LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Según Fernando Peirone estamos asistiendo a un proceso de interacción entre la comunidad de desarrolladores y los usuarios de celulares y videojuegos. La educación, la ecología, la biología, entre otros campos, son escenarios de este encuentro.
› Por Fernando Peirone *
En el último lustro se produjo una extraña interacción entre la comunidad de desarrolladores y los usuarios de celulares y videojuegos (anche de tabletas). Estos dos grupos se traccionan mutuamente en un círculo virtuoso –aún no demasiado estudiado– que trastrocó la misión original de los gadgets, convirtiéndolos progresivamente en instrumentos con una importante capacidad de intervención ciudadana. Los videojuegos que, sin abandonar el entretenimiento, se proyectaron al campo de la educación, la ecología, la biología, etcétera dan cuenta de este fenómeno.
La diseñadora de juegos Jane McGonigal, por ejemplo, ha convertido problemas como la falta de petróleo, el calentamiento global, las concentraciones urbanas, la obesidad, o la falta de agua dulce, en “empresas épicas” dentro de entornos lúdicos. En 2010, contra el canon de la ética protestante que aún gravita en la escuela, la familia y el trabajo, decía: “Disponemos de millones de jugadores dispuestos a asumir desafíos para salvar el mundo, sólo debemos pasar de las tres mil millones de horas que jugamos actualmente por semana a 21 mil millones semanales, porque necesitamos millones de resolutores de problemas en todo el mundo sorteando los obstáculos del próximo siglo”.
En Argentina, la Universidad de San Martín, junto a la Universidad de Bergen, Noruega, están usando juegos para clasificar proteínas a partir de las habilidades cognitivas que ha demostrado tener el ser humano –en juego– respecto de las máquinas. Asimismo, con el apoyo de la OEA y Flacso, se han desarrollado videojuegos con contenido social (Urgente mensaje, Villa Girondo, Humanos Recursos, Nonsanto) orientados a jugadores de entre 11 y 15 años, para introducir en la escuela debates sobre desarrollo sustentable, recursos naturales, trata de mujeres, trabajo ilegal, y demás.
El celular, que en un principio emulaba las funciones del teléfono fijo, en poco tiempo pasó de ser un “ladrillo” que pesaba casi un kilo, con una autonomía de media hora por recarga y un costo de casi cuatro mil dólares, a un smartphone, con más de 300 mil aplicaciones disponibles y cada vez más accesible. Esto no sólo lo convierte en una suerte de aleph tecnológico multiplicado por millones; muchas de esas aplicaciones, además, poseen una gran capacidad de intervención, organización y afectación remota. Ese tipo de posibilidades hizo que desarrolladores como eBay Inc. conciban RedLaser, una aplicación gratuita que permite escanear el código de barras de cualquier producto y comparar precios online y offline en cuestión de segundos (también permite identificar alergenos o gluten en los alimentos). Por supuesto esta aplicación no está exenta de interés económico, ya que eBay Inc. es uno de los principales sitios de transacciones electrónicas del mundo, pero lo han adoptado los adolescentes –por lo general escasos de dinero– para escanear productos, buscar el mejor precio de la zona y decirle al dueño del local que se van porque a la vuelta está más barato.
No muy lejos de esa “tergiversación” se encuentran las plataformas con dispositivos comunitarios pensados para ayudar a los españoles afectados por la burbuja inmobiliaria. No bien el damnificado se entera que va a ser desalojado y vienen a ejecutar su hipoteca, envía desde el teléfono un tweet de socorro al hashtag #stopdesahucios, o crea un “evento” en la plataforma web, y cientos de vecinos en estado de alerta e integrantes de la asociación Afectados por la Hipoteca se apersonan en el domicilio para evitar el “desahucio”.
Pensemos esto en un contexto donde el 90 por ciento de la población mundial ya usa celular y la alfabetización sobre sus aplicaciones es muy rápida. Con precauciones se podría hablar de un incipiente modo de construcción política que, si se quiere, estaba anunciado en las rateadas secundarias de 2010 y se continúa en el 15-M, Occupy Wall Street y Soy132. Tramas espontáneas, reticulares y horizontales que, a caballo de los dispositivos tecnológicos, se extienden sin que ya nadie pueda evitarlo. Entre otras cosas porque los dispositivos de control están organizados de acuerdo con oposiciones perimidas y no están preparados para enfrentar comportamientos difusos que diluyen su poder en una trama extensa y acéfala, de una multiplicidad no reducible a Uno (Uno concepto, Uno ideología, Uno territorio, Uno tiempo).
El carácter de esta construcción política lo refleja la organización N-1, una red planetaria de colectivos activistas que sostiene: “Ya no necesitamos estructuras verticales y jerárquicas con sentido único. Todxs las partes logran un conjunto mayor que las partes por separado”. También los jóvenes del #Soy132, cuando recuperan Mayo del ’68 y hacen tambalear el candidato de los medios mexicanos.
Mientras tanto, el mundo sigue andando. Pero pareciera que hay otro en paralelo del que no se acusa recibo.
* Director académico de Lectura Mundi (Unsam). Director de la Facultad Libre de Rosario. Docente de Pensamiento Contemporáneo. Blog: http://jengibre.tumblr.com/
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