LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Luciano Sanguinetti adelanta tres hipótesis intentando dar respuesta a los desafíos de la plataforma digital, la nueva plataforma de difusión de la cultura.
› Por Luciano Sanguinetti *
Cuando publiqué el 24-04-11 en Página/12 una nota titulada “La cuarta plataforma” (en la que describo las cuatro plataformas históricas de transmisión de la cultura, desde la academia griega, la escolástica medieval, la escuela moderna y hoy los dispositivos tecnológicos de la era digital), Julio Bertolotti, director del Neo TV Lab, probablemente el centro de investigación y producción audiovisual más interesante que se está desarrollando en la Universidad de Tres de Febrero, me preguntó cuáles eran los desafíos de esa plataforma.
Hace meses que vengo pensando cómo responderle y ahora voy a arriesgar tres hipótesis. Mi respuesta va a ir en línea con el argumento de un libro fundamental de Henry Jenkins, La cultura de la convergencia. Por ahora estas ideas se vuelcan centralmente sobre el panorama audiovisual, que en la Argentina vía la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la política de digitalización de la televisión y la llamada batalla cultural adquieren una relevancia capital.
La primera hipótesis tiene que ver con la convergencia de soportes y lenguajes: las nuevas tecnologías hibridizan los soportes y lenguajes. Celulares, netbooks, tablas transforman lo que llamábamos televisión o cine. La plataforma digital va conectando dispositivos, instituciones y grupos y, como dice Cecilia Sagol, responsable de contenidos de Conectar Igualdad: el uno a uno está en la gente. El achicamiento de la brecha digital, que en la Argentina crece gracias a diversos programas que se complementan (tanto públicos como privados), como la expansión de la red digital de transmisión televisiva, por las netbooks que llegan a tres millones de adolescentes o la expansión de los celulares con wifi, refuncionaliza los viejos medios. El televisor fue una cosa hasta finales de los noventa y va camino de ser otra en el siglo XXI, como lo demuestran las investigaciones de Roger Silverstone en el ámbito hogareño. El último encuentro organizado por el Neo TV Lab hace pocos días lo pone blanco sobre negro: Pantallas Múltiples.
La segunda hipótesis es la de la convergencia entre saberes: información, educación, ciencia, entretenimiento, arte y cultura: los entornos digitales modifican también nuestro vínculo con los saberes, cada vez es más claro que vivimos inmersos en una suerte de neorrenacentismo. ¿Qué diferenciaba en Leonardo Da Vinci lo que correspondía a lo científico, al arte o a la guerra? Algo de eso nos pasa cuando vemos el canal de televisión del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, o cuando asistimos a Tecnópolis. O cuando vemos una serie sobre la Edad Media por algunas de las grandes cadenas americanas. Los consumidores de medios dejamos de ser eso. Jenkins demuestra en su libro cómo se transformó lo que comúnmente llamábamos ver televisión. Los fans de una serie como Lost demolieron la idea de un espectador pasivo, pero también experiencias como 6 7 8 prefiguran otro tipo de usuario de los medios: ¿televisión militante?, ¿ciudadanías mediáticas?, ¿ciberactivismo? Los desarrollos tecnológicos que tienen lugar en el Lifia (Laboratorio de Investigación y Formación en Informática Avanzada, a cargo de Gabriel Baum) de la Universidad Nacional de La Plata con la interactividad televisiva están señalando un camino. La resolución de la Afsca que le otorga a cada una de las universidades nacionales una señal televisiva prefigura un lugar nuevo para los medios audiovisuales.
Nuestro mapa de medios todavía se parece mucho al de los ferrocarriles que dejó la dominación británica. ¿Nodos, redes, pluralización de las pantallas? Como lo prueban ciertos acontecimientos políticos recientes, los colectivos sociales, las multitudes, están protagonizando la agenda contemporánea. La de la televisión también.
La última hipótesis es la de la convergencia entre tiempo y espacio: el achicamiento del mundo que hacen posible dramáticamente las TIC modifica nuestra relación con el tiempo. Pienso ahora en el ciclo “Panorama argentino”, que están produciendo en forma colaborativa los catorce canales públicos de televisión en la búsqueda de una imagen federal de la pantalla televisiva. Así las estrategias colectivas en la producción del conocimiento y en la experiencia social modifican los horizontes de lo público; los debates sobre la situación griega dan otro testimonio. La utopía no es está en camino, sino que es hoy. Las TIC modifican el espacio habitado y hacen del aquí y ahora una dimensión ontológica.
Muchos todavía seguimos educados en el mañana, en lo que vendrá. Como ha señalado Jesús Martín Barbero, lo que las tecnologías digitales reubican es el futuro. Los jóvenes cuestionan la escuela no por una cuestión de didácticas o contenidos, sino por una cuestión de temporalidades y espacios. Del pizarrón a las pantallas digitales. ¿El desafío es acompañar la conectividad inevitable de esos espacios o de esos sujetos?
* Docente, investigador. Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.
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