LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Y, a propósito del nuevo escenario planteado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Diego Jaimes se pregunta sobre los nuevos sentidos que puede adquirir el viejo concepto de la comunicación alternativa.
› Por Diego Jaimes *
Alternativa, comunitaria, popular, libre, participativa... muchos son los adjetivos que desde mediados del siglo pasado –cuando comenzaron a surgir las primeras experiencias– se han usado para hablar de una idea de comunicación que intentara poner en escena otras voces que las “oficiales”. Hoy, luego de varias décadas de recorrido, y ante el nuevo escenario que demarca la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, es imprescindible profundizar un debate, siempre abierto y necesario, acerca de qué es lo alternativo hoy. De qué hablamos cuando nombramos lo “alter” –lo otro y los otros– en el contexto actual.
Las experiencias “bandera”, es decir, aquellas que marcaron a fuego este recorrido en la búsqueda de esta otra comunicación, tuvieron su origen en movimientos sociales, organizaciones populares y grupos de base que, por fuera de los ámbitos denominados “oficiales”, se propusieron darles voz a quienes históricamente habían estado marginados de ejercer su derecho a la comunicación.
Radios educativas vinculadas con la Iglesia en su origen en Colombia; las radios mineras de Bolivia que, en los años ’50, acompañaron el proceso revolucionario de ese país y que, con modificaciones, continúan hasta hoy de la mano de la Red Erbol; las experiencias radiofónicas del sandinismo en Nicaragua y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, claramente puestas al servicio de cambios estructurales en sus países en los ’70 y ’80; y más cerca en el mapa las radios comunitarias argentinas que, unos años después de la apertura democrática, sacudirían el éter proponiendo nuevas estéticas, nuevos temas de debate y nuevos modos de organización y de gestión.
Sin embargo, muchas de estas experiencias –sería injusto decir todas– no han logrado superar las fronteras de los circuitos marginales, es decir, aquellos espacios de circulación de la información y la comunicación que se restringen a los “ya convencidos”, audiencias conformadas por personas y grupos que ya comparten una mirada común con aquellos que producen el medio.
Durante mucho tiempo, además, las experiencias de comunicación alternativa se han posicionado en la vereda de enfrente del Estado, caracterizando a éste como un aparato de dominación de clase, un actor que tiene como fin reproducir el sistema capitalista y se vale de su aparato político y cultural para lograrlo, sin grietas ni resquicios.
Ahora bien: ¿no es posible hacer comunicación alternativa hoy, por ejemplo, en el ámbito de los medios públicos? ¿Por qué solamente llamamos “medios públicos” a los gestionados por el Estado? ¿No serían públicos también, en algún sentido, los medios que son propiedad de organizaciones sociales sin fines de lucro, en tanto se proponen representar intereses de las mayorías sociales? ¿No será posible acaso, pensar en una “comunicación pública alternativa”?
Una escena para ejemplificar. A través de su programa en un canal de cable, un músico popular visita un pueblo de la provincia de San Juan, buscando conocer el legado que un poeta de la localidad –ya fallecido–- dejó en su comunidad, que festeja año a año la fecha de su nacimiento con un evento popular de gran convocatoria. El músico entrevista a integrantes de organizaciones sociales, que ensayan junto a los alumnos y alumnas de la escuela los pasos de ballet que mostrarán en el mencionado festival. El programa pone en escena a un adolescente del pueblo que, guitarra en mano, interpreta diversas obras del poeta en cuestión en la plaza pública. Además de conmovedora –y es esa emoción la que dispara esta nota– esta escena, en otro contexto histórico, habría tenido lugar seguramente en un medio de los que denominamos alternativos. Sin embargo, hablamos de un programa realizado para Canal Encuentro, conducido por el reconocido músico argentino Chango Spasiuk, visitando Huaco, lugar de nacimiento de Buenaventura Luna, poeta sanjuanino que no goza de renglón alguno en los cánones literarios oficiales. Y como éste podríamos mencionar muchos casos más en esta rica experiencia de la señal pública del Ministerio de Educación de la Nación.
En tiempos de una gran disputa simbólica –que es claramente una batalla política– una comunicación que se considere “la otra” puede autoexcluirse del escenario político donde se dirime una de las cuestiones de fondo: quién está habilitado a producir el relato de la realidad social que vivimos todos los días. Puede quedar fuera de la cancha donde se juega el partido de la realidad todos los días, expresando su bronca desde la tribuna pero sin la posibilidad de ponerse la camiseta y salir a jugar.
* Licenciado en Comunicación. Docente UBA.
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