LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Washington Uranga sostiene que no se trata de debatir si son necesarios más medios o mejores medios, sino de articular una política que garantice ambos parámetros dentro de una estrategia de más y mejor comunicación.
› Por Washington Uranga
Las condiciones que crea la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –aun con las dificultades que enfrenta su puesta en práctica–, sumadas a las oportunidades que agrega el momento político y económico del país, han desatado entre algunos actores vinculados al campo de la comunicación una suerte de disputa –que desde ya nos animamos a calificar de estéril– respecto de qué es prioritario o más importante: multiplicar el número de medios emisores (radios, canales, etc.) o mejorar la calidad de los ya existentes. Se trata de una discusión que, además de no conducir a ninguna alternativa que rinda frutos positivos, deja de lado la cuestión fundamental: ¿qué comunicación queremos y al servicio de qué modelo ciudadano está esa comunicación?
Nada garantiza que la multiplicación de los medios, así se trate de medios comunitarios, populares o de expresión de actores poco incluidos en el diálogo ciudadano, sea por sí misma una garantía de más democracia. Lo opuesto, que podría ser la mejora de la calidad de las propuestas actuales, tampoco conduce por sí solo a un puerto más democrático.
Todo necesita de una estrategia comunicacional, que podría resumirse en una política de Estado, que tenga en cuenta las historias, la diversidad de los actores y de las propuestas, pero al mismo tiempo un equilibrio difícil –pero no imposible– entre la importancia de lo hecho, de la experiencia acumulada, con la necesaria integración de la novedad, de las nuevas tecnologías, de las nuevas formas y relatos. Ni la política de “borrón y cuenta nueva” ni la de “todo tiempo pasado fue mejor”.
Se puede decir que Conectar Igualdad no puede ser solamente repartir netbooks, si esto no se encuadra dentro de un proyecto de política educativa. Tampoco multiplicar el número de las radios escolares sirve, por sí sola, a una mayor inclusión de los niños y los jóvenes. Tampoco sembrar radios o televisoras en todo el país puede entenderse como la síntesis de una política. Entonces, ¿dejar de lado el número para apuntar a la calidad? Tampoco es solución. En principio porque, en democracia, el concepto de calidad comunicacional no es unívoco, sino que está directamente vinculado con la garantía de la diversidad y de la posibilidad de expresión de los distintos actores sociales. Habrá más calidad en la medida en que más actores sociales estén representados en el escenario de la comunicación y en tanto los medios expresen los puntos de vista, pero también el relato y la estética, de esos mismos actores.
Es seguramente un escenario ideal, pero no imposible. En todo caso no se trata de más medios o de mejores medios, sino de mayor cantidad con la mejor calidad, en términos de ciudadanía y de derecho a la comunicación. Es decir, más y mejor comunicación para una ciudadanía más plena.
* Presidente del Instituto Latinoamericano de Comunicación para el Desarrollo.
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