Mié 03.12.2014

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

El escrache, ¿un retroceso?

Tina Gardella reflexiona acerca de las prácticas comunicativas y las tramas de sentido tomando como punto de partida los debates en torno de los juicios por delitos de lesa humanidad.

› Por Tina Gardella *

Desde Tucumán

La pregunta había sido tirada al aire por un estudiante de comunicación ante la posibilidad de que cobrara nuevamente sentido el “si no hay justicia hay escrache”, que caracterizara no sólo una práctica política de la Agrupación H.I.J.O.S., sino incluso una dimensión, la de lucha precisamente, del proceso colectivo de Memoria, Verdad, Justicia.

La pregunta había venido a cuento luego de que la Cámara de Casación Penal liberara a 17 condenados en la Megacausa Arsenales II-Jefatura II y diera prisión domiciliaria para otros 13. Para ese juicio que se desarrolló durante todo el 2013, se realizó un trabajo de articulación entre estudiantes de comunicación, la Agrupación H.I.J.O.S. Tucumán y el colectivo La Palta con el objetivo precisamente de demarcarlo de su necesaria juricidad y mostrarlo desde su dimensión político-cultural como configurador de un presente interpelador. Articulación que continúa en este 10º juicio, el de Villa Urquiza, que se desarrolla actualmente en la provincia.

La pregunta había instalado otras preguntas.

Los juicios de lesa humanidad como reparación de tanta espera, de tanto dolor... tienen, qué duda cabe, un carácter único, reconocido socialmente. ¿Pero es posible pensarlos como ese lugar irreemplazable desde el cual, como acción política, se proyecta a otras dimensiones que construyen comunidad?

Desde el campo de la comunicación esa acción política orienta la mirada hacia otras categorías posibles de análisis que evitan quedar entrampados en los hechos y en los datos. Pero los procesos comunicacionales no esperan nuestros análisis y las categorías que elucubramos desde lo académico. Suceden. Y lo hacen de tal manera que, una vez desatados, pareciera que los corremos sin poder alcanzarlos... como si no los constituyéramos.

Los procesos comunicacionales que articulamos desde la universidad con las organizaciones de la sociedad permiten, desde una mirada política como la que obliga a la pregunta en cuestión, pensar en dos dimensiones necesarias para esa articulación: las formas organizacionales y las prácticas comunicativas.

Las formas organizacionales exceden a una organización. Dan cuenta de que toda práctica es social porque es trama compartida con otros. De que se arman ruedas de sentido que nos viene dado. De que revisar estas conformaciones de sentido es una forma de entender la comunicación. De que allí se juega la dimensión de lo político como ámbito de constitución de sujetos colectivos politizados (que resisten/confrontan/negocian) y la aparición de nuevas prácticas políticas de subjetividades colectivas (que resisten/confrontan/negocian).

Las prácticas comunicativas exceden a la comunicación. Porque también se trata de procesos de producciones intersubjetivas que son transversales a los momentos políticos, a las formas de organización que se van delineando y a las acciones que estas mismas van configurando. Son prácticas situadas que, institucionales o no, disputan espacio público y por lo tanto trabajan los encuentros y los proyectos que los sustentan, desde lógicas de inclusión, discusión y negociación como la dimensión política de la comunicación.

La pregunta, como otras tantas que surgen en nuestras prácticas y que engarzan tiempos/acciones políticas, nos interpela acerca de nuestro rol en tanto facilitadores de las condiciones de posibilidad para que “retroceso” no sea una palabra que adquiera sentido alguno en las formas organizacionales ni en las prácticas comunicativas que afanosamente se construyen... con o sin nosotros.

La articulación de las formas organizacionales y las prácticas comunicativas y las condiciones de posibilidad que habilitamos desde lo académico, son problemáticas entusiastas, movilizadoras, inconformistas, que las aceptamos gustosos porque con ellas y desde ellas se abren espacios, se corren los límites, se derriban prejuicios, se instalan preguntas siempre abiertas que en su recurrencia pueden indicar insistencias como líneas de sentido, pero nunca cerradas a esencialismos o posiciones dogmáticas inamovibles.

* Magister en Comunicación; docente e investigadora de la Universidad Nacional de Tucumán.

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