latina, que comenzó por poner de manifiesto que la concentración de la comunicación en los medios masivos no era la única vía para hacer comunicación.
¿Cuál es el principal objetivo de la comunicación alternativa? Procura centrarse en una función dialógica y participativa, promoviendo la reflexión de la gente sobre su propia realidad; capacitándola para expresarse a través de los medios; proveyendo adecuado acceso a la información. Insiste en el carácter social de la propiedad de los medios. Pone su acento en la recuperación crítica del saber y la cultura popular; en reconocer que el pueblo tiene voz, que hay que escucharlo y reconocer al pueblo como sujeto y protagonista de su propia comunicación.
La comunicación alternativa surge en la década del 1950 y se desarrolla entre los ’60 y los ’80 como un cuestionamiento a los modos tradicionales de hacer comunicación, y con el objetivo de que la comunicación esté al servicio de un proyecto popular. Un buen ejemplo son las radios mineras de Bolivia, que se desarrollan a partir de 1952, en medio de una profunda transformación social y económica en aquel país. Las radios son financiadas por la contribución que, de sus magros salarios, hacen los mismos mineros afiliados a sus sindicatos. En poco menos de diez años logran establecer 27 emisoras que se destacan por ser de autogestión, pluralistas y, sobre todo, de carácter participativo, dando oportunidad para que la gente sea protagonista de su propia comunicación. También se podría mencionar otra experiencia boliviana, “la radio campesina de la madrugada”, que, a iniciativa de agricultores aymaras, logró espacios en radios comerciales a horas muy tempranas para emitir en su idioma y divulgar su música.
Estas propuestas y cuestionamientos generaron una dinámica de trabajo que acompañó a muchos de los movimientos sociales que, muy pronto, encontraron su estrecha relación con las propuestas por una educación popular. La participación y la capacitación de los grupos populares se multiplicaron. En esta línea, dos ejemplos merecen mencionarse. Por un lado, el uso del video en Brasil, con la creación de la Asociación para el uso del video por las Organizaciones Populares y, en Chile y Perú, la capacitación del campesinado. Se han constituido redes que lograron abarcar prácticamente todo el continente, que comparten sus trabajos y están cooperando para una mayor y mejor utilización de un medio que ha llegado a ser altamente popular. Por otro lado, la prensa alternativa, cuyo más claro ejemplo proviene del Brasil, de los tiempos de su muy prolongada dictadura militar. La llamada “prensa nanica” (enana) por sus pequeños formatos y modestas tiradas, brindó a la gente la oportunidad de comunicar lo que el medio comercial no le permitía.
La premisa que sostenían estas actividades no se reducía a cuestionar el sistema tradicional, sino que pretendía suplantarlo. Este fue, quizá, su talón de Aquiles. La comunicación alternativa, en muchas partes, comenzó por despreciar la comunicación masiva y las nuevas tecnologías. Se refugió en el manejo artesanal de la comunicación; privilegió la acción en contra de la reflexión; sobredimensionó los propios límites de sus mensajes; tendió a la atomización, el aislamiento y a la falta de coordinación de sus experiencias de comunicación.
A partir de la década del 1980 surge una corriente renovadora que entiende que la comunicación debe comenzar a comprenderse a partir de su práctica y no de su teoría, y que esa práctica es mucho más amplia que el mundo de los medios masivos. Seguramente ha llegado la hora de aprender de todas estas lecciones del pasado. Aquí las preocupaciones globales se encuentran con las propuestas comunitarias. Ambas han compartido un tramo especial de la historia de la humanidad.
Al mismo tiempo, la comunicación tiene que ser esa palabra crítica que reclama justicia y quiere producir cambios en la vida personal y social. Por eso es importante que, a partir de esta nueva ley, un abanico amplio de asociaciones se involucre en el mundo de las comunicaciones, para trabajar por una comunicación que promueva una vida nueva y solidaria, en el diálogo, el respeto por el otro, la construcción de la comunidad, y rechace toda injusticia que impida a la gente expresarse por ella misma, reaccionar y protestar, soñar y compartir sueños, fortalecer su dignidad y acentuar su participación en la vida de la sociedad.
* Comunicador social y pastor de la Iglesia Metodista. Fue presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas.
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