Mié 29.06.2011

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Recuperar la palabra

Javier Bráncoli se refiere a una reciente publicación y se pregunta qué aportan las organizaciones comunitarias a la puesta en marcha de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

› Por Javier Bráncoli *

Desde el año 2002, la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA lleva adelante un programa dirigido a organizaciones sociales y comunitarias, en particular vinculadas con el campo de la comunicación y la cultura. La experiencia se reflejó en una reciente publicación: “Donde hay una necesidad, nace una organización”, coeditada por la Facultad y la Editorial Ciccus.

¿Qué aportan las organizaciones comunitarias al debate sobre la aplicación de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?

Radios comunitarias, periódicos barriales, centros culturales, murgas, grupos de teatro comunitario han sabido instalar, en contextos de crisis y pobreza, otras voces que rompen los discursos monocordes de los medios de comunicación tradicionales.

Las organizaciones y movimientos sociales, que recuperaron fuerza y centralidad en estos años, han sido –en recurrentes ocasiones– estigmatizados. Discursos dominantes que deslegitiman estas experiencias organizativas por su procedencia popular, su apuesta política, los recursos que administran o simplemente por su relación con el Estado. El tratamiento mediático sobre la Fundación Madres de Plaza de Mayo en estos días es un caso testigo, entre muchos otros.

Sin embargo, estas prácticas han generado respuestas desde los sectores más vulnerables de la sociedad para enfrentar las consecuencias más agudas del proceso de empobrecimiento y marginación de amplios sectores de la población. Resulta necesario neutralizar las visiones que se construyen sobre estos actores colectivos desde los centros de poder. Pero ¿cómo debatir públicamente sobre el papel que cumplen estas organizaciones desde una relación tan asimétrica?

Sin dudas, la debatida Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual constituye, a su vez, un logro y una oportunidad para crear nuevas y múltiples voces. Una polifonía que refleje el extendido y variado universo de experiencias y prácticas sociales que se desarrollan en los “márgenes” de la sociedad.

Pero otro aspecto, menos visible, es el papel que cumplen organizaciones y movimientos sociales para intervenir en los microprocesos de comunicación a nivel local, barrial o comunitario. Democratizar la información, generar nuevos canales de participación, construir opiniones y tomar colectivamente decisiones implica (re)pensar la comunicación en un sentido eminentemente político. Resulta necesario para (re)ligar lo que han desgajado décadas de neoliberalismo y resabios dictatoriales. Volver a unir el tejido social dañado por un modelo económico desigual y excluyente, prácticas políticas asfixiantes, manipulaciones, frustrados intentos de participación que son moneda corriente en los barrios populares.

Las organizaciones representan en sí mismas un proyecto de comunicación. Su propia existencia expresa la necesidad de “decir algo” y ha sido el Estado su principal interlocutor. Las tomas de tierras, las demandas por asistencia alimentaria y planes sociales, las acciones socioeducativas que desarrollan, las reivindicaciones de justicia frente a hechos de violencia se han cristalizado en diferentes formas de organización comunitaria a partir de una historia en común, una cultura compartida y diversas formas de solidaridad.

Las organizaciones pueden ser un poderoso instrumento de comunicación con capacidad para transformar su entorno y condiciones de vida en la medida en que puedan resignificar sus prácticas y ser progresivamente cada vez más inclusivas.

Su potencialidad política se expresa a partir de una forma de sociabilidad firmemente arraigada en los sectores populares por relaciones primarias de vecindad y parentesco, una forma de trabajo no mercantil para satisfacer diversas necesidades sociales y una inserción territorial que resulta estratégica.

Las organizaciones producen significados, símbolos, mensajes –todas lo hacen de una u otra manera–, y en ese proceso van descubriendo su capacidad de intervenir en el espacio público. Este “descubrimiento” impacta decisivamente en la subjetividad de los militantes sociales y sus formas de organización y, a su vez, abre las puertas para otras formas de relación con su comunidad.

Desde las ciencias sociales es posible contribuir a la recuperación de la palabra por parte de los sectores populares e intervenir conjuntamente en los debates públicos con renovada fuerza. Esta capacidad estará basada –entre otros factores– en el surgimiento y consolidación de nuevos medios de comunicación comunitarios pero, fundamentalmente, en el fortalecimiento de actores sociales con un proyecto político común que disputen el rumbo y sentido de la sociedad en la que vivimos. Este es el desafío.

* Docente e Investigador, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

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