LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Pablo Bilyk analiza recientes ataques periodísticos contra Ernesto Laclau y asegura que ésta es una manifestación del neoliberalismo que se expresa en la forma de hacer periodismo.
› Por Pablo Bilyk *
Ante los agravios dirigidos a Ernesto Laclau por la revista Noticias se nos presenta el interrogante inmediato que estas acciones producen: ¿Caben respuestas a golpes y operaciones tan burdas? ¿Es necesario plantear contrapuntos que recuerden el valor fundamental de la obra de Laclau? ¿No basta con la sola lectura del manoseo conceptual que implican esa nota y esa tapa?
Planteado así, la pequeña tarea aquí emprendida parece innecesaria o, al menos, prescindible. Sin embargo, se intentará avanzar sobre un sentido de la discusión que este agravio implica. Fontevecchia se ha jactado de su “no complicidad” con la dictadura, planteando que su grupo se consolida luego de la misma, pero allí está una de las claves a desarrollar. Perfil puede no haber sido cómplice de la dictadura, pero es un grupo hijo de esa dictadura y, por ende, es un hijo del neoliberalismo.
Claramente el neoliberalismo no es sólo una concepción acerca de la economía, se trata de un proyecto y, como tal, tiene una definición respecto del periodismo. En este sentido, Perfil (y la revista Noticias en particular) reproduce en sus relatos y sus estéticas el decálogo neoliberal al pie de la letra.
El tipo de ataque que en esta oportunidad hace foco en Ernesto Laclau marca la persistencia fuerte de esta mirada. Persistencia que se materializa en sus modos de narrar, en la construcción de una forma de concebir la política desde la frivolidad, y la acción de resumir la complejidad de los procesos sociales, en supuestos ideólogos que desde las sombras diseñarían el mapa político. Esto nos habla a las claras del desprecio inocultable que el grupo tiene por las voluntades populares y las acciones de las mayorías, cuando considera el mapa político el resultado de un juego de marionetas digitado desde una estructura superior. El mecanismo es burdo y la operación mediática absolutamente endeble, pero, en la disputa cotidiana por los sentidos de lo político, resulta necesario marcar una y mil veces lo sutil y lo grosero de estos ataques.
Dicho esto, si fuese factible hablar de una “sociedad polarizada”: ¿Quién estaría ejecutando polarización? ¿Las reflexiones teóricas de Laclau o el periodismo amarillista que postula desde su lugar político, un llamado constante a la antipolítica? ¿Quiénes serían los verdaderos ideólogos de la división sino aquellos que están dispuestos a todo por sostener sus posiciones dominantes para agraviar?
* Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP.
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