Mié 16.04.2014

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Resistencia de Papel

Martín Gras y Flavio Rapisardi presentan el resultado de una investigación académica que pone en evidencia la complicidad de empresas periodísticas con la dictadura militar.

› Por Martín Gras * y Flavio Rapisardi **

Sabemos que la puesta en discusión del sistema de medios de comunicación y sobre la legitimidad de sus enunciaciones constituye un doble desafío: pensar su democratización en términos de propiedad y repensar modelos democráticos de producción de sentidos. La relación entre medios, capitalismo y democracia exige de nosotros un compromiso en el ámbito de universidades públicas. Es por esto que lanzamos el proyecto de investigación-extensión Resistencia de Papel.

Nuestro socio, El Topo Blindado, buscó archivos y nos acercó un ejemplar de la revista Somos con fecha de septiembre de 1977. Coyuntura, contexto y trama nos permitieron ir a buscar la verdad allí donde estalla, según palabras de Walter Benjamin: en los bordes de una configuración. La Editorial Atlántida con sus publicaciones Gente, Para Ti y Somos se articuló con un complejo entramado de corporaciones, empresas, intencionalidades políticas de diversos sectores (civiles, militares y religiosos) en la producción de “sentido compartidos” que articularon el autoritarismo y el genocidio como relación cultural/comunicacional en la relación entre Estado y sociedad. Los medios ya no bajo la forma de “colaboradores”, sino, como señaló Florencia Saintout, como “protagonistas” que vamos a investigar.

La sensación que nos sigue produciendo la aproximación a nuestra temática se parece enormemente a la lectura del cuento clásico de Poe, “La carta robada”, donde el objeto que motoriza la búsqueda se encuentra, totalmente oculto, en el propio centro de la escena. El diario El Día es, sin duda alguna, uno de los principales dispositivos de construcción hegemónica en la ciudad de La Plata, y por extensión en toda la provincia de Buenos Aires, y sin embargo son pocos e insuficientes (en relación con su importancia) los análisis que hay sobre él. El trabajo se propone como una interpretación desde tres niveles de análisis que, si bien se diferencian entre sí, corresponden en su interacción a tres “formas” dialécticamente vinculadas con una misma tarea constitutiva central: la conformación de una matriz que instale/naturalice/legitime el orden social favorable a un bloque histórico dominante en una coyuntura temporal específica.

En la revista Somos, uno de los nudos de la matriz, aparece un decir, casi un lapsus monstruoso. Se afirma: “Se creyó entonces que la célula subversiva que se atribuía el secuestro (de D. Kraiselburd nieto) podría haber sido aniquilada o desarticulada”. Y se enciende una luz. “Y que el menor secuestrado podría haber sido entregado a terceros para su custodia.”

Nuestra atención activó nuestros laboratorios entrenados para distinguir información de maleza. “Se esperaba –continúa el texto– que si el niño había sido confiado a gente inocente o desprevenida de su identidad...”

¿Cómo? ¿Niños confiados a terceros? ¿Personas desprevenidas con niños entregados en pleno 1976? ¿De qué está hablando este artículo? ¿De David Kraiselburd o de...? Sí, del horroroso asesinato del pequeño David Kraiselburd, pero ocurre un fenómeno: una realidad paralela se abre en la lectura.

Y aquello que fue un anuncio se transforma en la certeza: hubo quienes supieron qué ocurría con los hoy adultos, no todavía libres y entonces bebés robados. Porque así continúa la nota: “Fue una pesadilla para los familiares del pequeño David Kraiselburd. Cada vez que un niño aparecía involucrado en algún operativo de seguridad contra delincuentes subversivos, los padres corrían hasta el lugar de los sucesos... para comprobar que el menor no era el hijo que les habían secuestrado”.

¿A qué refiere con “cada vez que un niño aparecía involucrado en algún operativo de seguridad contra delincuentes subversivos”? ¿En qué tipo de operativos podían estar involucrados niños/niñas y bebés? ¿Acaso aquí no hay un reconocimiento de que en la Argentina niños/niñas y bebés estaban siendo involucrados en los operativos militares? ¿Este reconocimiento de la existencia de niños involucrados en “operativos” no significó para los autores una línea para la investigación periodística y denuncia ante la Justicia? ¿Acaso no cabía preguntarse qué sucedía con ellos luego de los operativos? ¿Por qué los puntos suspensivos entre “el lugar de los sucesos... para comprobar”? ¿Acaso hay una parte de la historia de esos sucesos a los que no se puede hacer referencia?

Todo esto está allí, en un texto de 1977 con tres firmas: Aldo Montes de Oca, Martín Carrasco y Norma Morandini. Seguimos investigando. La Justicia lo demanda.

* Abogado, magister en Administración Pública (FPyCS, UNLP/Untref).

** Magister en Sociología de la Cultura, secretario de Investigaciones y Posgrado (FPyCS, UNLP).

Corredactaron el informe M. Moyano, S. Delfino, A. Elíades, P. Vialey, E. Ghea y R. Viñas.

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